Revista Ñ

Otra vuelta de tuerca al mundo de Xul Solar, por Julia Villaro

El museo que conserva la obra del artista acaba de cumplir 25 años y renovó el guión curatorial de su colección, buscando integrar todas las dimensione­s de Xul.

- JULIA VILLARO

Transforma­ba todo”, dice la curadora Cecilia Rabossi hablando de Oscar Alejandro Schultz Solari (18871963), más conocido como Xul Solar, creador prolífico y acuarelist­a minucioso, esquivo a las definicion­es unívocas, amante de los juegos y, por sobre todo, uno de los artistas fundamenta­les y fundaciona­les del arte moderno en la Argentina. Parada junto a la “Máscara de Sagitario” que cuelga en una de las paredes del Museo Xul Solar Fundación Pan Klub (institució­n que funciona sobre la que fue la casa del artista, y cuyos insospecha­dos vericuetos y escaleras circundant­es evocan, de algún modo, las estructura­s arquitectó­nicas que él mismo dibujó en muchas de sus obras), Rabossi relata las felicidade­s y desafíos que le depararon la creación de un nuevo guión curatorial para la colec- ción permanente de esta institució­n, que en 2018 cumplió 25 años.

Pero además de festejar el aniversari­o, la inauguraci­ón de esta nueva muestra parece también estar celebrando la consumació­n de un trabajo de larguísimo aliento; un trabajo poco visible pero sustancial en relación a la obra del artista, y a cualquier posibilida­d futura de muestra o estudio crítico: la organizaci­ón de su vastísimo archivo personal –integrado por los más disímiles objetos–.

“Eran bolsas y bolsas de nylon repletas de papelitos que había que empezar a clasificar”, cuenta Teresa Tedin, miembro del consejo directivo de la Fundación, quien trabaja en el Museo desde hace 18 años. Desde libros hasta revistas de tecnología, desde anotacione­s de sus visiones hasta pentagrama­s; desde cuadernos de bocetos hasta cartas de amor. “Todo era de su interés –sugiere Rabossi–. Por eso Borges decía que era el único cosmopolit­a que había conocido, el único que realmente era un acontecimi­ento dentro de la cultura argentina”.

A fines del año 2016, y después de décadas de trabajo en equipo, el Museo y Fundación presentó el catálogo razonado de toda su obra: un libro en el cual cada pieza del artista tiene una entrada con informació­n precisa: la cartografí­a soñada de cualquier curador o estudioso, que permitirá, de ahora en adelante, navegar las vastísimas aguas productiva­s de este creador multifacét­ico sin riesgo de naufragios.

Por esos mismos tiempos Rabossi preparaba Xul Solar. Panactivis­ta, la retrospect­iva del artista que pudo verse en 2017 en el Museo Nacional de Bellas Artes. Fue a partir de la curaduría de esa muy buena muestra que el Museo Xul la invitó a pensar esta otra exposición, que hoy puede verse en este espacio.

Reverberan­do, todavía, en la experienci­a de trabajo que la muestra en Bellas Artes le había deparado, Rabossi decidió modificar el planteo de las salas del Museo Xul, que se habían mantenido iguales durante los últimos 25 años, rompiendo el relato cronológic­o y organizand­o la obra a partir de diversos ejes. “El aspecto espiritual –cuenta la curadora– no se puede separar de su obra y de él, es constituti­vo. Pero cuando vas viendo las preocupaci­ones que tenía y todo lo que avanza sobre esos sistemas de comunicaci­ón (musicales, idiomático­s etc.) te das cuenta de que lo utópico también era algo muy importante para él. Lo astrológic­o-espiritual y lo utópico conforman para mí a este creador total”, dice Rabossi. Y si el desafío en el Museo Nacional había sido darle una nueva mirada a una obra ya vista (Panactivis­ta fue la tercera retrospect­iva de Xul Solar en Bellas Artes) para la muestra en el Museo Xul serían las limitacion­es en el espacio el escollo a superar: la inclusión de todas las obras que forman parte de la institució­n era, además, condición inobjetabl­e para la muestra.

A través entonces del espacio (que como el propio Xul, es uno y muchos al mismo tiempo), Rabossi presenta las obras a partir de distintas lecturas, yuxtaponie­n-

do piezas tardías con otras de juventud, y sabiendo, también, que cada uno de los objetos exhibidos podría pertenecer a más de uno de estos núcleos temáticos: ¿o acaso no tiene toda utopía su dimensión espiritual, y todo camino espiritual su proyección utópica?

Apenas entramos en el museo nos encontramo­s con el primer núcleo, dedicado a lo astrológic­o-espiritual. Pocos metros separan los tres altares que Xul realizó en madera, pintados en los mismos tonos vibrantes de sus papeles y en los que el artista hace su singular síntesis de los aspectos religiosos de distintas culturas, de sus particular­es versiones del zodíaco. Junto a las acuarelas que ya eran parte del museo, la curadora decidió agregar la máscara de Sagitario. “Si uno mira las fotografía­s que acompañaba­n los artículos de prensa de sus últimas muestras, siempre aparece rodeado de estos títeres”.

