Flora y fauna
Una sumatoria de incontables citas académicas, textuales de entrevistas, fragmentos de prólogos de libros y declaraciones públicas conforman el núcleo de Ningún pibe nace cheto, la obra de teatro escrita, dirigida y protagonizada por Natalia Carmen Casielles y Juan Gabriel Miño en el CC Rojas.
La presencia permanente de ambos en el escenario es el elemento narrativo que da continuidad, mientras un proyector entrega detrás imágenes de registro publicitario, clips televisivos de diferentes épocas y hallazgos de estética pixelada (a cargo del videasta Franco Vega Valiente) que complementan el marcado entorno conceptual, a cargo de la antropóloga Pía Leavy. Todos forman la compañía escénica GANGA, cuya seña particular es el cruce de lenguajes para desandar asuntos socioculturales naturalizados. Y esta es su primera producción.
Imposible memorizar cada cita, pero las hay de Theodor Adorno, de Marx, Dorfman y Mattelart, Bourdieu, casi todos los pensadores que abordaron durante el siglo XX el auge de los medios masivos de comunicación, la vida cotidiana y el vaciamiento de los discursos.
Recurre la pieza a una línea de tiempo para mostrar el carácter histórico de la infancia –“antes los niños no eran tenidos en cuenta porque se morían”–, y logra ubicar en el auge de la burguesía el inicio del uso del “fetiche de la civilización occidental”, es decir, el niño blanco, como herramienta de márketing, ya sea para vender servicios bancarios o comprar voluntades políticas.
Seleccionada por Maruja Bustamante para el Proyecto Familia del CC Rojas, Ningún pibe... gana con la contundencia de sus enunciados y pierde en la estética de las proyecciones: el pediatra Mario Socolinsky entrevistando con crueldad a chicos de la calle es un hallazgo pero no del todo pertinente; y en su conjunto responden a un registro único, el de lo trash, cuando el sustrato de la pieza ancla su verdad en el poder de las imágenes.
Además de la niñez, el otro elemento que atraviesa la obra es la cumbia. Un karaoke es convocado cada vez que la protagonista se queda “en blanco”, para descomprimir la catarata de citas... Casielles luce su voz como Gilda y ambos bailan, se apoderan del escenario.
Y en un giro de versatilidad, interpretan una entrevista al antropólogo Pablo Semán, que responde de manera esclarecedora sobre su investigación alrededor de la comunión entre política, cumbia villera y sociedad en los ’90. “Fue algo que explotó Menem, en parte como una estrategia de seducción que pretendía acercar a los sectores postergados y los más acomodados con las políticas de su gobierno”.
Al inicio de la obra, una cita esclarecedora dota de potencia las imágenes familiares como vectores de valores indiscutibles, resistentes a las grietas: “Y esto no lo digo yo, lo dice Jaime Durán Barba en el prólogo a Mujer, sexualidad, Internet y política”, remata.
El poder anticipatorio del arte, más la condición de sutileza en que el poder funciona para el común de los pensadores críticos citados, deja la puerta abierta para “ver” –como decía la ochentosa serie de dibujos animados– “más allá de lo evidente”. Y pensar que esta dinámica opera en la cúspide del poder al igual que en millones de cuentas de Instagram y Facebook de progenitores que exponen a sus hijos sin consentimiento a cambio de cochecitos plegables de canje o una razón de ser en el entorno virtual; y también en las tapas de revistas como Gente y Caras. ¿Es una forma de naturalización de las nuevas familias con mater-paternidad subrrogadas, de celebridades conformando familias homoparentales o sólo ocasión para vender la exclusividad del álbum familiar del baby shower?
Ningún pibe nace chorro Jueves de junio a las 21 en CCRRRojas (Av. Corrientes 2038 - Entrada: $130). En agosto, en el teatro Solís de Montevideo, Uruguay, y luego en La Plata.