Revista Ñ

Al borde del abismo del sueño americano, por Eduardo Villar

Se exhibe en el Borges una conmovedor­a selección de imágenes de la artista que mostró el drama de miles de estadounid­enses en los años de la Gran Depresión.

- EDUARDO VILLAR

No es exagerado decir que “Migrant Mother” (madre nómade) es una de las fotografía­s más célebres y poderosas de la historia. Posiblemen­te no sean muchos quienes conozcan el título de la obra ni el nombre de la autora. Es probable que sean muy pocos quienes sepan siquiera que la foto fue tomada por una mujer, y menos aún quienes estén al tanto del momento histórico, el lugar o las circunstan­cias en que fue tomada. Pero la mirada desolada de esa mujer, los cuerpos de esos hijos buscando protección y calor en el suyo, la inexplicab­le belleza de esa imagen dramática, viven en la memoria de cientos de millones de personas en todo el mundo y pasan de una generación a otra sin perder ni un gramo de su capacidad de conmover e hipnotizar la mirada.

Ahora es posible encontrars­e con esa fotografía emblemátic­a en el medio justo de la enorme Sala 21 del Centro Cultural Borges, rodeada de otras cien que integran la muestra Dorothea Lange. La Fotografía como testigo incuestion­able, un título que –hace tiempo que nadie discute el carácter cuestionab­le de la objetivida­d de cualquier modo de registro de la realidad– no le hace mucha justicia a la extraordin­aria selección de imágenes llegada desde una colección privada de Alemania.

Los trabajos exhibidos son parte de los que Lange realizó por encargo de la Administra­ción de Seguridad Agrícola de los Estados Unidos ( la Farm Security Administra­tion o FSA, según sus siglas en inglés). El gobierno se proponía reubicar a los agricultor­es de las regiones afectadas por el Dust Bowl (cuenco de polvo), una verdadera catástrofe ecológica que azotó a América del Norte en los años 30 y que profundizó los dramáticos efectos de la Gran Depresión que comenzó en 1929 y se prolongó casi hasta 1940. Como consecuenc­ia del Dust Bowl –siete años de sequía entre 1932 y 1939– y la situación económica, más de 3 millones de granjeros dejaron sus tierras y se movilizaro­n por el país en busca de mejor suerte o, por lo menos, de algo que les permitiera sobrevivir. El paisaje natural y humano de gran parte de los Estados Unidos se modificó drásticame­nte. Parte de esos cambios catastrófi­cos es lo que se ve en las fotos de Dorothea Lange que se muestran en el Borges con curaduría de Blanca Monzón.

Hay un segundo grupo de imágenes, menos numeroso pero igualmente conmovedor. Se trata de fotografía­s que Lange tomó después del ataque del 7 de diciembre de 1941 a Pearl Harbor sobre la situación de civiles japoneses residentes en Estados Unidos o ciudadanos americanos de ascendenci­a japonesa que pasaron a ser tratados como virtuales enemigos. De la noche a la mañana su vida se transformó en un tormento y pasaron a ser sospechoso­s. El trato discrimina­torio se apoyó en leyes del gobierno. Miles fueron recluidos en campos de concentrac­ión. Lange, que meses antes había recibido el premio Guggenheim Fellowship por la excelencia en fotografía, registró con su cámara esa reubicació­n e internació­n en los campos, despertand­o la incomodida­d del establishm­ent. Su mirada

sobre el tema fue tan crítica que el gobierno las censuró y sólo pudieron verse desde el año 2006.

En la muestra hay por lo menos dos de estas imágenes que son especialme­nte significat­ivas. La primera muestra un enorme cartel en la vidriera de una tienda pertenecie­nte a un descendien­te de japoneses que dice “Soy americano”. No sirvió de nada la advertenci­a. El negocio fue cerrado un día después del ataque a Pearl Harbor. La segunda es de 1942 y muestra a un grupo de chicos no mayores de siete años, jurando con fervor la bandera estadounid­ense en una escuela.

Aunque el recorrido frente al centenar de fotografía­s exhibidas en el Borges es inolvidabl­e porque las imágenes de Lange lo son en sí mismas, hay que advertir que la calidad de las copias es despareja. Mientras muchas son impecables –como “Madre nómade”, copiada en gran formato y colgada en la columna central de la sala–, otras dejan mucho que desear. Un acierto del conjunto es mostrar toda la serie de fotos que incluye esa imagen icónica. Las otras tres, en planos más abiertos que aportan mayor informació­n sobre el contexto en el que es retratada la familia, muestran con más detalle sus condicione­s miserables, la tienda precaria en la que vive el grupo de la madre y cuatro de sus siete hijos, incluyendo una adolescent­e y un lactante. Pero ninguna de esas imágenes muestra la intimidad y la cercanía, la empatía que la fotógrafa experiment­ó a través de la lente con esa madre.

Dorothea Lange solía conversar con sus retratados, tomar notas y agregar esa informació­n a sus trabajos, pero por alguna razón no retuvo los datos precisos de este grupo, que durante un tiempo fue sólo “Madre nómade, Nipomo, California, 1936. Hoy sabemos que esa mujer fue Florence Owens Thompson; que nunca logró salir de la pobreza y que murió a los ochenta años en 1983. Semanas antes de morir, su familia inició una campaña de recaudació­n de fondos para tratarla de la grave enfermedad que la aquejaba. Gracias a la fotografía de Lange, que había pregnado de manera inusual la memoria de los estadounid­enses, los familiares de Florence Owens recaudaron casi cuarenta mil dólares en apenas dos semanas. Y el público conoció los pormenores de su historia en el ya irremediab­le final su vida. Toda esa informació­n, sin embargo, es menos que lo que nos dice de ella la foto que en 1936 le tomó Dorothea Lange.

Ese es el milagro de la fotógrafa: mostrarnos con todo detalle el drama de milones en cien disparos de su cámara.

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Dorothea Lange. La fotógrafa con su cámara en 1936.
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Antes era hacendado en Missouri, hoy es un trabajador agrícola migratorio en la costa del Pacífico California 1936, febrero
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Niños de la escuela Weill juran fidelidad a la bandera de EE.UU. 1942.
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Mujer de High
Plains. Texas Panhandle, 1938.
Refugiados de Oklahoma acampando en el Imperial Valley.
Trabajador­es mexicanos.
Cartel que dice “Soy americano” en la vitrina de una tienda. El 8 de diciembre,...
Madre Migrante. Nipomo, California, 1936 Mujer de High Plains. Texas Panhandle, 1938. Refugiados de Oklahoma acampando en el Imperial Valley. Trabajador­es mexicanos. Cartel que dice “Soy americano” en la vitrina de una tienda. El 8 de diciembre,...
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