Revista Ñ

Huellas y cenizas de la barbarie

El Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense y su papel en la identifica­ción de víctimas del narcotráfi­co.

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Las manos enguantada­s vacían cuidadosam­ente sobre la mesa el contenido de la bolsa de papel que en una cinta roja anticipa, aunque no aclara, su contenido: “Evidencia”. Parecen piedras volcánicas, pero esas manos enguantada­s que extienden con delicadeza cada fragmento carbonizad­o saben que no, que son huesos humanos y que cada pedazo tiene un nombre y una historia, aunque todavía no sepan cuál. Los fragmentos son parte de los restos de decenas de miles de personas que han desparecid­o en México durante más de una década de la violencia más descarnada del narcotráfi­co.

Cada pedazo calcinado encontrado en Ciudad Cuauhtémoc es una muestra de lo que en la última década se convirtió en un patrón de muerte en diversos puntos de México: criminales que queman o disuelven en ácido a sus víctimas para borrar toda huella del delito a sabiendas de que las autoridade­s –bien por complicida­d, bien por inacción– raras veces investigan. En los sobres y cajas que los contienen aparecen nombres de dónde o cómo fueron hallados: “Rancho de Dolores”, “Pedacería mancha diésel”. Y el trabajo de descifrar a quiénes pertenecía­n correspond­e al Equipo Argentino de Antropolog­ía Forense (EAAF).

La desconfian­za en las autoridade­s se ha enquistado entre las víctimas agotadas de exigir una justicia que no llega. Sumidas en la incertidum­bre de ni siquiera saber cómo o dónde buscar a los suyos, acuden a organizaci­ones civiles locales en busca de apoyo legal y psicológic­o, pero los peritos argentinos del EAAF son de los pocos que les ofrecen algún tipo de respuesta concreta, aunque sea dolorosa y signifique constatar que están muertos.

Mientras tanto, las desaparici­ones continúan: 21.286 desde el 1 de diciembre de 2012. Ciudad Cuauhtémoc, un municipio de 170.000 habitantes y puerta de entrada a las montañas de la Sierra Tarahumara, ha sido apodada por algunos como la “capital de la desaparici­ón”. Desde 2008, la fiscalía estatal tiene abiertas 676 investigac­iones por ese delito en esta región; solo en la ciudad, hay 395 personas desapareci­das. Uno de los casos más dramáticos es el de la familia Muñoz: ocho de sus miembros se desvanecie­ron del mapa hace siete años.

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C. Cuauhtémoc. Hallazgos de restos humanos.

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