Obra y vida de Sarmiento en el cine,
Del prócer se ha filmado no sólo su vida sino también su obra. Interpretaciones y usos de su figura y sus ideas en películas locales.
de Nicolás Suárez
Rivalizar por el valor de su figura es casi un habitual lugar común de nuestras disputas intelectuales. Sin ir más lejos, un lúcido intelectual vernáculo, crítico acérrimo del actual oficialismo, sintetizaba la resistencia adecuada al régimen ideológico de turno a través de “la espada, la pluma y la palabra”. Figura irónica o sacrosanta, fuente simbólica de esclarecimiento o mistificación, Domingo Faustino Sarmiento es un espectro obstinado; su semblante se perpetúa y sigue siendo el significante vacío al que se le quiere asignar un signo conveniente a intereses específicos. ¿Qué sucede con este personaje conceptual en el cine?
Nicolás Suárez se pregunta y responde a fondo sobre el espacio simbólico que ocupa Sarmiento en el cine, abarcando el período clásico del cine argentino hasta hoy. Dicha empresa implica un relevamiento exhaustivo: examinar 19 títulos que van de 1910 a 2015, atendiendo a discusiones en el ámbito tanto lite-
rario como político. Este laborioso estudio reúne asimismo referencias teóricas diversas, documentos heterogéneos y campos del saber no siempre ligados al cine. Suárez es lo suficientemente honesto para dar a conocer sus cartas, pero se desmarca de los citadores seriales que protegen sus escasas ideas bajo el poder que emanan los nombres de autoridad. Si cita a las divinidades de las ciencias sociales es porque empleará un justificado concepto específico y no quiere faltar a la verdad. Este no es un libro en el que los ape- llidos Rancière o Agamben aparezcan cada dos párrafos.
No se trata solamente de constatar y contrastar los modos de transposición de una obra de Sarmiento y las interpretaciones concomitantes, sino también de examinar la presencia de este como personaje o fantasma en el cine. El sujeto empírico Sarmiento es una cuestión de biógrafos propensos a la reducción psicologista y a la anécdota de color. En la inversión lógica del título se explica un procedimiento por el cual se privilegia al autor de la obra, las formas de subjetividad que de esta se desprenden y las nociones de comunidad que surgen de sus conceptos axiales: civilización y barbarie. Asociar a Sarmiento al peronismo resulta un binomio imposible para cualquiera que haya participado en un debate intelectual en este siglo, pero el trabajo genealógico del autor permite reconstruir contextos y apreciar así las misteriosas piruetas hermenéuticas por las que pasó el presunto padre de la educación argentina. Lo que hoy es barbarie fue alguna vez su opuesto.
Tras una lacónica pero fundamental introducción, en tanto explicita un procedimiento y una intuición general, el libro se divide en tres unidades bien diferenciadas. “Versiones de Facundo” revisa la figura histórica y conceptual de Facundo Quiroga, que prodiga la antinomia complementaria del apolineo valor semántico de Sarmiento como un nombre recostado en el vocablo “civilización”. “Imágenes de Sarmiento” es el contrapunto al bloque precedente: traza los modos en los que el prócer ha ad- quirido un “rostro” en el cine y asimismo las nuevas formas de comunidad surgidas en un período que arranca hacia 1944, tiempo en que se filmó Su mejor alumno, de Lucas Demare. La originalidad de la lectura que propone Suárez es innegable, no menos que la precoz erudición con la que sustenta su análisis. El último “episodio” del libro se concentra en las últimas décadas del cine argentino y analiza películas recientes como Opus, El hombre robado, Todos mienten, Escuela Normal, Después de Sarmiento, entre otras. El temple estilístico de Suárez se vuelve aquí más polémico, como si la cercanía lo obligara a discutir en otra sintonía, porque él mismo ha sido testigo de los recientes usos de Sarmiento y su propia conciencia histórica no está exenta del límite ontológico desde donde piensa, algo de lo que es consciente cuando señala algunos problemas respecto de cómo ciertos cineastas “leen toda la historia en clave de presente”. De aquí se predica el casi imperceptible cambio de tono de la última parte.
La gran virtud de Obra y vida de Sarmiento en el cine desborda involuntariamente su propósito; leyéndolo se aprende a mirar cine y a la vez a percibir que todas las películas son expresiones e inscripciones de un tiempo no reducibles al inventario de una mera historiografía.