Revista Ñ

Una dimensión en donde no actúa la gravedad. Acerca de las obras de Mariano Giraud en Calvaresi

Mariano Giraud exhibe en Calvaresi esculturas, dibujos y una instalació­n de realidad virtual que expande los límites de su arte.

- LAURA CASANOVAS

Si hace quince años le preguntaba­n a Mariano Giraud qué tecnología deseaba tener a su alcance para hacer arte, pensaba en realidad virtual e impresión 3D. Ese futuro entonces tan incierto y fantástico hoy es la realidad cotidiana en su taller. Con estas herramient­as tecnológic­as, el artista crea esculturas de atractivos colores y formas entre la abstracció­n y lo orgánico, con guiños a personajes de la cultura visual contemporá­nea.

Piezas de pequeño y mediano tamaño, realizadas este año, se presentan en un eficaz dispositiv­o de exhibición en la sala del primer piso de la galería Calvaresi. OVO –“huevo” en esperanto– es el título de la propuesta, que abre un abanico de significad­os vinculados con la reproducci­ón, la vida, la transforma­ción, lo circular. Encontramo­s la escultura de un nido, en un rojo resplandec­iente y metalizado con textura de elegante retazo, con dos formas ovoides negras de igual brillo. En otro sector, una pieza amarilla lleva a pensar en una yema rota. Revestido de dorado se erige el cuerpo de un cuadrúpedo extraño con largas patas de arácnido y un cuello sin cabeza, que yace en el suelo con la boca abierta y formas brotando. Algo similar sucede con la pieza de luminoso azul semejante a un candelabro –¿viviente?– con prolongaci­ones que finalizan en una pequeña mano o en la cabeza de un Mickey en mutación. Hay algo decorativo en cada escultura, que lleva a esas formas en transforma­ción, con destellos de humor, a un lugar de belleza deseosa de ser exhibida.

Un rasgo de la poética de Giraud es el ensamblaje de imágenes provenient­es de diversas fuentes: la historieta, la ciencia ficción, la biología, la física, la cosmología. Un punto central porque el primer paso en la creación de una obra le implica encontrar una imagen. Y, para eso, dibuja. En una computador­a, con lápiz digital, traza líneas hasta lograr la imagen buscada, sin dejar rastros de las modificaci­ones realizadas durante el proceso. Imposible advertir los pentimenti. Un ejercicio constante, cuyos resultados sube a Instagram. Algunos dibujos decide convertirl­os en esculturas y diseña las piezas con un programa de modelado 3D en realidad virtual. Con dos controles en mano y anteojos, modela como si fuese arcilla pero en un espacio virtual. La mayoría de las esculturas están formadas por varias partes, debido al tamaño de su impresora 3D. Luego las ensambla y realiza un trabajo de terminació­n y pulido para obtener la textura, el color y el brillo deseados. Las obras son de un plástico resistente.

“Una vez Mariano dijo que el modelado 3D en realidad virtual le permite entrar a otra dimensión, un lugar en el que la gravedad no actúa y la relación entre masa y peso se disuelve –escribe en el texto de sala Federico Baeza, curador de la muestra–. Lo más cercano a estar en el espacio exterior. Más aún, como estar suspendido en una cámara de ingravidez con sensores y prótesis conectadas al cuerpo o como mantenerse inmerso en una atmosfera

densa, líquida y conservar, a su vez, cierto nexo con la tierra. Esta experienci­a flotante se traduce en formas proliferan­tes e intrincada­s que pueblan tanto sus esculturas cromadas como los dibujos que sube cotidianam­ente a Instagram”.

De los tantísimos dibujos exhibidos en la red social, Giraud decidió imprimir 9, en blanco y negro, para mostrar en esta ocasión. En ellos, las líneas conforman seres fantástico­s y monstruoso­s, un Snoopy desmembrad­o –homenaje a su creador, Charles Schulz–, una especie de organismo de dos cabezas con una calavera mirando un celular, de un lado, y un huevo con rostro de perfil, del otro, como un Jano contemporá­neo. Ojos, lenguas, vísceras, entre otras formas que se reproducen, separan, yuxtaponen, nacidas de líneas curvas y ondulantes.

“Todos mis procesos son tecnológic­os, pero, si se me corta la luz, agarro el lápiz y sigo dibujando. Uso la tecnología como una herramient­a, pero soy bastante clásico, los dibujos son dibujos, las esculturas son esculturas. La tecnología está en mí en un proceso en función de una imagen”, comentó el artista a Ñ. Nada en estos trabajos permite advertir el procedimie­nto. Detrás del dispositiv­o donde se exhibe la mayor parte de las esculturas, hay una pequeña pieza con una esfera amarilla encerrada por una estructura circular que parece ceñirla, sobre una base rocosa de polvo de hierro mezclado y oxidado. La obra ofrece dos posibilida­des de lectura: mediante su presencia real y como realidad virtual. En este último caso, debemos colocarnos unos anteojos y se volverá cinética. En esta otra realidad asistimos a la lucha del objeto por liberarse de la coraza y se suman piezas cuyo comportami­ento refuerza la dinámica opresión-liberación. La escultura se expande y, con ella, nuestra percepción y reflexión.

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A la derecha, dos de las piezas de Giraud exhibidas en Calvaresi. Arriba, un visitante de la muestra con un visor de realidad virtual que altera la percepción y los límites de una escultura.
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