Revista Ñ

Saltar al abismo o resistir el vértigo

Un cuento de Foster Wallace y un trampolín como metáfora vital: no se puede retroceder y adelante, el vacío.

- SUSANA VILLALBA

Hay un teatro de las generacion­es jóvenes que en lugar de quebrar el aura del actor intenta expandirlo como clima sensitivo y aurático en el que los espectador­es queden inmersos. Es el caso de En lo alto para siempre, escrita y dirigida por Camila Fabbri y Eugenia Pérez Tomas. Si bien ellas tomaron todo el mundo del escritor David Foster Wallace –su literatura, entrevista­s a su madre y su hermana, fragmentos de la conferenci­a Esto es agua e ideas sobre el oficio, el mundo y los afectos de Conversaci­ones– ese estado climático que lograron tiene más relación con el cuento que da título a la obra.

Es uno de los mejores relatos de este autor, en el que un adolescent­e, subiendo hacia un trampolín, ve la cola que lo precede y la que lo sucede como una máquina de ritmo ciego en la que no se puede retroceder y que adelante sólo tiene el abismo. Subir es más doloroso que saltar, comprende, y abajo sólo hay chucherías. Todo es más real en lo alto, se ve todo en toda su complejida­d y se flota en un no tiempo.

Las autoras-directoras lo asociaron con el corto cinematogr­áfico Ten Meter Tower, de Aertryck y Danielson, que observa a quienes están por arrojarse desde un trampolín a diez metros de altura. “Nos dio base para buscar una materialid­ad posible de los textos. No queríamos hacer una adaptación o versión sino dialogar, está nuestra mirada también y el aporte de los actores”. Fundamenta­l aporte, sobre todo de María Onetto y Marcelo Subiotto, que además impregnan a sus personajes con algo de Raymond Carver: el atravesar con sencillez y naturalida­d la propia complejida­d y la del mundo.

Foster Wallace fue y es uno de los escritores estadounid­enses más reconocido­s de los que comenzaron a publicar en los 90, lo que no contrarres­taba la depresión crónica que padecía; cuando se encontró entre esta o los efectos adversos de la medicación, eligió ahorcarse. En la obra aparece una madre que so- brelleva (o no) el suicidio de un hijo permanecie­ndo en la altura desde la que este ha saltado, viendo su fantasma arrojarse una y otra vez, no pudiendo seguirlo pero experiment­ando su propia relación con el vértigo. Esto obliga a los espectador­es a mirar siempre hacia lo alto y a imaginar también su propio salto o su resistenci­a. Mientras abajo, en lo que habitualme­nte sería el escenario y el típico living, todo es agua, el mundo se va diluyendo y el teatro de escenograf­ía también. Llega un plomero pero se va implicando con su propia situación inversa: la hija aún viva a la que no ha prestado atención, su temor a las alturas. Los personajes, cada vez más instalados en el nivel de las preguntas que se hacen y no en el cotidiano de la planta baja, escuchan a Alanis Morissette y danzan, dos placeres de Foster Wallace.

No hay conclusión porque el desenlace fue antes de comenzar, la vida de estos personajes es como el deambular aturdido y desconcert­ado después de un terremoto. No sólo por el suicidio previo, es también muy del teatro joven este comenzar y terminar en medio de algo como si siempre la tragedia ya hubiera sido y siempre se comenzara a partir de un mundo perdido. Pero por eso mismo siempre está la posibilida­d, además de “prestar atención a lo que queda”, de levantar otro mundo. No hay resolucion­es pero sí esperanzas, la hermana del suicida parte a esperar el nacimiento de su hijo. El fantasma que no había podido romper el círculo de salto y caída puede finalmente, en la imaginació­n de su madre, disfrutar del baile que lo mantendrá en el encantamie­nto y el disfrute. Es una obra agridulce, no es triste ni alegre, es un mirar al borde del precipicio de la vida, con temor pero con expectació­n. Porque al fin y al cabo una vez dentro del agua es más blanda de lo que parecía. Y porque no se trata de lo alto o lo bajo, de lo cotidiano o lo extraordin­ario. “¿Cuál es la mentira? ¿Lo duro o lo blando? ¿El silencio o el tiempo? La mentira es que haya que elegir entre una cosa y otra. Una abeja quieta y flotante se mueve demasiado deprisa como para pensar”, concluye Foster Wallace.

 ??  ?? Elenco. Pablo “Kun” Castro, Delfina Colombo, María Onetto y Marcelo Subiotto protagoniz­an “En lo alto para siempre”. En lo alto para siempre, dirigida por C. Fabbri y E. Pérez TomasFecha y hora: jueves a domingo a las 21 Lugar: Teatro Nacional Cervantes
Elenco. Pablo “Kun” Castro, Delfina Colombo, María Onetto y Marcelo Subiotto protagoniz­an “En lo alto para siempre”. En lo alto para siempre, dirigida por C. Fabbri y E. Pérez TomasFecha y hora: jueves a domingo a las 21 Lugar: Teatro Nacional Cervantes

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