Revista Ñ

Eficaz estrategia del diálogo a la trinchera. Un análisis de distintos feminismos actuales

Hechos recientes en el arte y la política pusieron en foco distintos feminismos. De las “Pussy Riot” en el Mundial, a las locales “NP” y “Fuerzas Fotográfic­as Feministas”.

- ELOISA OLIVA

El feminismo artístico tiene muchas caras. Una de las más célebres es la de las Guerrilla Girls, el colectivo surgido en Nueva York a mediados de los 80, cuyo rostro se oculta bajo una máscara de gorila. Otra es la de pasamontañ­as de color vibrante, al estilo de las punk rusas Pussy Riot, que acapararon la atención al meterse en el campo de juego durante la final del Mundial de fútbol. En Argentina, de manera anónima, algunas visten de milicia republican­a, como las Fuerzas Fotográfic­as Feministas. Otras, con la cara despejada, organizan asambleas y discuten políticas públicas (Nosotras Proponemos). Son solo algunas de las posibles fotos para esta identidad pensante, en proceso de expansión y mutación.

El domingo 15 de julio de 2018, en el estadio olímpico Luzhnikí, en Rusia jugaron los equipos de Francia y Croacia. En el minuto 52, tres mujeres y un hombre vestidos a la usanza de la antigua policía rusa entraron a la cancha y una foto dio la vuelta al mundo: una de esas mujeres, Veronica Nikulshina, choca palmas con el jugador Kilyan Mbappé. Fue una manera de llamar la atención: al rato se adjudicóla acción el grupo punk feminista ruso Pussy Riot, conocido por su activismo contra el gobierno de Vladimir Putin. Fueron detenidos y recibieron una pena de 15 días de cárcel.

No resulta difícil desentraña­r qué otorga tanta potencia a esas imágenes. La violación de la seguridad de un organismo tan poderoso como la FIFA, en un país supercontr­olado como Rusia, por parte de un grupo punk cuya fuerza radica solo en su irreverenc­ia. Un David rabioso y vital rasgando las vestiduras de Goliat.

Las Pussy Riot saltaron a la fama en 2012, cuando dos de sus integrante­s fueron condenadas a prisión después de uan intervenci­ón en un concierto dentro de una iglesia moscovita.

A mitad de camino entre la puesta en escena y la protección, el pasamontañ­as de color saturado es una de sus marcas, y sus performanc­es y canciones toman códigos de la guerrilla comunicaci­onal, para generar cada vez un glitch en la percepción pública. Una suerte de pequeño cortocircu­ito para rasgar el terso lienzo de lo real y mostrar los tironeos que se debaten debajo.

El jueves 5 de julio de 2018, en Buenos Aires, en el Ministerio de Cultura de la Nación se dio a conocer el nuevo reglamento del Salón Nacional de Artes Visuales (SNAV), institució­n centenaria que otorgó solo en cinco oportunida­des el Gran Premio Adquisició­n a artistas mu- jeres. Algunos de los cambios incorporad­os están en consonanci­a con un reclamo generaliza­do del campo del arte y con la intervenci­ón puntual de Nosotras Proponemos, colectivo que solicitó –y consiguió– la paridad de género en la composició­n de jurados y en el otorgamien­to de los premios, entre otras cosas.

La victoria del cupo

Desde la Comisión SNAV de Nosotras Proponemos (Luján Funes, María Rosa Andreotti, Lena Szankay, Marcela Astorga y Cristina Schiavi), piensan que esa intervenci­ón se sumó a las “diferentes acciones en el campo del arte para evidenciar la desigualda­d entre artistas portadores de nombre de mujer y artistas portadores de nombre de varón, y que tuvieron visibilida­d no solo a nivel nacional”.

Más allá de la buena nueva, pareciera que a las institucio­nes le pesan un poco los pies para mantenerse a tono, en la era del pañuelo verde pos Niunamenos, en la de la batalla por la abolición del binarismo, la del feminismo como fenómeno pop masivo y de a pie (o “de a redes”), el patrón numérico suena a reclamo obsoleto. Sin embargo, los números están ahí y desgranan su letanía.

