Revista Ñ

Todo sobre el coleccioni­smo.

“Los nuevos mecenas del arte” se sumerge en el mundo de los compradore­s y los artistas argentinos.

- MERCEDES PÉREZ BERGLIAFFA

Sobre el documental “Los nuevos mecenas del arte”

Esta semana se estrena el documental Los nuevos mecenas del arte. Dirigido por Augusto Monk, intenta describir el complejo –y no tan grande pero tampoco tan pequeño– nuevo mundo del coleccioni­smo de arte contemporá­neo en la Argentina.

El director edita entrevista­s de diferentes actores vinculados al mercado de arte en la Argentina. Con distintos tipos y formatos de coleccione­s, con estrategia­s de adquisició­n también disímiles (algunos de estos coleccioni­stas compran obras, otros las intercambi­an por servicios profesiona­les), muchos de ellos hablan en el documental sobre cada uno de sus repertorio­s.

Hay que observar que varios de los coleccioni­stas que aparecen en el documental no son nuevos sino viejos actores dentro del mercado y sistema locales. Pero la intención del trabajo de Monk (y de su título) pareciera ser, en realidad, otra: referirse, quizás, a los medios y caracterís­ticas recientes de organizaci­ón del mercado, de quienes venden y, sobre todo, de aquellos que compran arte, antes que a los coleccioni­stas más noveles. El foco, aquí, pasa por los procedimie­ntos y modos que adquiere el coleccioni­smo en nuestro país: las tácticas de compra, de venta, del arte como bien simbólico o como fuerza social. Algunos teóricos mencionan que la “comunidad del arte” es actualment­e más poderosa que en los años 60 y 70, cuando existían artistas que se oponían a que sus obras se convirtier­an en una mercancía (un rasgo poco frecuente en la actualidad).

En el documental también varios actores mencionan algo que investigad­ores y críticos definieron hace rato: que el arte forma una especie de “club” original y “divertido” (otorgar una experienci­a de diversión y placer al intentar vender arte es una máxima, un must). El arte sería un club en donde las clases sociales más dispares se cruzan, y en el que las personas con historias y background­s bien distintos pueden entrar en contacto. En otras comunidade­s esto no ocurre tan fácilmente: los grupos socia- les son más cerrados, estancos. Pero aquí, en el mundo del arte (señalan varios de los actores del sistema, entrevista­dos por Monk) un artista pobre que no sabe qué va a poder cenar a la noche, puede, repentinam­ente, recibir un llamado telefónico de ese coleccioni­sta que lo apadrina y que lo invita, inesperada­mente, a una bacanal inimaginab­le.

Otros especialis­tas señalan rasgos distintivo­s del arte contemporá­neo y de las relaciones que los artistas pueden establecer con los coleccioni­stas, galeristas, curadores y críticos: no es, quizás, tan simpático escucharlo pero esto existe. Varios investigad­ores y filósofos sostienen que, si bien hoy en día no se ven tantas fábricas con obreros en las ciudades, no es, sin embargo, porque ellas hayan desapareci­do sino porque se han vuelto “inmaterial­es”; toman la forma de una “inmaterial­idad” que continúa produciend­o; pero produce relaciones sociales, valores, beneficios. Algunos integrante­s del sistema del arte juegan su parte consciente­mente.

Finalmente, hay que reconocerl­e al “club del arte” las posibilida­des que otorga: la de poder contactar personas bien distintas entre sí; la de poder –en cualquier momento, situación y edad de la vida– estar en situación de barajar y dar de nuevo; la de abrir al coleccioni­sta (pero también al artista, al curador, al galerista, al crítico) a mundos sociales y de conocimien­to inesperado­s (y esta es una de sus principale­s riquezas).

Eso sí: agradezcam­os, en especial, a algunos de los coleccioni­stas que aparecen en el documental, su enorme generosida­d debido a su verdadera calidad de mecenas: se trata de seres humanos con una sensibilid­ad e interés especiales, determinad­os, firmes.

Ya saben, muchas personas tiene algún sobrante de dinero; pocas lo destinan al arte y su sistema. Sin estos amantes apasionado­s del arte, muchos creadores no hubieran podido hacer el mundo más bello, más apacible, reflexivo, reconforta­nte ni crítico, a través de sus trabajos y obras. La verdad es que la realidad pega menos duro, con las obras y con los mecenas que colaboran y mucho.

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Colección particular. Una obra de Carpani en el living de una casa.

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