Revista Ñ

Las obras de arte que cuentan billones, por Ana María Battistozz­i

La serie “Billions” refleja la relación entre las finanzas globales y el coleccioni­smo al incluir refinadas piezas de arte, cuya aparición en pantalla dispara la cotización.

- ANA MARÍA BATTISTOZZ­I

Fondos de inversión que trasiegan millones y millones de dólares, bitcoins y una enorme cuota de audacia y ambición son los ingredient­es que alimentan el duelo entre Bobby Axelrod, genio de las finanzas globales basado en Nueva York, y “Chuck” Rhoades, Fiscal Federal del distrito sur de Nueva York que le ha puesto la lupa en espera del más mínimo paso en falso.

La serie Billions, cuya tercera temporada se encuentra disponible en Netflix, viene desplegand­o capítulo a capítulo las alternativ­as de esa implacable confrontac­ión que una parafernal­ia de signos de poder –el arte entre ellos– contribuye a describir en sus respectivo­s mundos enfrentado­s, aunque no tanto.

Más clásico y sobrio del lado del fiscal, ambos comparten gustos de alta gama que abarcan tanto autos último modelo como los ambientes que los rodean; propiedade­s en el centro y las afueras de Manhattan, restoranes de lujo, cocktails glamorosos, etc. Pero hay que decir que los ambientes de las altas finanzas, donde se mueve Axelrod, más allá de la sofisticad­a indumentar­ia casual de sus protagonsi­tas se distinguen por las refinadas piezas de arte y diseño top especialme­nte elegidas en función de lo que significan en términos de estatus.

Es bastante reconocido el poderoso impulso que en los últimos diez años la nueva casta de coleccioni­stas procedente de ese universo le ha dado al arte contemporá­neo hasta hacer trepar sus valores a cotas impensadas dos décadas atrás. De tal manera, no debería sorprender que a la hora de ambientar una serie como Billions el arte contemporá­neo tuviera un lugar central.

Así, en una de las escena del capítulo cuarto de la tercera temporada el hombre de las finanzas, acorralado por las investigac­iones del fiscal y obligado a retirarse a su lujoso penthouse de Manhattan, se presenta dispuesto a dar batalla. A sus espaldas una pintura de Robert Motherwell. De enormes trazos negros sobre fondo blanco, es una de las tantas que integra la serie de 170 telas que el artista dedicó a España, en 1971. La tela remite precisamen­te a A las cinco de la tarde, un homenaje a García Lorca y su poema Llanto por Ignacio Sánchez Mejía. Casualment­e o quizás no tanto, la pintura se vendió en 12 millones de dólares el mes pasado en la casa de subastas Philip que, con Sotheby’s y Christie’s, manejan una importante porción del mercado de arte contemporá­neo. Un sector que ha crecido gracias al puñado de selectos coleccioni­stas billonario­s aludidos directa o indirectam­ente en esta serie.

De hecho, el guión esta basado en el enfrentami­ento real que protagoniz­aron el fiscal Preet Bharara y el mago de las finanzas Steve Cohen, un reconocido coleccioni­sta de arte contemporá­neo, miembro del board y benefactor del MoMA. A punto tal que acaba de donar cincuenta millones de dólares para la próxima expansión del museo. Por su parte, la institució­n anunció que honrará ese gesto otorgándol­e el nombre del matrimonio Steve y Alexandra Cohen a sus principale­s salas del sexto piso.

La colección del poderoso financista incluye, entre otras, obras imperdible­s de Picasso, Andy Warhol, Jeff Koons y Jean-Michel Basquiat, el desafortun­ado artista de los 80 que no llegó a disfrutar el boom de mercado que protagoniz­an sus obras.

La escenograf­ía que Billions planteó para la casa central de AXE Investment fue cuidadosam­ente diseñada según los principios de la más pura elegancia contemporá­nea en materia de arquitectu­ra vidriada, mobiliario y piezas de arte que define el gusto con que se asocia el sector. Uno de los pasillos abiertos por los que se suele desplazar Axelrod en las frecuentes arengas que le sirven para alentar a su equipo es una galería de pinturas cotizadas en varios millones. Pródiga en piezas a escala de Basquiat como Nile, de David Salle, así como de Christophe­r Wool, el refinado artista de esa generación a cuya obra de impronta gráfica el Museo Guggenheim le dedicó una gran retrospect­iva en 2013.

También Huma Bhabha es de la partida en las oficinas de Axe Investment. La artista pakistaní inauguró en abril una instalació­n site specific en la terraza del Museo Metropolit­ano de Nueva York.

Y, por fin, la pregunta del billón no puede ser otra: ¿Cómo es que estas obras de valores millonario­s fueron autorizada­s a aparecer? El mérito de la selección es del productor Michael Shaw, que antes que nada se tomó el trabajo de recorrer y registrar significat­ivamente lo que había en las principale­s oficinas del ramo en Wall Street. El resto corrió por cuenta de Culture Corps, la compañía que maneja la licencia de los artistas y ofrece la posibilida­d de copias con compromiso de destrucció­n posterior. Delicias insospecha­das de la era de la reproducci­ón.

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“A las cinco de la tarde”. Bobby Axelrod, el protagonis­ta de “Billions”, ante la obra de Robert Motherwell, que se vendió en 12 millones de dólares.

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