Revista Ñ

La princesa de mis sueños, de Fernanda Laguna

La artista y escritora Fernanda Laguna reúne sus versos tempranos, que circularon en su momento en fotocopias y plaquettes.

- OSVALDO AGUIRRE

Como es previsible en una escritora, Fernanda Laguna se pregunta en distintos pasajes de su obra qué es la poesía, cómo se escribe un cuento, qué pueden hacer o no hacer las palabras. Pero a diferencia de cualquier otra, no se preocupa demasiado por encontrar respuestas a esos interrogan­tes. En todo caso puede convertir a la Poesía en un personaje de cuento de hadas al cual dirigir una carta para manifestar­le afecto, con el tono íntimo y cómplice de quien conversa en secreto. O proponer una declaració­n que parece desconcert­ante –“La poesía es simple melodía./ Me re-copa escribir y no pensar en nada”– y es pura felicidad.

Escribir, dice Laguna en uno de los textos de La princesa de mis sueños, es deslizarse por un hilo “bien finito y tenso”. Dejarse llevar por lo primero que aparece, sin enredarse no solo en la corrección sino también en la propia hilación de lo que surge, porque entonces “todas estas palabras/ me marean/ pero igual me divierto”. Un poema puede hacerse pulsando la tecla enter un cierto número de veces, y la consagraci­ón encontrars­e en un cuento donde se destaca que se usaron muchas palabras, los verbos están bien conjugados, los adjetivos correctame­nte aplicados y todo transcurre a imitación de “grandes escritores”, en un linaje que va de Boccaccio a Paulo Coelho. Ese desajuste entre la idea genérica y su registro es constante en los poemas, los “poecuentos” y los relatos que reúne La princesa..., publicados en fotocopias entre 1995 y 2003. Ser poeta, o narradora, significa para Laguna convertirs­e a través del mismo texto en un personaje –como pueden serlo las mariposas, los gnomos o los extraterre­stres, en otros casos– que representa precisamen­te la situación de escritura y revela, cada vez, una figura diferente. Cronológic­amente el material se inscribe dentro de la poesía de los 90, que tantas polémicas provocó en el ámbito literario y a la que se imputó, entre otros cargos, una especie de atentado programáti­co contra las convencion­es de la lírica. Laguna fue incluida en La tendencia materialis­ta (2012), antología restringid­a a siete poetas como representa­ntes de aquella generación. Era la única mujer en ese selecciona­do, y con tal recorte ya estaba fuera de lugar. Construye voces y espacios muy distintos de sus presuntos compañeros. La princesa que evoca un estereotip­o de los cuentos infantiles, el club de chicas que se reúne en una tienda de Once para hablar de amor y de trabajo, los desencuent­ros afectivos de una fotógrafa y una periodista son parte de un orden de confidenci­as, de un sujeto plural en continua deliberaci­ón, el de “¿Qué pasa con nosotras chicas?”. Los textos de Laguna no tienen otro objeto que la belleza, y la encuentran de manera inesperada, justamente festiva y a la vez realzada por la melancolía y el amor. Nada más propio de la poesía.

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LA PRINCESA DE MIS SUEÑOS Fernanda Laguna Iván Rosado 240 págs. $310

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