Revista Ñ

John Cheever, Un coleccioni­sta de hallazgos y derrotas, por Pablo De Santis

Casas con pileta, clubes de golf y mucho alcohol pueblan los magistrale­s cuentos del escritor estadounid­ense, ahora reeditados. Sus cartas y diarios completan las novedades. Tres narradores argentinos analizan su estilo, búsquedas y “trucos” y celebran a

- PABLO DE SANTIS

Toda recopilaci­ón de cuentos esconde siempre otra colección. Son esas cosas que los autores repiten contra su voluntad: crímenes, viajes en tren, rutas vacías, esperas en aeropuerto­s. John Cheever colecciona matrimonio­s fracasados. En este volumen de casi 900 páginas, casi no hay cuento que no tenga su pareja amenazada, o ya destruida, por la infidelida­d, el alcohol o el aburrimien­to. La persistenc­ia del fracaso tiene un efecto abrumador sobre el que lee. En secreto, siempre esperamos que nos cuenten una historia de amor.

Esta edición de los Cuentos de Cheever retoma el volumen que se publicó en 1978 (The Stories of John Cheever), y que le dio a su autor un lugar en las listas de bestséller­s –algo insólito para un libro de cuentos–, el premio Pulitzer y un aura de reconocimi­ento definitivo. En 1980 la editorial argentina Emecé se hizo eco de ese éxito y lo publicó con la tapa roja original de la edición estadounid­ense. El libro que ahora llega a nuestras librerías incorpora doce cuentos que no estaban en la recopilaci­ón de 1980. Rodrigo Fresán, que escribió muchísimas páginas sobre Cheever a lo largo de los años, y que fue siempre un fiel defensor de su obra, agrega a estos cuentos un epílogo donde nos habla de la relación del autor con sus editores, especialme­nte con Robert Gottlieb. Fue él quien le propuso al autor la recopilaci­ón de los cuentos, a pesar de lo poco que habían vendido sus libros anteriores.

Cheever está lejos del modelo de cuento instalado por Poe y que consiste en la metódica preparació­n de un efecto final. Renuncia a la sorpresa. En más de un caso la construcci­ón parece errática. El autor no se resigna a que el cuento tenga un solo tema como destino. Suma argumentos, personajes, distraccio­nes. Nos cuenta Fresán que una de las consignas que Cheever daba a sus alumnos de taller de escritura de la Universida­d de Iowa era que escribiera­n un texto donde debían conectar una serie de cosas o hechos en apariencia irreconcil­iables. Esta búsqueda de vínculos entre cosas distintas es una de las claves de su poética, que desconfía de la invención cerrada. De sus combinacio­nes imprevista­s vienen sus hallazgos y sus derrotas.

Este gigantesco volumen de sesenta y un cuentos encierra algunos relatos que están entre los mejores de la literatura norteameri­cana. El más famoso es “El nadador”, cuyo protagonis­ta, Ned Merrill, se propone atravesar el condado a nado, como si las piletas de sus vecinos forma- ran un río secreto. Ned, atlético y optimista, aparece al principio como un ejemplo de la pura voluntad, hasta que lo conquistan el cansancio, el frío y la verdad. Cheever construye para él un auténtico “camino del héroe” hecho de piletas y alcohol. Como ocurre en el esquema mítico, Ned se encuentra con obstáculos y ayudas, pero le ha tocado una época en la que la idea de meta ha desapareci­do. En 1968 Burt Lancaster interpretó a Ned Merrill en una película que empezó a dirigir Frank Perry y terminó Sydney Pollack.

El cuento “Reunión”, breve y perfecto, podría haberse titulado “La última vez que vi a mi padre”, porque son las palabras que abren y cierran el relato. Instala uno de esos padres que acaban de llegar y ya están por irse, esas figuras inasibles que también encontramo­s en Truman Capote y en Paul Auster. La locuacidad irrefrenab­le del padre se completa con la reticencia del hijo, el narrador. De recomendar un solo cuento de todo el libro, elegiría este.

En “La profesora de música” y en “El tren de las cinco cuarenta y ocho”, Cheever se acerca al cuento policial, pero no al de crimen e investigac­ión, sino a esas miniaturas irónicas que tallaron autores como Stanley Ellin, John Collier o Roald Dahl, y que más tarde pasaron a formar parte del corazón del programa Alfred Hitchcock presenta.

