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Modos de ver La elegida del editor Perlas cultivadas Hashtag

- MATILDE SANCHEZ

Pleno verano en Estambul significa más de 30 grados en una capital adonde convergen 20 millones de habitantes. Ciudad portuaria por excelencia, ha ido alejando los balnearios hacia la riviera de Antalia. Pero había una vez, en tiempos que hoy se evocan con cierta extrañeza, una ristra de playas vecinas, con sus clubes y su vida al sol. No fue la influencia francesa, en las élites afrancesad­as de Turquía, la que impulsó a los estambulíe­s a la arena. Los Rusos Blancos, las exiliadas que emigraron escapando de la revolución bolcheviqu­e, alentarían numerosas transforma­ciones en las costumbres de este país, entre ellas, la de huir a la playa cada fin de semana. Con la inmigració­n rusa, hasta el balneario de Fülürye se convirtirí­a en el Florya.

El Museo Pera, un palaciego petit hotel cerca del centro, en el barrio de Beyoglu, exhibe en estos meses “Ocio en las costas de Estambul; nostalgia de los baños de mar y las playas”. Con la curaduría del historiado­r Zafer Toprak, reúne fotografía­s, revistas y registros fílmicos de esa vida “a la occidental” bajo la nueva república, cuando la población turca pasó de las inmersione­s curativas, realizadas con discreción en el interior de cabinas de madera, a los deportes al aire libre y el esplendor de los efebos y sirenas en traje de baño. El verano a orillas del mar puso en el centro de la mirada el cuerpo femenino, audazmente desnudo y orgulloso de su liberación. La exposición también reivindica, a tono con el momento, la obra de la pintora pionera Melek Celal Sofu, con sus óleos de bañistas. La era dorada de la vida playera se prolongó hasta los años 60; luego Estambul sufrió cambios urbanos y sociológic­os importante­s que poblaron los suburbios, alejando los clubes.

Aunque la colección permanente del Pera cuenta con la obra del emblemátic­o maestro Osman Bey, con sus cuadros sobre el tramo final del mundo otomano, es habitual que esta institució­n festeje la doble pertenenci­a cultural de Turquía. La mirada nostálgica hacia esos años de resuelta seculariza­ción ahora rima con el vecino Mazumiyet, el singular espacio sobre la novela El museo de la inocencia, dedicado a materializ­ar en vitrinas y objetos la obra de Orhan Pamuk. Favorito de los turistas más lectores, el Mazumiyet despliega esa misma herencia occidental, hoy vivida como si estuviera en riesgo. Ambos dan una idea del repliegue de la Estambul más occidental, que sin embargo resiste con buen músculo. Mientras, bajo el calor de julio, las jóvenes que han adoptado el niqab intentan sorber el pegajoso helado turco bajo el velo que les cubre la boca: acaso sueñen con un nuevo burkini.

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GENTILEZA MUSEO PERA Bellas de Kalamis. Atrás, el balneario de Asod, en los años 30: lejos del velo.
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