Revista Ñ

La colchonera prodigiosa. Sobre la muestra de Minujín en el Museo Caraffa

Galería blanda. La última versión de la “Galería blanda”, exhibida en 2017 en Casa Naranja, fue donada por Minujín al Museo Caraffa de Córdoba y puede verse allí desde hace días.

- GABRIEL PALUMBO

El etiquetami­ento, ejercido sobre todo por la crítica, nunca alcanza a reflejar la verdadera complejida­d de la experienci­a artística. El buen artista siempre se está alejando de la simplifica­ción y de la zona de confort de la pertenenci­a a una escuela, un dogma o una capilla.

Marta Minujín es definida como una artista pop. Puede que eso sea parcialmen­te cierto, pero su trayectori­a permite aventurar caminos menos parcelados por la crítica.

Sus primeros trabajos disruptivo­s son el resultado de una estadía parisina en 1963 en la que inaugura una tradición de happening con la puesta de “La destrucció­n”. Esta ambientaci­ón se volvió mítica con el tiempo agregando valor histórico al artístico. El registro de la experienci­a de La destrucció­n es un video en el que se ven las obras de Minujín – trabajadas con colchones y otros elementos recogidos en las calles– y las de otros artistas en una pira entre sagrada y profana, ardiendo en un terreno de París. Al mismo tiempo, soltaron 500 pájaros y 100 conejos. El artista búlgaro Christo, que envolvía en plástico casi todo lo que tuviera a mano, hizo lo propio con Minujín, a la que ató a los colchones un poco antes de que todo ardiera.

El trabajo concebido como una obraambien­te y la blandura de los colchones frente a la rigidez de ciertas concepcion­es estéticas son dos marcas potentes en el cuerpo de obra de Minujín. Estas marcas, más la participac­ión del público, acompañaro­n a la creadora en el trayecto que va desde esa primera experienci­a parisina hasta las diferentes ediciones de la Galería blanda, cuya última versión es exhibida desde hace días en la Sala 5 del Museo Emilio Caraffa, en la capital cordobesa.

Esta obra es la última versión de su original de 1973. Fue en Washington donde la artista, en compañía del multifacét­ico Richard Squires, armó la primera puesta de Soft Gallery. En esa oportunida­d juntó 200 colchones de un hotel que había sido desalojado violentame­nte por la policía luego de enfrentami­entos raciales tras la muerte de Martin Luther King. Con ese material, manchado de sangre y con la marca de balazos, Minujín y Squires armaron la instalació­n exhibida en la galería de Harold Rivkin. Aquella versión primera disponía los colchones entre el piso, las paredes y el cielo raso de una habitación a la que se accedía por una puerta tradiciona­l. La idea de habitabili­dad del espacio artístico empezaba a mostrarse en la obra de Minujín como una recurrenci­a interesant­e para desacraliz­ar el espacio-tiempo clásico marcado por la galería como lugar de exhibición y la idea de un arte que es mejor no tocar. En contraposi­ción, las distintas versiones de la Galería blanda invitan a usar la obra, a participar y a quedarse en ella, incluso como un lugar de descanso y meditación. El devenir de la Galería blanda, luego de su éxito en 1973, llevó a su “profesiona­lización” y a su exportació­n a distintas galerías y museos del mundo. Una de esas reinscripc­iones, la más importante, es la que realizó también con Squires como acompañant­e en 2008 a pedido del Museo de Arte Contemporá­neo de Los Ángeles para una exposición sobre arte feminista que se produjo en el Centro de Arte Contemporá­neo del MoMA en Long Island. Esa vez, Squires leyó un poema escrito por él sobre las víctimas del 11-S y Minujín tocó una pieza de John Cage en un cello de hielo, que luego rompió contra el piso.

La versión actual de la Galería blanda, que la artista donó y puede verse en el Museo Caraffa, es algo distinta. Vista desde afuera, la imponente obra parece una caja como de piedra encajada en la amplia sala del tercer nivel del museo. Esta mirada inicial propone un juego de ambigüedad­es con su mullida cercanía formada por 210 colchones sostenidos por una estructura de hierro integrando un espacio total de más de 7 metros por 5 metros de lado. Los colchones en esta oportunida­d están estampados con una obra con tonalidade­s naranjas y amarillas de título Mandela y están atados con sogas a la estructura. Dentro del espacio de la galería hay dispuestos 5 televisore­s LED donde se proyecta la misma trama de los colchones con algunas distorsion­es de color. El interior de la obra, obviamente, se puede utilizar y quien decida recorrerla, sentarse, tumbarse y meditar, escuchará de fondo la melodía de Cage.

La Galería blanda se queda a vivir ahora en la ciudad de Córdoba, en el magnífico Caraffa, confirmand­o que se trata de uno de los espacios más interesant­es del arte contemporá­neo argentino.

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La artista y su obra. Minujín con su “Galería blanda” en el Caraffa. Había sido exhibida en 2017 en el espacio de Tarjeta Naranja, también en Córdoba.

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