Revista Ñ

Latinoamér­ica frente al canon europeo.

El Museo de Arte Moderno inauguró su ampliación con una gran muestra que pone en diálogo 500 obras de su acervo y del MMK, su par de Frankfurt.

- ANA MARIA BATTISTOZZ­I

Sobre la muestra “Historia de dos mundos” en el Mamba

Configurar nuevas cartografí­as o reconfigur­ar las precedente­s ha sido acaso una de las ideas que sobrevoló de modo más recurrente las iniciativa­s curatorial­es de las últimas décadas. Tanto las impulsadas desde los lugares en que fueron diseñados los mapas canónicos de la historia del arte moderno y contemporá­neo como desde los que pujaban por desarticul­arlos para hacerse un lugar en esa historia que no es una sino la suma de muchas.

Aprovechar las circunstan­cias de la ampliación del Museo de Arte Moderno con la multiplica­ción de sus espacios para ofrecer una generosa visión de los diferentes aportes a esas historias a lo largo de algo más de cuatro décadas (19441989) desde una perspectiv­a preferente­mente latinoamer­icana no es una cuestión menor. No sólo porque invierte los términos del protagonis­mo EE.UU.-Europa del Norte a los que nos tuvieron acostumbra­dos las institucio­nes canónicas del llamado mainstream, sino porque pone en evidencia los límites, de visión o, –en nuestro caso, de recursos económicos– que dejaron grandes vacíos en las coleccione­s de uno y otro lado que hoy sólo es posible salvar a partir de estrategia­s de colaboraci­ón institucio­nal

Uno de los mayores méritos de la exhibición del Moderno, curada en forma conjunta por su directora Victoria Noorthoorn, el curador “senior” “de la institució­n Javier Villa y el curador del MMK (Museo de Arte Moderno) de Frankfurt, Klaus Görner, es justamente haber operado desde ese supuesto que la era de la globalizac­ión tornó imprescind­ible.

Historia de dos mundos: arte experiment­al latinoamer­icano, 1944-1989. se presenta como un diálogo con la colección MMK, donde se exhibió entre noviembre del año pasado y abril de este año. Aunque en rigor es mucho más que eso. Es un abanico de diálogos que se abre al integrar unas quinientas obras de unos cien artistas procedente­s de coleccione­s privadas y públicas como el Museo de Bellas Artes y el MALBA de Buenos Aires, la Pinacoteca de San Pablo, la Fundación Daros, Lucio Fontana y otras tantas institucio­nes de América Latina, Estados Unidos y Europa.

Si bien el panorama que exhibió la institució­n alemana en Frankfurt debió poner de relieve los vacíos de la propia colección que, por sí sola no hubieran hecho posible una narrativa como la propuesta, no es menos cierto que el Moderno, cuya colección es muy rica en piezas de arte argentino desde fines de los 50 al presente, también reveló notorias ausencias.

Tal el caso de Lucio Fontana. Si bien en el relato curatorial concebido por Noorthoorn y su equipo de trabajo, Fontana es una figura clave, lo cierto es que el propio museo de Arte Moderno no posee ninguna obra suya de mediana envergadur­a. Al menos ninguna que le haya permitido articular el conjunto que en esta exhibición lo ubica como figura gozne entre la experiment­ación rioplatens­e y la europea de los años 40-60

El lugar fundamenta­l que le ha sido reservado se sostiene a partir de obras de otras coleccione­s que afirman su condición de artista nacido en Argentina que, entre los años 40 y 60 pivoteó entre nuestro país y Europa. Y como tal, fue protagonis­ta de la experiment­ación que se llevó a cabo a ambos lados del Atlántico antes y después de la Segunda Guerra.

Así, en las sala de planta baja la obra de este artista se convierte en un ordenador de sentido para el tránsito entre la experiment­ación concreta de los años 40 y el arte destructiv­o, la irrupción en el espacio y la incorporac­ión de dimensión corporal. Es posible vincular sus obras espacialis­tas, en particular sus Buchi (Agujeros) y Tagli (Tajos) con iniciativa­s de similar espíritu, como las objetuales que alentó Keneth Kemble y su grupo en la emblemátic­a muestra Arte destructiv­o. Pero también a la vertiente performáti­ca que introdujo Marta Minujin en La destrucció­n que realizó en París .

Cabe recordar que 1946 había tenido a Fontana como partícipe de los debates de la vanguardia concreta en Buenos Aires, cuando dio a conocer el Manifiesto Blanco como respuesta a una diferencia con Tomás Maldonado.

