Buenas vibraciones para un mundo mejor. Entrevista con Stefano Bollani
Antes de sus presentaciones en Buenos Aires, el pianista italiano Stefano Bollani habla de “Que Bom”, su segundo disco de música brasileña.
Alos cinco años tenía las ideas muy claras: quería ser, ante todo, un cantante, luego músico, actor, periodista, escritor y conductor de TV. Básicamente, estoy tratando de hacer todo esto”, cuenta Stefano Bollani. El italiano que efectivamente logró ser un extraordinario pianista además de escritor, actor y conductor de radio vuelve a Buenos Aires para presentar Que Bom, su segundo disco de música brasileña. En el concierto que se hará en el Coliseo el 15 de junio, tocará junto con los músicos que participaron en el disco: Jorge Helder, Jurim Moreira y Armando Marça. Se sumará también Thiago da Serrinha.
–Por la insistencia, podría pensarse que hacer música de Brasil y con músicos brasileños te divierte mucho. –Sí, la paso muy bien haciendo música de Brasil con estos compañeros. Pero esta vez, busqué ese tipo de sonido que había encontrado en Carioca para poder tocar mi música. Sobre la base de la sección rítmica de Jurim, Jorge y Armando, con el agregado de Thiago, en percusión. Siempre la paso bien con ellos. Y la atmósfera en el estudio era aún más divertida. Tocamos en vivo muy seguido y nos empezamos a conocer muy bien.
–¿Cómo fue el trabajo con Caetano, João Bosco, Jaques Morelenbaum y Hamilton de Holanda, los notables que aparecen en el disco?
–Muy bueno todo, como siempre. Con Caetano habíamos programado una canción muy distinta a la que finalmente decidió grabar en este disco.
–¿Por qué?
–Porque la noche anterior a la grabación se me dio por ponerle palabras en italiano a una melodía que había escrito hacía tiempo. La escuchó, le gustó y decidió cantar eso que se convirtió en “La nebbia a Napoli”. Después, él propuso una canción suya que ya tiene unos años, también en italiano, dedicada a Michelangelo Antonioni. Del resto de los músicos que participaron, ¿qué te podría decir que no suene a lugar común? João Bosco es pura energía, Jaques y Hamilton son dos músicos extraordinarios, dóciles y disponibles siempre.
–¿Cómo se afirma esa idea tuya de la música universal con estos músicos que están ya aferrados a una tradición? ¿Intentaste que salieran de la música popular brasileña? ¿Les propusiste los temas?
–El repertorio lo propuse. Pero lo bueno es que la canción es un género muy interesante porque permite, a través de su simpleza, jugar dentro de la estructura inventando nuevos caminos. Puede abrirse hacia muchos lugares, trascender su propio género, lugar y tiempo.
–Hace algún tiempo tocaste a dúo con Egberto Gismonti, otra cara de la música brasileña. Menos virtuoso y ver- sátil que vos. ¿Cómo fue el vínculo con él?
–Fantástico. Tuve la oportunidad de ver de cerca sus manos sobre el piano y te puedo asegurar que es una experiencia única. Tienen una energía y un vigor realmente inéditos.
–Ahora también recuerdo que tocás en dúo con Chano Domínguez. ¿Cómo te acercaste a él?
–Lo conozco desde hace años. Nos encontrábamos con mucha alegría en los festivales. Por eso, cuando visualizábamos la hipótesis de estar juntos en un escenario, ¡acepté sin pensarlo! Es un gran músico, abierto, atento y muy apasionado. –¿Cuando presentes el disco en Buenos Aires tendrás un programa armado o seguirás la atmósfera de la noche, como hacés habitualmente? –Seguramente, el disco será un punto de partida muy claro. Después, como siempre, trataremos de estar en el presente, o sea, trataremos de usar estos temas como punto de partida para zarpar hacia nuevas tierras.
–Escuché tus versiones de la obra de Poulenc. ¿Cómo va tu trabajo con los compositores académicos? –Las composiciones académicas de esos primeros años del siglo XX siguen siendo una fuente de inspiración enorme para mí, al punto que de verdad creo que Poulenc se escucha en Que Bom. Claro que hay que buscarlo con detenimiento, pero ahí está. Sigo trabajando con la orquesta sinfónica. Ahora estoy con Concerto Azzurro, en gira también, pero, en el futuro no descarto volver a interpretar un gran clásico.
–Actor, conductor, escritor, músico infatigable. ¿Existe el descanso en tu vida? ¿Cómo es?
–¡Claro que existe! Sobre todo, leo y miro películas. Me apasiona el cine y uno de mis directores preferidos es el danés Anders Tomas Jensen, a quien está dedicado el tema “Uomini e polli” (que es el título de su última película).
–¿Qué leés?
–Don Quijote es uno de esos libros que releo. Pero también Jitterbug Perfume, de Tom Robbins, que fue definido como “El escritor más peligroso del siglo XX”. –¿Peligroso?
–Sí, así se lo llama. Porque está liberado de cualquier prejuicio y formalidad. Puede escribir un libro sobre el tema de la muerte y hacerte reír del principio a fin. –Hablás del desprejuicio y de la pérdida de formalidad, ¿creés que esa es una vía de progreso para la música? –“Progreso” es una palabra rara y discutible, puede causar daños. Gracias a la idea de progreso, se toman decisiones sin pensar. Por suerte, la música es un lenguaje maravilloso, gracias al cual podremos, un día, comunicarnos con seres lejanos a nosotros en cuanto a cultura y educación. Ya sucede en nuestro planeta y sucederá en el resto del universo. Nosotros mismos somos una vibración, es decir, sonido, y la música llega directamente a nuestras cuerdas más íntimas sin pasar por el cerebro.
–Me interesa tu opinión sobre la actualidad política de Italia y de Europa. –Tranquilamente, podríamos dejar de ocuparnos de estos señores que fingen gobernar el mundo y que, en realidad, interpretan un personaje y dicen cosas para tranquilizarnos o (sobre todo) asustarnos. Se nutren de nuestro miedo y no tienen un verdadero poder, así que sería bueno que no estemos tan interesados en este tema. Si seguimos imaginando solo futuros distópicos, horribles, en los que la humanidad aparezca subyugada por la tecnología o por una elite de poder o por una población extraterrestre violenta y cruel, vamos a darnos contra la pared. Si, en cambio, empezamos a imaginar un mundo mejor creo que finalmente ¡podremos vivirlo! Como sucedió en el pasado, podríamos necesitar una gran catástrofe (un buen ejemplo es el diluvio universal) para luego volver a empezar. Lemuria y Atlántida podrían haber terminado de una manera similar, por la falta de cuidado hacia el planeta. Después se empezará de nuevo, como sucedió tantas veces en el transcurso de la historia de la humanidad.