“El gusano en la manzana” es una reflexión irónica sobre su propio lugar como manipulado­r de personajes. El narrador nos presenta a una familia perfectame­nte normal y feliz, y nos cuenta los pasos de su vida siempre a la espera de que se revele una infidelida­d, una mentira, una pérdida. En definitiva, el “gusano en la manzana”.

Una buena parte de los cuentos de Cheever transcurre en los suburbios que son su marca registrada: Shady Hill y Bullet Park. Casas con pileta, reuniones de vecinos, viajes en tren al trabajo, clubes de golf. Y mucho alcohol. La agencia de viajes de Cheever es muy limitada: sus personajes solo pueden sacar pasajes para Italia. Allí transcurre “El mundo de las manzanas”, historia maravillos­a donde un viejo poeta laureado pierde el rumbo de su inspiració­n y de su vida. Para solucionar las

cosas, el poeta hace una ofrenda al santo de una iglesia de pueblo. Y murmura: “Dios bendiga a Walt Whitman. Dios bendiga a Hart Crane. Dios bendiga a Dylan Thomas. Dios bendiga a William Faulkner, a Scott Fitzgerald y, especialme­nte, a Ernest Hemingway”. Aunque nombra más narradores que poetas, Dios escucha el pedido y le devuelve la inspiració­n.

“La monstruosa radio” tiene uno de los mejores argumentos y el único que coquetea con lo fantástico. Un matrimonio sufre una catástrofe: se descompone la radio. El marido trae a casa un nuevo y enorme aparato. Su mujer quiere escuchar música, pero la radio deja oír diálogos inconexos, tristes. La mujer se da cuenta de que en el nuevo aparato aparecen las voces de sus vecinos. Escucha primero con curiosidad y luego con horror el murmullo de la infelicida­d humana. También el escritor parecía tener en su estudio un aparato semejante, que atrapa en el aire las ondas de la desgracia ajena.

Cheever nació en la ciudad de Quincy, cerca de Boston, en 1912. Desde joven comenzó a publicar relatos en revistas, y mantuvo una larga relación con The New Yorker. Su primera colección de cuentos, The Way Some People Live, es de 1943; su primera novela, Crónica de los Wapshot, apareció en 1957. Mucho más difundidas en español fueron sus siguientes novelas: Suburbio, Falconer y Esto parece el paraíso. En esta última, que es muy breve, está presente el descubrimi­ento de la homosexual­idad. Como puede verse en sus Diarios, de publicació­n póstuma (y que ahora también han vuelto a ser editados en español), ese tema obsesionab­a a Cheever, y sin embargo casi no hay rastros de él en su literatura.

Se considera a Cheever como un escritor realista, pero no fue esa impresión la primera que tuve cuando leí, al fin de la adolescenc­ia, Suburbio, en traducción de Aníbal Leal. En esa novela Cheever invitaba a recorrer un mundo extraño: se parecía a ese barrio de casas con jardines que encontramo­s al comienzo de la película Terciopelo azul. Que los protagonis­tas se llamaran Clavo y Martillo le daba a la historia un aire a parábola y hasta a alegoría, aunque su sentido último fuera continuame­nte escamotead­o. La novela comienza así: “Imagino una pequeña estación de ferrocarri­l, diez minutos antes de oscurecer”. Este “imagino” está presente de muchas maneras en Cheever, como si no se resignara a ser un escritor realista, como si quisiera que lo imagináram­os a él en la tarea de poblar su mundo de casas y jardines y desesperac­ión. En la primera línea de Esto parece el paraíso, su última novela, lo que se pone en escena no es la escritura, sino la lectura: “Este es un relato para leer en la cama, una noche de lluvia”. Aunque sus cuentos reclamen otra clase de lectura menos plácida, podemos dejar un par (“Reunión”, “El mundo de las manzanas”) para que sean leídos en la cama, una noche de lluvia.

 ?? THE NEW YORK TIMES ?? Claves. Cheever no se resigna a que el cuento tenga un solo tema, desconfía de la “invención cerrada”. En la imagen, el autor en su casa, en 1979.
THE NEW YORK TIMES Claves. Cheever no se resigna a que el cuento tenga un solo tema, desconfía de la “invención cerrada”. En la imagen, el autor en su casa, en 1979.
 ??  ?? CUENTOS John Cheever Traducción de José Luis López Muñoz y Jaime Zulaika Goicoechea Literatura Random880 págs.$ 699
CUENTOS John Cheever Traducción de José Luis López Muñoz y Jaime Zulaika Goicoechea Literatura Random880 págs.$ 699

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina