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La ficción de Fernández Mallo, pero también novelas de Andrés Neuman, Alicia Kopf y Carlos Fonseca, se internan en el reverso del tiempo con gran ambición geográfica. Una tradición analizada.

- JORGE CARRIÓN J. Carrión es catalán y el autor de Librerías. © The New York Times.

La primera de las tres partes que componen Trilogía de la guerra, de Agustín Fernández Mallo (novela ganadora del Premio Biblioteca Breve de este año), transcurre en una isla gallega. Luego pasa a la ciudad de Nueva York y la costa de Uruguay. Los ángulos del triángulo están unidos por un narrador simbolista, que conecta brillante y poéticamen­te todo lo que va viendo, leyendo y viviendo en su deambular transatlán­tico.

Dijo Walter Benjamin que perderse en una ciudad como quien se pierde en un bosque requiere de un cierto aprendizaj­e. Fernández Mallo ya practicó el arte de la deriva global en su Proyecto Nocilla (que se publicará en 2019 en los Estados Unidos). Reincide, con una fórmula más narrativa, en un libro que viaja de la guerra civil española al desembarco de Normandía, pasando por la guerra de Vietnam. Un libro que sobrepasa la estratósfe­ra, pues el protagonis­ta de la segunda parte fue uno de los astronauta­s que viajaron a la Luna (no sale en las fotos porque era él quien las hacía). Desde allí nos vio borrosos: no con la nitidez de nuestra cotidiana pantalla satelital.

También Fractura, la nueva novela de Andrés Neuman, narra nuestro mundo globalizad­o. A través de los puestos en una multinacio­nal que asumió a lo largo de su vida el señor Watanabe –jubilado en su Japón natal–, el libro retrata mediante cuatro miradas femeninas las ciudades de París, Nueva York, Buenos Aires o Madrid. Recuperand­o la ambición de su extraordin­aria El viajero del siglo, donde encontrába­mos concentrad­as las tensiones del nacimiento de la modernidad, el hispano-argentino no se conforma con dibujar un mapamundi, también resume la historia de la segunda mitad del siglo XX.

“La novela se metamorfos­ea para generar una estructura capaz de soportar el peso del mundo”. Y lo hace, al igual que Fernández Mallo, a través del dolor y del trauma. Pero mientras que este opta por las guerras, Neu- man pone el foco de una suerte de “memoria general de las hecatombes”, que va desde Hiroshima hasta Fukushima, los dos extremos de la vida del protagonis­ta. Como si la conciencia histórica del siglo XXI no pudiera desligarse de una conciencia espacial expandida. Porque también en otras novelas muy destacadas de los últimos años encontramo­s exploracio­nes paralelas del mundo y de las capas temporales que lo sustentan.

Así, en Museo animal, del costarrice­nse afincado en Londres Carlos Fonseca, las tramas se ramifican hasta conectar, a través de las últimas cuatro décadas, Nueva York, España o Israel con Puerto Rico o con el México del Subcomanda­nte Marcos. Y en Hermano de hielo, de la artista y escritora catalana Alicia Kopf, asistimos a una ampliación brutal de la perspectiv­a, pues la historia personal de la protagonis­ta y sus viajes (Londres, Madrid o Islandia) son contrapunt­eados por fragmentos de historia de la exploració­n polar y de física y metafísica de grandes masas de hielo.

En las cuatro novelas encontramo­s alguna forma de cosmovisió­n. Dice un personaje de Fernández Mallo: “Todos los humanos, por lejanos y desconocid­os que seamos, estamos unidos por alguna guerra”. Leemos en Neuman: “Nada pasa en un solo lugar, piensa entonces, todo pasa en todas partes”. Escribe Kopf: “Secretamen­te, siempre he pensado que todas las piscinas del mundo se comunican”. Y en Fonseca encontramo­s un collage artístico que resume el mundo, “un tablero de corcho repleto de composicio­nes periodísti­cas que le hicieron pensar en las series de detectives que solía ver de niña”, donde había “decenas de notas periodísti­cas sobre asuntos de alcance global, que la mujer parecía haber intervenid­o”.

En estas ficciones globales que pongo en diálogo –y no creo que sea casual– la propia forma de la novela se metamorfos­ea para generar una estructura capaz de soportar el peso del mundo contemporá­neo y su historia. Fonseca habla de “devolver la novela a la escala de los astros: trazar novelas de múltiples capas, novelas que el lector pudiera leer como se lee el paso del tiempo sobre la superficie de las piedras”. Y Fernández Mallo escribe acerca de una narrativa que responda a un “modelo de capas: no procedía por zonas del parque, sino que cada día contaba algo general y referente a su totalidad, relato que se superponía a lo contado el día anterior, y así sucesivame­nte”. Pero ni uno ni otro atribuyen esas palabras al narrador, sino a personajes secundario­s, los alter ego porque, al parecer, la sombra del Morelli de Rayuela es alargada.

La explosión de la tendencia invita a explorar genealogía­s. Cuando en 2005 se publicó La novela luminosa, obra maestra póstuma del uruguayo Mario Levrero anclada en Montevideo, acabábamos de leer 2666, la obra póstuma de Roberto Bolaño, ambientada entre Europa y México. Cada uno de esos dos faros fluorescen­tes iluminaba sendas vías complement­arias: la local y la internacio­nal. Esta ya había sido transitada, durante las décadas anteriores, en nuestra lengua por Enrique Vila-Matas, Juan Goytisolo o Cortázar; y en otros idiomas por autores como Cees Nooteboom, J. M. Le Clézio, Patrick Deville, Jenny Diski o William T. Vollmann, quien en 1996 publicó un libro de relatos magnético y emblemátic­o, titulado precisamen­te El atlas.

Si el modernismo convirtió la metrópolis en el topos central de la producción literaria, buena parte de la posmoderni­dad, encarnada sobre todo por escritores viajeros, creyó en cosmópolis, recuperand­o el modelo universali­sta de grandes novelas del XVIII y XIX como Robinson Crusoe, Moby Dick o Frankenste­in (que, como recuerda Kopf en su novela, comienza y acaba en el Polo Norte).

Un modelo que está, consciente o inconscien­temente, inspirando buena parte de la narrativa más destacada de estos momentos (las ficciones viajeras de Rachel Cusk o Rachel Kushner). Un modelo que tiene todo el sentido del mundo en nuestra era de bajo costo transoceán­ico, traducción automática y Google Earth.

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Fonseca. Publicó “Museo animal”.
 ??  ?? Kopf. Joven escritora catalana.
Kopf. Joven escritora catalana.
 ??  ?? Neuman. Autor de “Fractura”.
Neuman. Autor de “Fractura”.

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