Para no abrigar el olvido.
Valeria Budasoff y Myriam Jawerbaum presentan obras hechas a partir de frazadas, intercambiadas con gente en situación de calle.
A propósito de una exposición en el Centro Cultural de la Memoria
Es raro: uno entra en el enorme espacio del Conti para ver una muestra de arte y se encuentra con la representación de lo que ve todos los días, a toda hora, en la calle. Gente que duerme en la calle. En realidad, gente que vive en la calle y hace todo en la calle. Pero -nuevamente, es raro- nos llama la atención no porque es gente que hace todo en la calle sino sólo porque duerme en la calle. O quizá sea que sólo los vemos dormir en la calle porque no hacen mucho más que dormir, cubrirse en cualquier rincón con una frazada y dormir. ¿O quizá no duermen y se cubren sólo para desaparecer, para que nadie los vea dormir en la calle, estar en la calle, vivir en la calle, ser en la calle?
La palabra clave es “invisibilización”. Se dice que quienes duermen en la calle son -están, si se es más optimista- “invisibilizados”. Sin embargo, no son ni están invisibles, todos los vemos todo el tiempo y en todo lugar: al pie de una vidriera, en una plaza, en un pasillo del subte, debajo de una autopista, en cualquier umbral, en el espacio de los cajeros automáticos... La palabra clave es invisibilización, pero no parece muy precisa ni muy afortunada. Los vemos. No son ni están invisibilizados aunque suele cubrirlos (¿ocultarlos?) una frazada. Pero los olvidamos en el instante mismo de verlos. No son invisibilizados. Son olividados. La muestra Frazadas de Valeria Budasoff y Myriam Jawerbaum, que puede verse con curaduría de Sergio Bazán en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, nos los recuerda, como corresponde a todo centro cultural de la memoria.
Porque nosotros, los que no nos cubrimos con una frazada para dormir o no dormir en cualquier calle de Buenos Aires, somos gente que tiende a olvidar incluso lo que está presente cada día delante de sus ojos y necesitamos que nos lo recuerden.
El mecanismo de recordación al que recurren Budasoff y Jawerbaum es por sustracción o, más bien, por sustitución: los olvidados no están, están sus frazadas, son ellas las que muestran su ausencia. El espacio del Conti donde se exhibe la muestra es gigantesco, un enorme rectángulo de techos altísimos. Allí, las artistas y el curador han distribuido, individualmente o en grupos, bultos, volúmenes envueltos en frazadas. Cada bulto puede entenderse como una persona, cada grupo, como una familia o una reunión de personas. Algunos son pequeños y hacen pensar en niños. Hay una notable ausencia de color, todas las frazadas tienden al gris y a los colores tierra, lo que produce una sensación de uniformidad, de falta de individuación. ¿Acaso no es eso lo que produce el olvido? ¿Importan el nombre, la identidad de quien vive en la calle? ¿Le importan a él?
El espacio de la exposición está dividido por un muro detrás del cual ya no hay bultos hechos con frazadas sino frazadas extendidas una junto a otra, como alfombras. Uno de los lados del muro es negro como un pizarrón y sobre él los espectadores participan escribiendo con tiza sus comentarios u opiniones, a veces pertinentes y otras no tanto: “Quiero ayudar”, escribe alguien; “Aborto legal, seguro y gratuito”, escribe otro. “Gracias por la mirada del abrigo, del calor y del amor”, dice un tercero. No faltan citas sociológicas y párrafos de canciones de protesta.
La presencia de las frazadas en el espacio de la exposición genera sentidos y pone en blanco sobre negro corrimientos y descolocaciones. Cuando alguien por necesidad o porque no le ha quedado otro lugar en el mundo se instala con sus pocas cosas y con su vida en la calle, está en parte convirtiendo un espacio público en un espacio privado. Cierto: es un espacio privado dramáticamente deficiente, lleno de carencias, sin límites ni intimidad, penetrable y visible por todos. Pero no deja de ser su espacio privado. Y ese espacio privado en el espacio público es perturbador, fuera de lugar para decirlo casi literalmente. De la misma manera, llevar la situación de calle de una persona al espacio de exhibición de un museo puede depertar la pregunta: ¿por qué esta nueva descolocación?
“Frazadas -dicen las artistas- es un proyecto artístico social pensado como una acción urbana. Luego de muchas noches en que Myriam observaba la llegada de una mujer que dormía en la entrada del garaje de la casa de sus padres, se empezó a gestar la necesidad de hacer algo con esa situación. Decidimos intercambiar con la gente en situación de calle dos mantas nuevas a cambio de la que usaban para cubrirse y alguna información sobre su historia personal, siendo una acción horizontal entre pares. Fueron 37 intercambios que se desarrollaron durante 3 inviernos, entre 2011 y 2013”. Parte de las historias recogidas en esos intercambios se ven en videos reproducidos en 4 pantallas en la sala.