“Monumental”, obra de arte político
Bajo el lema “Recordar es polemizar”, el proyecto Monumental, creado por las artistas Sofía Medici y Laura Kalauz, recogió el guante del debate que se desató cuando la estatua de Cristóbal Colón, que ocupaba el eje cívico de la ciudad, detrás de la Casa Rosada, fue desplazada y reemplazada por la de Juana Azurduy, después también removida.
En línea con su interés por la construcción de un discurso, Sofía Medici explica a Ñ: “Lo que buscamos es visibilizar la carga histórica, ideológica, política y contextual que queda invisibilizada después de la instalación de un monumento, cuando pasa a ser parte del paisaje urbano que se da por descontado. En este mismo sentido, queríamos explorar las condiciones de producción del monumento. El ejemplo más claro fue cuando se movió el monumento a Colón. Algo que estaba allí desde 1921 y pintaba a la perfección la idiosincrasia del Bicentenario, cuando se veía a nuestro país como una comarca hecha de inmigrantes que bajaron de los barcos y donde nada tenía que ver la población nativa. Pero después de su instalación nadie lo miraba, hasta que lo sacaron. Nos interesa pensar cómo el momento histórico está encriptado en cada monumento”.
Monumental es sin duda una obra de arte político: además de suscitar una discusión propia de ese ámbito, se creó la Oficina de Monumentos Consensuados, a través de la cual se premió con 10 mil pesos la obra ganadora de Lux Lindner y se gestionará la construcción de su monumento como proyecto de ley en la Legislatura porteña.
El proyecto de Sofía Medici y Laura Kalauz se desarrolla en varias etapas. La primera fue armar una convocatoria, dirigida a artistas, urbanistas y también al ciudadano común. Sus proyectos debían responder a tres cuestiones básicas: ¿qué monumento pondría usted en la culminación del eje cívico de la ciudad? ¿Qué fun- ción debería tener? y, por último, ¿qué forma adoptaría? De los 30 proyectos recibidos, el jurado –integrado por un grupo de expertos de diversas disciplinas– seleccionó ocho. Luego, sus autores debieron defenderlos en una audiencia pública donde votaron también los asistentes. Entre el público de esos debates –llevados a cabo hace meses durante dos días en el Centro Cultural San Martín ante la presencia de unas 200 personas y moderados por el cineasta Mariano Llinás– estaban algunos de los actores más fuertemente implicados en las disputas alrededor de los monumentos, como el autor de la escultura de Juana Azurduy, ahora emplazada frente al CCK, Andrés Zerneri.
Entre los proyectos finalistas hubo tres que reivindican el papel de la mujer en la historia argentina pero, como cuenta Sofía Medici, “la discusión fue sobre cómo representarla: ¿Masculinizada, como una víctima de la historia, como una madre?”. Otro proyecto que despertó discusiones, fue el que evocaba la llamada “grieta”, planteándola desde un punto de vista que escapa al sentido común: lo que marcaría esa hendidura en el piso, cavada de este a oeste, sería, por un lado, la división entre el sur y el norte de la ciudad y, por otro, que las tensiones son constitutivas de lo social porque hay términos que son irreconciliables: la sociedad organizada, la comunidad feliz, es un mito fundante sin mucha posibilidad de verlo plasmado en la práctica más allá de períodos excepcionales. Lo propio de las sociedades no es el consenso sino el conflicto. En todo caso, lo que importa discutir son los mecanismos de resolución de esos conflictos.
Ahora el paso siguiente es lograr que el proyecto ganador sea aprobado por la Comisión de Patrimonio y pueda ser discutido en la Legislatura porteña. Ese es el verdadero premio: la gestión a la que se abocarán las artistas, asumiendo un rol de gestoras políticas de la cultura.