En el principio fue el contrabando,
Lux Lindner exhibe pinturas sobre su propuesta que hace meses ganó un concurso pero parece irrealizable: emplazar un monumento al contrabandista frente a la Casa Rosada.
por Laura Casanovas
Qué se debería poner en el lugar donde estaba el Monumento a Juana Azurduy que fue puesto en lugar del Monumento a Colón? Como toda buena pregunta, simple en su formulación y profunda en su conceptualización. Así lo plantearon las artistas Sofía Medici y Laura Kalauz, como parte de su proyecto artístico Monumental, el cual propone volver a reflexionar sobre cómo los monumentos determinan el modo en que una sociedad interpreta su historia. Y hace meses lanzaron un concurso para recibir ideas para un nuevo monumento frente a la Casa Rosada, en el lugar que dejó vacante el traslado de los antes mencionados.
Un jurado de ocho miembros, entre curadores, historiadores del arte, artistas, un arquitecto y un sociólogo, seleccionó ocho proyectos que formaron parte de un debate público a fines del año pasado en el Cultural San Martín. Resultó ganadora la propuesta del “Monumento al Contrabandista Desconocido”, de Lux Lindner. En este momento, mediante la creación de la Oficina de Monumentos Consensua- dos (OMC), Médici y Kalauz llevan adelante el proyecto y la recolección de firmas para que se trate en la Legislatura y eventualmente se convierta en ley.
“El contrabandista pre y post colonial es el argentino primordial que crea una economía parasitaria de los flujos oficiales del capitalismo”, y “antes de que nada se organice políticamente en el Río de la Plata, está el contrabando” son algunos de los enunciados del texto de petición al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para emplazar el nuevo monumento, al cual se puede adherir en la web www.proyectomonumental.org.
En estos días, las imágenes del proyecto realizadas por Lindner se exhiben en la galería Nora Fisch junto con el texto del artista, donde justifica teóricamente la propuesta. Allí se lee: “Mi pequeño Yo se atrevió a sugerir que lo que se podía poner en lugar del ‘descubridor’ y de la ‘liberadora’ implicaba ocuparme del argentino más antiguo. El embrión, el factótum de la argentinidad inicializadora”.
Con una escritura y una reflexión a través de las cuales se cuela un humor al servicio del análisis de la realidad y de la historia argentina –registro usual a lo largo de su producción artística–, Lindner busca ese embrión en la vida religiosa, militar y económica hasta llegar a la conclusión de que el primer argentino es el
contrabandista. Por lo tanto, encuentra el germen del carácter nacional en el contrabando.
Las coloridas pinturas sobre el monumento muestran la representación arquitectónica de una maqueta desde distintas perspectivas, a través de una línea característica de la obra del artista con reminiscencias del constructivismo. El monumento proyectado consiste en una gran tubería, del tamaño de una cloaca, la cual es interferida por una tubería menor que sale de la torre del contrabandista. La tubería grande remite a los flujos principa-
les, planetarios, de mercancía-dinero-poder y lleva el oro y la plata de Potosí a España, aquella por la que salen el cuero y el tasajo, como explica el artista en su texto. Y prosigue: “el tubo pequeño es la aspiradora de recursos laterales que quedan ‘inesperadamente’ en Buenos Aires; un flujo lateral. Vicios. Licores. Libros prohibidos. ¡Novelas, por ejemplo!”.
A su vez, la torre del contrabandista está segmentada en cuatro partes en su extremo superior –explicó Lindner en diálogo con Ñ– en relación con la división social entre hombres y mujeres y con el hecho de que el contrabandista, por un lado, tiene que ver los barcos que llegan y, por el otro, controlar la posibilidad del arribo de un malón.
Entre las pinturas del proyecto se exhiben carteles con una tipografía y un diseño emparentados con los de Federico Manuel Peralta Ramos. “Excremente” se lee en uno, en letras verdes, en alusión al novedoso lenguaje inclusivo. Al lado, una pintura del monumento lo muestra de noche. Lindner piensa esta última obra como “momentos del monumento durante un mismo día” o “momentos del clima político”, en una cita a la serie de pinturas de Claude Monet sobre la catedral de Rouen.
Podría considerarse el “Monumento al Contrabandista Desconocido” como una síntesis superadora, en términos hegelianos, de las oposiciones políticas e ideológicas características de la historia argentina. Un lugar donde lo disímil pareciera encontrar una referencia común. No es la primera vez que Lindner apela a la forma del monumento y a la historia argentina. Proyectó el “Monumento a la Madre Argentina” y el “Monumento a las Víctimas del Sicoanálisis”, en ambos casos, a partir de un relato que también formula un singular enlace entre realidad y fantasía. Una manera crítica tan reflexiva como irreverente.
La ficción y la realidad dialogan en este proyecto Monumental, cuyo final está abierto. Pero ya tiene el mérito de volver a instalar el debate sobre la importancia simbólica de los monumentos, a partir de una gran performance –como sostienen Médici y Kalauz–, donde obras y discursos se engloban para debatir sobre la historia, los símbolos, las identidades, las representaciones de la manera en que sólo puede lograrlo la inteligencia artística.