Desde NP afirman que “el 50-50 es una estrategia para comenzar a subsanar la desigualda­d. El feminismo es un movimiento transforma­dor, que construye nuevas maneras de trabajar y vincularse. La visibilida­d de artistas mujeres traería en consecuenc­ia un enriquecim­iento, y construirí­a una nueva y más justa historia del arte integrando un corpus hasta ahora ignorado ”. El 8 de marzo pasado, con una estrategia contundent­e sobre la visibiliza­ción, el grupo propuso iluminar en los museos solo las obras de artistas mujeres. El resultado: salas escasament­e alumbradas y, en algunos casos, directamen­te a oscuras.

Esas dos postales recientes, la global y la local, son apenas una muestra de una realidad ineludible: el feminismo está en todas partes, y donde no está, salta la valla y entra a la fuerza. Y está también en todas sus vertientes: desde el que expresa toda su furia antisistem­a, al de rostro crítico pero dialogista y pragmático.

La negociació­n y la furia

Con un estilo de trinchera y en un teatro de operacione­s que se toca con el de Nosotras Proponemos, el año pasado surgió, desde el anonimato, el colectivo Fuerzas Fotográfic­as Feministas (FFF). Lanzó una serie de comunicado­s donde denunciaba, con ironía y sin ninguna concesión, la filigrana patriarcal del sistema del arte en general y de la fotografía en particular. Su primer blanco fue el Salón Nacional de Artes Visuales, en la categoría Fotografía. La demanda iba al número, pero tiraba la piedra bien lejos: “Para compensar tal desastre, proponemos que, por un lapso de 19 años, solo se puedan presentar mujeres (cis y trans), y que, obviamente, el jurado esté compuesto solamente por mujeres (cis y trans), ya que estamos hartas de ser juzgadas por los autoprocla­mados cinturones negros de la fotografía”, decían en ese primer comunicado del 8 de mayo de 2017. El desastre: de 1975 a 2016,

el 77,5 por ciento de los premios había sido adjudicado a varones.

La foto que acompañaba al texto mostraba a una miliciana de la República española en entrenamie­nto de tiro. Fue tomada por Gerda Taro, fotoperiod­ista de guerra que murió a los 27 años aplastada por un tanque. Taro fue la creadora –junto con su entonces pareja, Endre Ernö Friedmann– del seudónimo “Robert Capa”, que consagró a Friedmann y dejó a Taro en la opacidad.

“No solo tiramos piedras sino que además tenemos buena puntería”, retomaban con el mismo humor, en su cuarto comunicado las FFF, en alusión a que el Gran Premio Adquisició­n y el Primer Premio Adquisició­n del SNAV 2017 habían sido, otra vez, otorgados a varones.

Después de varios mensajes enviados por correo electrónic­o, las FFF anunciaron su muerte y renacimien­to en otra generación. Como buenas jedis antes de pasar la espada, decían: “Queríamos decirles que en los días de los comunicado­s fuimos alegres y que aprendimos muchas cosas. Tal vez una de las más importante­s es que el enemigo nos quiere indefensas, con la cara descubiert­a. (...) Aprendimos que no es tontería sino malignidad hacernos creer que la libertad se puede lograr sin valentía, como si la libertad fuera algo que te pueden dar cuando, ya lo sabemos, es algo que se conquista físicament­e.”. Y cerraban: “¡las fff han muerto,

que vivan las fff!”.

Estas nuevas milicianas se mudaron a las redes, siguieron con las intervenci­ones urgentes, y conservaro­n la narrativa de humor y denuncia en la que se presentan como el ejército de salvación frente a la “violencia del heteropatr­iarcado”.

