Voces de hoy a favor de lo póstumo
“La extraordinaria calidad y la potencia de los textos que integran Sepulcros de vaqueros justifican sobradamente su publicación”. Así comienza el elogio de Ignacio Echevarría, publicado en El Cultural, sobre la última obra póstuma de Roberto Bolaño que se dio a conocer. Y agrega: “Otra vez la dicha, la excitación de leer –y no sólo releer– a Bolaño. Dicha y excitación que son reflejo directo de las que sentía él mismo al escribir, siempre furiosamente, entre risas”.
Bolaño dejó inconclusos los tres textos reunidos, aunque luego reutilizó dos de ellos en obras que sí publicó, pero Echevarría sostiene que “pese a su condición inacabada, en cierto modo residual, los textos reunidos en Sepulcros de vaqueros poseen una extraordinaria potencia, un encanto irresistible. Son casi todos material de primera. Pertenecen a la etapa de madurez del autor, que ha recibido el aviso de su enfermedad; que ha encontrado al fin, y no cesa de modular, el tono y el ritmo de su prosa, y que a estas alturas, entrada la década de los noventa, tiene mentalmente trazada la estructura de toda su narrativa, que irá armando en adelante con impresionantes deliberación y tenacidad, con la urgencia que le imponían las dudas de llevar a término sus planes y que se traduce en una velocidad extraña”.
El crítico español opinó, además, que “será, sin embargo, el lector ya avezado en Bolaño el que más apreciará un libro lleno como ningún otro –por lo que respecta, en particular, a las dos primeras piezas– de claves autobiográficas, y que por otra parte resulta ser, sorprendentemente, el más ‘chileno’ del autor, el más afincado en sus recuerdos de adolescencia y primera juventud, los años previos a los que nutren la primera parte de Los detectives salvajes”.
Echevarría no fue el único en darle una cálida bienvenida a otro libro sacado de la galera sin fondo del legado del escritor chileno. En el suplemento cultural Babelia del diario El País, el narrador argentino Patricio Pron señaló que “a diferencia de 2666 (novela inconclusa pero “cerrada” en su planteamiento), ninguno de los textos de Sepulcros de vaqueros supera la condición de borrador; en contrapartida, los tres ofrecen algo único y a ratos fascinante: la oportunidad de ver a un escritor del talento de Bolaño abriéndose camino a través de sus textos, comenzándolos de cierta manera sólo para descubrir que su desarrollo exigía abandonar la premisa inicial, dejándose llevar por la dirección que sus criaturas y sus desplazamientos frenéticos le imponían. Toda su literatura se articula en torno a la contradicción inherente al deseo de fijar el movimiento, y Sepulcros de vaqueros permite constatar su entrega a ese movimiento”.