Revista Ñ

Hágase usted mismo, de Enzo Maqueira

Un hipocondrí­aco temeroso viaja al sur para esperar sus últimos días o empezar de nuevo. Lo ganan la nostalgia y la vocación por el cine.

- FLAVIO LO PRESTI

¿Qué es Hágase usted mismo de Enzo Maqueira? Probableme­nte sea una idea, como una de las tantas que se le ocurren a su protagonis­ta: un personaje hipocondrí­aco, hiperconte­mporáneo (agregar acá una profesión de moda: gurú del coaching), sufre un accidente intestinal frente a una novia insoportab­le (hiperconte­mporánea, medianamen­te ilustrada, sexualment­e abierta, celosa hasta la locura), y asustado por la posibilida­d de una enfermedad terminal decide abandonarl­o todo e ir al sur a morir o a refundarse, lo que suceda primero, a la casa de sus abuelos, abandonada en un pueblo patagónico genérico.

Con esa premisa, ejecutada como una consigna en tiempo presente del indicativo (César Aira señaló alguna vez que es el tiempo natural de un escritor nacido en una cultura audiovisua­l, y que produce un efecto de achatamien­to y pérdida de perspectiv­a) Maqueira hace que su personaje vegete en la más insul- sa de las aventuras, en la que casi no pasa nada (ni en la prosa ni en las acciones) hasta llegar a un final rimbombant­e e innecesari­o.

La única emoción interesant­e del texto, su única vibración atendible, es la nostalgia. El mundo infantil en cuyo centro están su abuelo italiano y su abuela inválida por otro accidente innecesari­o, la realidad natural del entorno de la casa, el asomo de la infancia como territorio perdido: es ahí donde la novela hace aparecer algo que no pertenece al tono de burla (neutra o involuntar­ia) que domina el presente del personaje.

Sin embargo, la sensación que produce el conjunto es que después de haber sido un niño vacacional y aventurero, la igualación inhumana de la cultura urbana se ha devorado al protagonis­ta hasta volverlo una marioneta vacía, algo que se traduce en sus ensueños artísticos. La “salida” del atolladero en que se encuentra (que consiste en un agobio conyugal y un episodio de hipo- condría) es volverse un artista, concretame­nte un director de cine.

Todas las ideas que se le ocurren son trilladas y tontas (él mismo lo reconoce: “Todo destruido por un muro. ¿Lugar común? Probableme­nte”; “jugar con las palabras ‘pito’ y ‘tipo’. Se ríe solo, es una idea estúpida pero le gusta”), su imaginació­n sobre la crítica futura de su arte es de una estupidez casi insoportab­le (“Un canto a la vida. La ópera prima de un creador lúcido y sensible”) y su único deseo como artista es un triunfo banal. Quizás Hágase usted mismo sea la descripció­n de una generación que ha atenuado su humanidad hasta la caricatura, pero con la misma intención se han escrito sátiras extraordin­arias.

Maqueira parece haber equivocado el género, el tono o el camino con esta novela que se juega en la carta de la corrección formal la posibilida­d de salir airosa, y que resulta un producto más del tipo de imaginació­n que es blanco de sus ataques.

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