Batallas en dos frentes: el origen y el destino
“Trilogía de la guerra”, auténtico tour de force del gallego Fernández Mallo, esboza una política de la memoria para este siglo: olvidar es habitar en el futuro.
En Nocilla Dream (2006), la novela que lo puso en el centro de la escena literaria española, asistíamos a la poética de un escritor DJ que sampleaba fragmentos. En su último libro –Premio Biblioteca Breve 2018– sus personajes radicalizan aún más el procedimiento para entregarnos “fragmentos extendidos”, retazos de poesía pegados en novelas cuidadosamente enhebradas. En derivas por paisajes proliferantes, los personajes de Trilogía de la guerra aman hacer combinaciones inesperadas: Karl Marx murió el 14 de marzo de 1879; Albert Einstein nació el 14 de marzo de 1883; algunos versos de Poeta en Nueva York de García Lorca anticipan la caída de las Torres Gemelas; las Torres Gemelas son la casa de pasto y la casa de madera de una fábula como la de “Los Tres Chanchitos”.
Una estadía en la Isla de San Simón, campo de concentración y exterminio de republicanos en años posteriores a la Guerra Civil española, inicia el peligroso viaje al pasado –y a la disolución– de uno de los personajes. El narrador busca algo así como conocer de qué materia está hecha el tiempo. En datos sobre el sistema solar encuentra indicios: Venus tarda 243 días en girar sobre sí mismo y 224 en dar una vuelta completa alrededor del Sol. Es decir, un día en Venus es más largo que un año en Venus.
Así como los campos de concentración rasgan la temporalidad del siglo, el dato sobre Venus le sirve al narrador para proponer una estructura de tiempos alterados. Las modificaciones no sólo se producen sobre la historia sino también sobre los cuerpos: cuando una comunidad de animales se ve aislada, los animales grandes de ese territorio tienden a reducir su tamaño y los animales pequeños tienden a aumentar el suyo. Eso ocurrió con los elefantes enanos y con las ratas gigantes de la Isla de las Flores, cerca de Java. Se trata de un dispositivo de supervivencia global que tiende a equilibrar las especies. Uniendo información sobre Venus con otra sobre la isla del Pacífico entramos en la noción de historia que se pergeña en la Trilogía. Un narrador “aislado” planea un experimento psicológico: una rutina rotatoria consistente en retrasar una hora diaria todas sus tareas. Así hasta acabar cenando a las 7 de la mañana o desayunando a las 10 de la noche. Hasta diluir todo vestigio de la vida en comunidad y remitiendo incluso a experiencias como las de Primo Levi en Si esto es un hombre.
En las políticas del sampling recombinante de las novelas y en los trances oníricos de los personajes se diluyen diferencias entre cosas existentes e inexistentes, entre personas vivas y muertas. El tiempo se dobla. Las cosas y los cuerpos del pasado son como los relojes que se curvan y derriten dentro de un cuadro de Dalí. ¿Es la historia la que se vuelve maleable y elástica o, a la inversa, son los imaginarios cristalizados que se conservan del pasado los que se vuelven plásticos para dar nacimiento a un “nuevo” tipo de Historia?
Internet es un ente que no tiene cuerpo. Un gigante cerebro que vaga como una nube por el planeta sin encontrar la grasa y los huesos donde poder encarnarse. Se trata de un organismo nuevo y primitivo al mismo tiempo. De avanzada, porque la información prescinde de la materia para poder desplazarse. Y primitivo, todavía por hacer, a mitad de camino entre nosotros y los primeros microorganismos que hace millones de años salieron del agua para dar inicio a la vida: “En el Principio sólo había humanos” –dice la narradora en la tercera parte–. Los objetos son descendientes de los humanos. “De modo que los seres humanos no somos el final sino el principio de la cadena evolutiva. Los fósiles somos nosotros”.
Esta teoría posthumanista de la historia se yergue como propuesta de otra política de la memoria para el siglo XXI. Samplear es una forma de habitar en el futuro: es esa la frase que también podría haber pronunciado alguno de los personajes en sus diálogos. Como a Rodolfo Walsh, a quien un día de los años 50 la noticia de un fusilado que vive lo hace dejar el ajedrez y los cuentos policiales que escribe, en Trilogía de la guerra las noti-