Próxima estación, Atenas, de Petros Márkaris
Crónica. El reconocido escritor griego Petros Márkaris pasea por su capital, y despliega con gracia sus realidades, clases sociales y encantos históricos.
Quienes año tras año se ilusionan con una nueva novela policial de Petros Márkaris deben saber que Próxima estación, Atenas está lejos del tono y de las tramas escabrosas a las que nos tiene acostumbrados el escritor griego. Se trata, en cambio, de una no ficción protagonizada por el “Eléctrico”: la línea ferroviaria más antigua de Atenas, nacida como tren de vapor en 1869, electrificada en 1904 y extendida a lo largo del siglo XX, cuando se convirtió en la línea 1 o verde de la red de metro.
El Eléctrico une el puerto del Pireo con el exclusivo distrito residencial y comercial de Kifisiá, partiendo a la capital griega prácticamente por la mitad en un recorrido que cubre más de 25 kilómetros y dura alrededor de una hora. Para Márkaris, quien decida bajarse en cada una de las estaciones que componen el trayecto “conocerá Atenas en toda su belleza y su fealdad, con sorpresas escondidas y contrastes perturbadores, con ruinas del pasado y paseos por templos de la Antigüedad, con sus barrios populares y aquellos otros que le dan un aspecto de ciudad moderna y acomodada…”
El libro tiene veinticuatro capítulos (uno por estación), en los que el autor despliega una paleta de conocimientos históricos, geográficos, gastronómicos y literarios y los combina con su habitual agudeza para leer las contrastantes realidades de su ciudad. La ruta de la línea verde no solo atraviesa todas las clases sociales atenienses (incluyendo a los nuevos parias del siglo XXI: los refugiados); también las industrias que florecieron, murieron y dejaron su impronta urbana, las costumbres y modas en auge y decadencia, los acuerdos empresariales y políticos plasmados en la especulación inmobiliaria, y la movilidad de la bohemia cultural.
Márkaris no esconde su nostalgia por otros tiempos –y en esto se parece al comisario Kospacotilla”. tas Jaritos, protagonista de su saga policial. Sobre los alrededores de la estación Victoria escribe: “No sé si se trata de una casualidad o de la supervivencia de una vieja costumbre, pero lo cierto es que puedo afirmar que los jugos de fruta han ido desapareciendo gradualmente de las mesas de los cafés para dar paso a los Nescafé frappé, que, por otro lado, han representado también la ruina del tradicional café griego”. O en las inmediaciones de la estación Monastiraki: “Cuantos más turistas visitaban el barrio, más iba cambiando la oferta gastronómica, hasta llegar a una cocina griega más bien de En otro punto en común con el comisario Jaritos, Márkaris hace en este libro una verdadera antropología de los problemas del tránsito ateniense. Para poner a prueba la resistencia de un extranjero en Grecia, dice, lo mejor es dejarlo en pleno verano a las dos de la tarde en la plaza Omonia, “cuando hay un atasco descomunal de tráfico, los coches no paran de tocar las bocinas, la mitad de los conductores insulta a la otra mitad, el interior de la plaza y las aceras están repletas como nunca de desempleados (locales e inmigrantes) que matan el tiempo charlando de cualquier cosa y, por si fuera poco y como castigo divino, todo ello bajo un sol que te abrasa el cráneo”.
Quien esté planeando un viaje a Atenas lo pasará mucho mejor –y aprenderá mucho más– sobre la ciudad llevando como guía Próxima estación, Atenas en lugar de una Lonely Planet o la aplicación de TripAdvisor. Pero también se puede leer con placer en casa, en especial si se le suma un viaje virtual. Los mapas incluidos en el libro son extremadamente esquemáticos, por lo que es una buena idea recorrer sus páginas echando mano de Google Maps y de Street View, que tiene un registro notablemente completo de la ciudad. Seguramente, Petros Márkaris no desaprobaría esta lectura combinada.