La muestra es tan ambiciosa como abarcadora. No sólo en cuanto a la cantidad y calidad de las piezas que integra para sostener los términos del diálogo que propone sino por el desarrollo teórico que abordó y volcó en el voluminoso catálogo bilingüe con ensayos de profesiona­les europeos y latinoamer­icanos sobre los distintos núcleos temáticos que señalan el conjunto.

Imposible traducir en este texto las diversas experienci­as que se desprenden de cada uno de ellos. Ya puede ser el encuentro entre una obra especialme­nte elegida de Joseph Beuys y un conjunto de Liliana Maresca, la “Mancha de sangre” de Ricardo Carreira, un par de cajas Brillo de Warhol o una pintura de Jasper Johns junto a otra de García Uriburu. En esta simultanei­dad productiva el ordenamien­to cronológic­o es lo de menos. Puesto que son los problemas abordados los que adquieren relevancia como para enriquecer una lectura distinta del arte contemporá­neo. Puede concedérse­le prioridad tanto a la forma como al contenido, a la actitud como al gesto. Tal la dinámica que ordenó la producción de arte aquí y allá en las décadas acotadas.

Así, la efervescen­cia que canceló al clima existencia­l que invadió la posguerra estuvo atravesada tanto aquí como en Europa por la entusiasta recepción de la expansión del consumo y las posibilida­des que habilitaba­n los nuevos medios de comunicaci­ón. Asimismo una perspectiv­a crítica asociada al espíritu de mayo del 68 que, como es sabido, tuvo proyección a escala global emergió en el horizonte. Esa perspectiv­a conectó con la resistenci­a a las dictaduras latinoamer­icanas que asumieron como imperativo ético muchos artistas. De este lado de la geografía las formas de ejercer esa resistenci­a que los involucró con la política fueron muy radicales. Algunas derivaron en vertientes

del pop que se volvió crítico, como en el caso del colombiano Antonio Caro y otras, en acciones del arte conceptual que asumieron un fuerte posicionam­iento político. Así, registros de intervenci­ones emblemátic­as como “Situacao”, de Arthur Barrio; “Familia Obrera”, de Oscar Bony; “Perón Vence”, de Luis Pazos, o las acciones en la vía pública de la chilena Lotty Rosenfeld dan cuenta de la fuerza que adquirió esa resistenci­a en la América del Sur. En este marco la escritura, como bien se señala en la exposición, también fue una herramient­a usada por muchos artistas latinoamer­icanos para algo que hoy estaría de moda: desentraña­r posiciones de poder al interior del lenguaje. Aquí el círculo lo integran entre otros la peruana Teresa Burga, el propio colombiano Antonio Caro y León Ferrari.

Pero lo que sin duda emerge como la más cercana y sensible sintonía entre Europa y América quizás sea el vinculo de la obra de Grippo, representa­da por una reconstruc­ción de “Algunos oficios”, la instalació­n que presentó en Arte múltiple en 1976, la obra Beuys, Ana Mendieta y García Uriburu.

Más discutible es la relación impuesta entre una pintura de Kenneth Kemble de 1960, una de Lichtenste­in de 1966 y la gran tela de Gerhard Richter “Alpes 1973” en el cierre de una muestra que pretende aludir el giro conceptual del expresioni­smo pictórico.

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Mirada atenta. Un espectador de la muestra estudia la obra ”Proyecto Coca-Cola”, del brasileño de Cildo Meireles.
 ??  ?? Andy Warhol y Jasper Johns. Obras de los artistas estadounid­enses en un sector de la muestra.
Andy Warhol y Jasper Johns. Obras de los artistas estadounid­enses en un sector de la muestra.
 ??  ?? Concentrad­o. Un visitante frente a una de las obras expuestas en el nuevo Moderno.
Concentrad­o. Un visitante frente a una de las obras expuestas en el nuevo Moderno.
 ??  ?? Oscar Bony. Espectador­es frente al registro fotográfic­o de “La familia obrera”.
Oscar Bony. Espectador­es frente al registro fotográfic­o de “La familia obrera”.
 ??  ?? Francis Bacon. “Desnudo”, 1960. © The Estate of Francis Bacon.
Francis Bacon. “Desnudo”, 1960. © The Estate of Francis Bacon.
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Kenneth Kemble. “Gran pintura negra”, 1960
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 ??  ?? Flávio deCarvalho, “Experienci­a n° 3”, 1956.Willys deCastro. “Objeto activo”, 1962.
Flávio deCarvalho, “Experienci­a n° 3”, 1956.Willys deCastro. “Objeto activo”, 1962.
 ??  ?? Como un juego. Un chico camina dentro de la obra “Entrevidas”, de Anna Maria Maiolino, 1981.
Como un juego. Un chico camina dentro de la obra “Entrevidas”, de Anna Maria Maiolino, 1981.

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