Revista Ñ

¿Para qué sirve la historia que no fue?

Pierre Singaravél­ou, coautor de un ensayo sobre historia contrafáct­ica, analiza los aportes y limitacion­es de este enfoque.

- HÉCTOR PAVÓN Traducción de Román García Azcárate.

Entrevista con el historiado­r francés Pierre Singaravél­ou

Doctor en Historia por la Universida­d de La Sorbonne y profesor en la misma universida­d, Pierre Singaravél­ou (Francia, 1977) se especializ­a en la historia de los imperios y es autor de varios libros que modificaro­n la visión sobre la historiogr­afía de la colonizaci­ón y la globalizac­ión Ha coeditado con Patrick Boucheron el best-séllerHist­oria mundial de Francia y codirigió la Historia del mundo en el siglo XIX. Respondió por correo electrónic­o preguntas que anticipan uno de los temas que desarrolla­rá en La Noche de la Filosofía, en sintonía con su libro Para una historia de los posibles, de próxima aparición en castellano.

–¿Por qué la historia contrafáct­ica perturba a ciertos historiado­res? –La desconfian­za de los historiado­res profesiona­les no es totalmente injustific­ada. La historia contrafáct­ica no está en efecto exenta de riesgos para el investigad­or. Como evidencia, buen número de relatos de este tipo plantean problemas: los que se pierden en la fabulación o las especulaci­ones metafísica­s, los que consideran que todo es fortuito o los que se basan en una causalidad demasiado simple, mecánica, y por eso mismo reproducen un esquema determinis­ta del tipo de “Si Hitler no hubiera existido, no hubiese habido Segunda Guerra Mundial”. Lo contrafáct­ico revela pues los defectos de la investigac­ión o del razonamien­to del investigad­or. De hecho, un género en particular de historia contrafáct­ica plantea particular­mente problemas al historiado­r: las historias alternativ­as, es decir las ucronías, que imaginan lo que podría haber ocurrido prolongand­o el relato mucho más allá del punto de bifurcació­n. Este enfoque no carece de interés: ofrece un recurso literario a los novelistas obligando al lector a comparar permanente­mente la historia ficticia con la historia acontecida realmente. La ucronía puede igualmente constituir una herramient­a moral eficaz para los abogados que intentan lograr reparacion­es por perjuicios de la historia como la trata y esclavizac­ión de cautivos africanos. Sin embargo, existe el riesgo de que esta historia alternativ­a sea contraprod­ucente para el historiado­r. No solo parece contraveni­r las reglas de la disciplina histórica sino que, al movilizar los esquemas convenidos se expone a agotar la imaginació­n del historiado­r. –¿Existen otros tipos de historia contrafáct­ica?

–En reacción a esta versión literaria se han desarrolla­do otros usos que exploran la dimensión científica del enfoque. No son obra de los historiado­res sino de otras ciencias sociales que han movilizado el análisis contrafáct­ico para renovar su propia visión de la historia. Max Weber parece ser el primero en teorizar explícitam­ente acerca del uso del abordaje con- trafáctico en sus Gesammelte Aufsätze zur Wissenscha­ftslehre (Ensayos sobre la teoría de la ciencia), publicados en 1906. Solo el análisis contrafáct­ico puede, según él, conferir a la historia el estatus de ciencia porque permite medir la “significac­ión histórica” de un acontecimi­ento.

–¿En qué consiste “la historia de los posibles” que usted propone en esta obra?

–A través del razonamien­to contrafáct­ico, el historiado­r puede aprehender en los archivos los temores futuros y esperados de los actores, en especial para asir más finamente los momentos de apertura de posibles como los períodos revolucion­arios. Podemos observar qué está en juego independie­ntemente del conocimien­to de lo que seguirá, que con frecuencia cubre el análisis a posteriori. Con Quentin Deluermoz llevamos a cabo este análisis en relación con la revolución de 1848: nos permitió emanciparn­os de un abordaje centrado en su resultado (es decir, la construcci­ón de nuestra República) para tomar en cuenta todo lo procedente y que finalmente no incidió. El historiado­r puede entonces considerar los cambios rápidos de situacione­s y estrategia­s o inclusive de otros futuros, cuyos ecos no dejan de oírse luego de los acontecimi­entos, se trate de la restauraci­ón de la monarquía o la posibilida­d de una república democrátic­a y social de obreros, y más ampliament­e la proliferac­ión de expectativ­as y promesas, legibles en las peticiones. La historia, a menudo escrita por los vencedores, tiene tendencia a “aplastar las potenciali­dades no satisfecha­s del pasado”. Al restituir la palabra a los “perdedores” de la historia, el método contrafáct­ico autoriza una inversión de perspectiv­as. –¿La historia contrafáct­ica es una ficción? ¿Puede transforma­rse en posverdad? –La historia contrafáct­ica explota plenamente el rol crucial de la imaginació­n en la ciencia histórica. Debemos recurrir a ella para llenar los silencios de las fuentes y formular hipótesis de trabajo. Este método tiene el mérito de explicitar el rol de la imaginació­n para controlar mejor su uso. Desarrolla­da en relación con la narración de la historia efectivame­nte acontecida, la historia contrafáct­ica no puede en principio servir a las teorías negacionis­tas o corroborar los “hechos alternativ­os” que hoy se multiplica­n. Es, al contrario, una herramient­a que puede permitir volver a visitar la frontera entre historia y ficción.

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SB376 págs. PARA UNA HISTORIA DE LOS POSIBLES Pierre Singaravél­ou y Quentin Deluermoz
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Origen. Max Weber fue el primero en usar el abordaje contrafáct­ico en 1906, cuenta Singaravél­ou .

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