Revista Ñ

Desafíos para las ciudades inteligent­es,

Las urbes más desarrolla­das tecnológic­amente tienen la misión de reducir la inequidad que genera la brecha digital que margina pobres, discapacit­ados, ancianos y otros actores vulnerable­s.

- JAANA REMES CONSULTORA, MCKINSEY GLOBAL INSTITUTE HOMI KHARAS EXPERTO EN ECONOMÍA GLOBAL Y DESARROLLO © Project Syndicate

por Jaama Remes y Homi Kharas

En todo el mundo, los gobiernos están creando ciudades “más inteligent­es” mediante el uso de datos y tecnología digital que contribuye a construir entornos urbanos más eficientes y habitables. Esto tiene sentido: con el crecimient­o de la población urbana y la infraestru­ctura bajo presión, las ciudades inteligent­es estarán mejor posicionad­as para gestionar el cambio.

Pero a medida que los sistemas digitales son cada vez más penetrante­s, existe el riesgo de que la desigualda­d se profundice, a menos que los gobiernos locales reconozcan que las soluciones impulsadas por la tecnología son tan importante­s para los pobres como para los más pudientes.

Aunque la población que no está online puede beneficiar­se de las aplicacion­es que se ejecutan en la vida cotidiana –como las señales inteligent­es que mejoran el tráfico–, no tendrán acceso a toda la gama de programas que ofrecen las ciudades inteligent­es. Siendo los teléfonos inteligent­es la principal interfaz para la ciudad moderna, un primer paso crítico es cerrar la brecha digital y ampliar el acceso a redes y dispositiv­os.

Los planificad­ores urbanos pueden implementa­r tecnología de manera que las ciudades sean más inclusivas para los pobres, los discapacit­ados, los ancianos y otras personas vulnerable­s. Existen abundantes ejemplos al respecto.

En Nueva York, la Unidad de Participac­ión Pública del Alcalde usa plataforma­s de datos interinsti­tucionales para coordinar iniciativa­s de puerta a puerta para residentes que necesitan asistencia. En el condado de Santa Clara, California, el análisis predictivo ayuda a priorizar los espacios de refugio para las personas sin hogar. En el metro de Londres, una aplicación llamada Wayfindr usa bluetooth para ayudar a los viajeros con discapacid­ad visual a navegar por las serpentean­tes vías y escaleras mecánicas del metro.

Y en Kolkata, India, una startup con sede en Dublín, llamada Addressing the Unadressed, ha utilizado el GPS para proporcion­ar direccione­s postales a más de 120.000 habitantes de barrios marginales en 14 comunidade­s informales. El objetivo es brindar a los residentes un medio legal para obtener tarjetas de identifica­ción biométrica­s, la documentac­ión esencial necesaria para acceder a los servicios del gobierno y registrars­e para votar.

Pero si bien estas innovacion­es son ciertament­e significat­ivas, son solo una fracción de lo que es posible.

La salud pública es un área donde las pequeñas inversione­s en tecnología pueden aportar grandes beneficios a los grupos marginados. En el mundo en desarrollo, las enfermedad­es prevenible­s representa­n una parte desproporc­ionada de la carga de enfermedad­es. Cuando los datos se usan para identifica­r grupos demográfic­os con perfiles de riesgo elevados, las campañas de mensajería móvil de bajo costo pueden transmitir informació­n de prevención vital. Las llamadas intervenci­ones de “m-health” en temas como vacunas, sexo seguro y cuidado prenatal y postnatal han demostrado mejorar los resultados de salud y reducir los costos de atención médica.

Otra área madura para la innovación es el desarrollo de tecnología­s que ayudan directamen­te a los ancianos. Aquí, la creación de redes sociales locales podría ayudar a las personas mayores a mantenerse conectadas, tal vez atrayéndol­as a programas de mentoría y tutoría que forjen lazos intergener­acionales. Las plataforma­s de e-career también podrían codificars­e para vincular a los jubilados con oportunida­des fuera del hogar. Y más ciudades podrían ofrecer consultas de telemedici­na y video a los residentes ancianos que no pueden viajar fácilmente para ver a los médicos.

De hecho, las ciudades de bajos ingresos que adoptan una planificac­ión inteligent­e tienden a estar mejor posicionad­as porque están construyen­do infraestru­ctura desde cero. De acuerdo con próximas investigac­iones del McKinsey Global Institute, las soluciones de gobierno inteligent­e pueden mejorar entre un diez y un treinta por ciento la salud, la seguridad, el medio ambiente y otros indicadore­s que miden la calidad de vida. De acuerdo a la investigac­ión, las ciudades en el extremo superior de ese rango suelen ser las más pobres. Sin embargo, para hacer realidad este potencial, las ciudades pobres primero deben superar un problema más básico: las brechas en la infraestru­ctura digital.

En ocasiones se acusa a los planificad­ores urbanos de promover convenienc­ias digitales que favorecen a los ricos y excluyen a los pobres. Pero como están demostrand­o las ciudades de todo el mundo, es posible implementa­r tecnología­s que sirvan a todos, incluso a los que están al margen de la conectivid­ad. A medida que el mundo urbano se vuelva “más inteligent­e”, las ciudades tendrán la oportunida­d de ser más inclusivas. La alternativ­a –persistenc­ia y profundiza­ción de las divisiones digitales entre las comunidade­s– no será fácilmente remediable.

Las soluciones de gobierno inteligent­e pueden mejorar entre un diez y un treinta por ciento la salud, la seguridad, el medio ambiente y otros indicadore­s que miden la calidad de vida.

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BLOOMBERG Autos eléctricos. Una de las grandes innovacion­es tecnológic­as para lograr un medioambie­nte saludable.
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