El núcleo continúa en el piso de abajo, donde se mantiene cierto orden cronológic­o. Aquí la mayoría de las piezas pertenecen al período en que Xul viaja a Europa (entre 1912 y 1924). “Fue un viaje iniciático en casi todos los campos de conocimien­to”, explica Rabossi. Acuarelas y témperas, papeles de pequeño formato en los cuales el dibujo de Xul se ciñe, todavía, a formas un tanto convencion­ales –hombres y mujeres, paisajes relativame­nte identifica­bles– que con el correr de los años se irán soltando poco a poco, pareciéndo­se cada vez menos al mundo que nos rodea y más a sus propias visiones interiores.

“Espacios para vivir” es el nombre que Rabossi dio al segundo núcleo. Paisajes y arquitectu­ras ascensiona­les, naturaleza­s que se convierten en espacios habitables con inscripcio­nes de símbolos milenarios, demuestran que, en ese lugar utópico al que el espíritu de Xul aspira, sólo hay espacio para la integració­n y el intercambi­o de las culturas. Aquí el artista ya ha asimilado su experienci­a europea (tanto la plástica como la filosófico-religiosa) y regresa a la Argentina con una fuerte conciencia de la importanci­a de América para el arte del futuro. “Vuelvilla” –realizada en el año 1936 y probableme­nte una de sus acuarelas más conocidas–, en la que el artista representa una ciudad atada a globos, que se desplaza por el aire, funciona como una suerte de bisagra entre estos dos espacios de la muestra.

La planta alta ha sido dedicada a las “búsquedas musicales” y a las “escrituras plásticas”. Pianos con teclas táctiles y de diferentes colores, pentagrama­s de escalas tonales modificada­s, retratos que guardan mensajes que el espectador debe descifrar. Distintos métodos de trabajo para un mismo desafío: facilitar el aprendizaj­e y la comunicaci­ón de experienci­as creativas e interiores, siempre asociadas con la búsqueda de la paz y la solidarida­d. “Mi voluntad –puede decodifica­rse en una de estas pinturas– trabajar contigo en paz por un mundo mejor”.

La inclusión en el material exhibido de vitrinas con objetos pertenecie­ntes al propio Xul –cuadernos de bocetos, un mazo de tarot diseñado por él mismo, los códigos alfabético­s de los lenguajes que inventó, las cartas natales propias y de sus amigos– fortalecen la idea de un artista integral al que le interesaba­n una gran variedad de cosas. Cada objeto abre un universo de posibles conexiones, cada regla –visual, idiomática, ideológica– está sujeta a la transforma­ción permanente. Paradojas del arte, la misma mente abierta y versátil que desafiaba el orden de lo establecid­o (y enloquecía a Borges al cambiarle, cada día, la jugada en el tablero de ajedrez) se correspond­ía con una mano y un par de ojos rigurosos, que trabajaron la acuarela con una precisa y amorosa sutileza, y que hicieron visible, capa tras capa de colores, la luz que subyace en casi todas las cosas.

 ?? NÉSTOR GARCÍA ?? Vista de sala del Museo Xul Solar. En primer plano, una vitrina que exhibe el “Juego de cartas de panlengua” que el artista creó aproximade­mente entre 1958 y 1960. Son 150 cartas hechas en acuarela sobre cartón, de 9 x 6 cm. cada una.
NÉSTOR GARCÍA Vista de sala del Museo Xul Solar. En primer plano, una vitrina que exhibe el “Juego de cartas de panlengua” que el artista creó aproximade­mente entre 1958 y 1960. Son 150 cartas hechas en acuarela sobre cartón, de 9 x 6 cm. cada una.
 ?? NÉSTOR GARCÍA ?? Máscara de Sagitario. ca. 1951 -1953, alambre, cartón pintado, clavos, grampas e hilo de algodón, 38,5 x 25x 19,5 cm.
NÉSTOR GARCÍA Máscara de Sagitario. ca. 1951 -1953, alambre, cartón pintado, clavos, grampas e hilo de algodón, 38,5 x 25x 19,5 cm.
 ??  ?? Cartas de Tarot, 1954, acuarela y tinta s/cartulina, 24 cartas de 9,5 x 5,8 cm.
Cartas de Tarot, 1954, acuarela y tinta s/cartulina, 24 cartas de 9,5 x 5,8 cm.
 ??  ?? Pan árbol, 1954, acuarela y tinta s/papel, 35,5 x 23,5 cm.
Pan árbol, 1954, acuarela y tinta s/papel, 35,5 x 23,5 cm.
 ??  ?? Palacio almi, 1932, acuarela sobre papel, 40 x 55 cm
Palacio almi, 1932, acuarela sobre papel, 40 x 55 cm
 ??  ?? Vuel Villa. 1936, acuarela, 30 x 40 cm.
Vuel Villa. 1936, acuarela, 30 x 40 cm.

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