Flora y fauna
Es sábado 21 de julio. En Resistencia el termómetro acompaña la caída del sol: 14 grados, 13, 12, 11... Pero el frío se vuelve calor a metros del predio donde se celebra la trigésima Bienal de Escultura del Chaco. Faltan tres cuadras para llegar y las filas interminables de motos y motitos estacionadas se prolongan. Familias y amigos van en procesión, son multitud. Termos y mates bajo el brazo, comentarios festivos como los que se escuchan en un fogón. En pocas horas se anunciará, en el Museo de las Esculturas Urbanas del Mundo (en verdad, un parque de 14.500 metros cuadrados a orillas del Río Negro) quién es el campeón de la Bienal. En Chaco, este es el lugar y el momento en el que hay que estar.
Adentro del museo hay recitales de música, chicos probando cerveza artesanal, stands que venden artesanías en hierro y en madera. La provincia se siente orgullosa: este año se superarán los 450 mil visitantes, récord, dicen los organizadores. Están los chaqueños, pero también hay correntinos, formoseños y gente de otros puntos del país. Fiesta popular en la región.
La mística se explica por las más de 640 esculturas ya instaladas en las calles de Resistencia -tesoros que dejaron las ediciones anteriores-. A lo largo del año, la gente las cuida como si fueran hijos. Si alguien intenta dañar una, los vecinos pueden salir muy enojados.
Esa mística llegó al Congreso en 2006 y se declaró a la ciudad Capital Nacional de las Esculturas. Ahora, se ilusionan aquí, avanzan las gestiones para lograr otro reconocimiento, de la Unesco.
El entusiasmo crece como la propia Bienal: en 1988, empezó como un encuentro de escultores que tallaban en madera en la plaza 25 de Mayo, durante una semana, conversando con los curiosos. A pulmón y con otros pioneros, la había organizado el escultor resistenciano Fabriciano Gómez (74), muy premiado en el país y en el exterior. Pidiendo favores, casas para alojar a los colegas, gente que prestara herramientas. Hoy al frente de la Fundación Urunday -que organiza-, Fabriciano se mueve por el predio con la devoción que reciben los próceres. En este 2018 la Bienal ya es el hito cultural de la provincia y tiene en competencia, por el premio mayor, a artistas de China, Bolivia, Francia, Colombia, Polonia, Alemania y Argentina.
Ahora, después de ocho días, entre el sábado 14 y el 21 de julio, está a punto de terminar. Los siete escultores del mundo crearon contra la presión del reloj, contra el clima, en jornadas de diez horas de trabajo, con el público como testigo. En un rato, el alemán Tobel será el ganador con Sonido del Universo, esculpida en unos dos metros de mármol travertino. En la semana, otros doce artistas, fuera de la competencia oficial, también produjeron. Con amoladora, soldadora y maza, Nadia Guthmann, escultora radicada en Bariloche -el año pasado exhibió en el CCK- creó un enorme yaguareté traslúcido, hecho en metal desplegado. “La gente se acerca a preguntar -cuenta-. No es sólo interesante porque participan en la creación, si no también porque participan en una obra que quedará en sus calles.”
En la semana, además, hubo una certamen de alumnos de Bellas Artes: equipos de ocho provincias debían realizar, en 48 horas, una escultura en trozos voluminosos de madera. La Bienal tuvo su congreso académico de artes, teatro y se presentó la Orquesta Sinfónica del Chaco. También estuvo Marta Minujín, que dio una charla para mil personas. Repasó su carrera y antes de despedirse con su potente mantra “¡arte! ¡arte! ¡arte!”, les juró: “El arte los protege”. Esa es la fe de los chaqueños.