Huellas del estilo alemán en América, por Joaquín Medina Warmburg
Walter Gropius, primer director de la Bauhaus, hizo escuela en América Latina. Anticipada, Victoria Ocampo lo reivindicó en su revista.
El centenario de la Bauhaus vuelve a poner el foco en su alcance y repercusión global, así como en la relación que estas guardan con las intenciones artísticas y los presupuestos ideológicos de quien fuera su fundador y primer director, el arquitecto Walter Gropius (1883-1969). Por sorprendente que pueda parecer, en el ámbito cultural de habla hispana ha sido hasta hace poco una figura tan paradigmática como poco conocida. De esta tardía y parcial recepción de sus ideas podría deducirse, en correlación, el escaso interés de Gropius por la arquitectura y el arte de aquellos países. Pero al contrario, entre 1908 y 1969 Gropius tejió una tupida red de vínculos profesionales e intelectuales con Argentina, Cuba, España, México y el Perú. En repetidas ocasiones incluso sorprendió a sus oyentes al pronunciar inesperadamente sus conferencias en castellano. Este hecho nos remite al iniciático “Viaje de España” que el joven Gropius realizó entre 1907 y 1908 tras abandonar definitivamente su formación universitaria. Una carambola del destino hizo que a sus 24 años conociera en España al historiador del arte Karl Ernst Osthaus, quien se convirtió en su mentor. Gracias a su mediación Gropius pasó de trabajar como aprendiz en un taller de azulejos de Sevilla directamente a colaborar en el prestigioso estudio de Peter Behrens en Berlín. Lejos de constituir un episodio anecdótico y rápidamente olvidado en los inicios de la carrera de Gropius, la experiencia fabril en España permite entender mejor su posterior concepción de una escuela “antiacadémica” centrada en la integración de las artes mediante el trabajo colectivo en el taller.
Antes de que con la creación de la Bauhaus las catedrales góticas y sus talleres de constructores medievales ocuparan en el imaginario de Gropius el lugar de una promesa de redención colectiva, ese anhelo –a la vez estético y social– había estado ligado a obras del Gótico mudéjar