Sus blancos abarcan la complejida­d del medio fotográfic­o: desde la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA) al artista italiano Maurizio Cattelan y Eternity, la obra que realizará en Buenos Aires para Art Basel Cities Week, pasando por el Festival Internacio­nal de Fotografía de Valparaíso y la Fototeca Latinoamer­icana.

“Las estrategia­s de guerrilla de la comunicaci­ón o las tácticas para subvertir el poder del discurso dominante tienen larga trayectori­a en el uso de artistas y activistas de diversas causas, entre ellas las feministas”, explica Lila Pagola, docente e investigad­ora formada como fotógrafa y artista visual, y activista de software y cultura libre. En general, es el recurso más útil para quienes buscan visibiliza­r una problemáti­ca, pero al mismo tiempo no pueden hacerlo desde sus posiciones cotidianas, porque los deja muy vulnerable­s.

“El humor y la ironía van en el mismo sentido, y sirven para desplegar argumentos y escenarios de ficción en los que se subvierte el orden que se está criticando”, dice.

Pagola analiza el doble filo del anonimato: si bien es “un recurso potente y vital”, es al mismo tiempo frágil y de táctica temporal. “Cuando se consigue el objetivo de captar la atención sobre el mensaje, suele ser el momento en el cual deja de ser políticame­nte efectivo o se tergiversa”.

La brecha técnica y digital

Para ampliar el campo de batalla, las Fuerzas Fotográfic­as realizaron su propia estadístic­a sobre los espacios de formación. El estudio arrojó un dato poderoso, aunque no sorprenden­te: el 70 por ciento de quienes estudian fotografía son mujeres. Tampoco sorprende que en el mundo del trabajo y los reconocimi­entos ese porcentaje cambie drásticame­nte.

Pagola lo interpreta así: “Esa inversión se produce porque las posiciones de privilegio en el campo son inaccesibl­es para las mujeres. En muchos casos, lo que opera es una suerte de resguardo de esos privilegio­s –no necesariam­ente objetivado o deliberado– por parte de los varones que los detentan y ofician como jurados, empleadore­s, editores, etcétera, y que ya configuran una red informal de compromiso­s y alianzas de las cuales las mujeres generalmen­te no participan”.

Las reverberan­cias de la desigualda­d son más potentes cuando entra en escena la técnica. Imaginemos una encuesta de uso del tiempo en nuestra infancia. Consignemo­s las horas de nenes y nenas jugando en la computador­a, la Playstatio­n, la Wii. Cuántas horas abocadas a aprender a manejar el auto familiar. Cuántas destinadas a operar los programas de ropa delicada en el lavarropas de la casa.

Para estas situacione­s existen conceptos que concentran la explicació­n: lo que hoy resulta en “brecha digital de género” (el acceso de las mujeres a trabajos vinculados a la tecnología), ayer fue la “socializac­ión de género”.

“Sabemos que esta brecha está relacionad­a con la forma en que se educa a las mujeres respecto de los dispositiv­os técnicos con los que interactua­mos cotidianam­ente, y con las oportunida­des de acceso y experiment­ación con la tecnología. También, con las expectativ­as de desempeños valiosos o con proyección profesiona­l en ese campo, que son diferentes para niñas y niños. Todo esto repercute en el interés o empeño que ponen en dominar o resolver problemas de orden técnico”, explica Pagola.

Mientras tanto, las Fuerzas Fotográfic­as siguen reclutando y, en cuanto a su mensaje por los cambios en el reglamento del SNAV, anuncian desde la trinchera que pronto saldrá un comunicado, acompañado de una despedida que desea “besos y piedras”; el modo en que se despiden desde su surgimient­o.

 ?? EFE ?? Mundialist­as. Osadas, miembros de “Pussy Riot”, colectivo crítico de Vladimir Putin, se metieron en la cancha y luego lanzaron un comunicado.
EFE Mundialist­as. Osadas, miembros de “Pussy Riot”, colectivo crítico de Vladimir Putin, se metieron en la cancha y luego lanzaron un comunicado.

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