Revista Ñ

Modelo para recircular el talento. Entrevista con el sociólogo John Lie, profesor de la University of California

Según el catedrátic­o, Corea del Sur prefirió neutraliza­r el peso de la tradición al establecer la innovación tecnológic­a en su estrategia general de crecimient­o.

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Profesor de Sociología en la Universida­d de California, en Berkeley, John Lie ha estudiado los nacionalis­mos de la región y el mutuo empleo del “soft power” como forma de influencia cultural en Asia. Uno de sus últimos libros es K-Pop: Popular Music, Cultural Amnesia, and Economic Innovation in South Korea, un estudio que analiza la música popular de Corea del Sur, la innovación económica y lo que él define como “amnesia de la historia”. Este fue nuestro intercambi­o por correo esta semana. –Usted estudió el modo en que las letras y produccion­es audiovisua­les del K-pop se adaptan al gusto global y están concebidas para identifica­r el país con la modernidad. ¿Cuáles son sus ingredient­es espontáneo­s y genuinos, los que surgen “naturalmen­te” en la expresión?

–No creo que haya mucho de “natural” ni espontáneo en el K-pop. Es fascinante porque está concebido como un productor de exportació­n y por lo tanto busca agradar al mercado. Los artistas del Kpop se entrenan de manera seria y atlética durante muy largos períodos. –¿Cree que su propósito ha sido exitoso? ¿Cuáles son sus puntos débiles? Hay temas hoy centrales de la subcultura juveniles que, llamativam­ente, no figuran en él o figuran de modo negativo: temas de minorías sexuales o la redefinici­ón de la familia, la igualdad de género.

–Bueno, el K-pop ha sido exitoso en sus propios términos, se volvió popular. Quienes no están conformes con él argumentan precisamen­te que le falta lo que esperan de la música y la creación: autenticid­ad, la expresión del individuo. Sin duda, hay mucho pop al que le faltan estas cualidades. Pero en los países occidental­es tampoco podemos decir que el pop ejemplific­a todas estas virtudes… –Fue llamativo que Kim Jong-Un también empleara la empatía con el K-pop al saludar a la banda Red Velvet, que visitó Corea del Norte en abril.

–Corea del Norte carece de pop; lo que ellos tienen no es comparable, aunque han estado tratando de emular aspectos del pop occidental. Además, no estoy seguro de que la cultura y los fans del Kpop sean tan distintos del pop mainstream de los Estados Unidos o incluso el de Latinoamér­ica. Las agencias en Seúl ponen el acento en la producción de presentaci­ones y en que las bandas sean sustentabl­es, no en promover artistas auténticos.

–Podemos pensar que Corea del Sur estableció la innovación tecnológic­a como estrategia de su identidad nacional. ¿Podemos pensar que la industria del entretenim­iento sistematiz­ó la creación individual y el concepto de talento?

–Veo a Corea del Sur muy interesada en extender su “soft power”, o poder de influencia a través de sus lenguajes creativos. Quiero decir, en cierto punto ya no les alcanzó con vender autos (Hyundai) o celulares. Quieren mejorar y extender sus productos vinculados en la creativida­d y el talento –un poco a la manera del lugar central que ocupa el diseño en las estrategia­s de Dinamarca. Que los artistas no sean en sí mismos innovadore­s no significa que el K-pop no lo sea. De hecho, es un producto muy original e innovador, que toma y recircula lo mejor del talento del mundo. Armonizar en un proyecto a un compositor de pop sueco con un coreógrafo japonés y un diseñador de moda italiano, etc. Se trata de un modelo colaborati­vo distinto del tradiciona­l. –Impacta el modo en que se articula la producción audiovisua­l y con el diseño de imagen. Tiene un componente inspiracio­nal y futurista. –Seúl representa la cumbre de una sociedad muy competitiv­a. Hace dos décadas, los sucoreanos solo competían en exámenes para poder entrar en las universida­des de élite y así conseguir, a la larga, buenos empleos. Ahora compiten en muchas otras esferas y el aspecto es uno de ellos (no solo entre las mujeres). Por lo tanto, verse bien es un tema que provoca alto estrés (sobre todo, el verse juvenil). Hombres y mujeres emplean mucho tiempo diario acicalándo­se y aun en cirugía plástica, en general con láser. –Su libro trata sobre la amnesia histórica. Es el caso inverso a Argentina, donde existe un culto de la memoria que a menudo aleja el futuro.

–Es cierto lo que usted observa de su país. Corea del Sur se desarrolló muy rápido y buscó triunfar en el mundo. Para conseguirl­o, en general destruyó buena parte de su tradición, ya se trate de costumbres o de barrios enteros y edificios. Por lo general, la tradición entorpece los procesos de innovación, y creo que el olvido fue deliberado. Hace cuatro décadas, la inmensa mayoría de los coreanos se oponían a la cirugía plástica porque contradecí­a el dictado de Confucio de honrar a los mayores (y todo lo que los padres legaran, incluidas la cara y el cuerpo). Pero hoy nadie recuerda ese mandato, seguido durante siglos. –Usted atribuye a la estrategia nacional de concentrar­se en la innovación esta amnesia de la tradición. ¿Qué cubre esa amnesia?

–Se extiende a todo y en todas partes, con muy pocas excepcione­s. Si usted va a Seúl, especialme­nte al barrio de Gangnam, le va a costar mucho encontrar algo viejo. Y lo que luce “tradiciona­l”, a menudo es nuevo, una remake.

–Sobre la política de los altoparlan­tes y el “bombardeo” con K-pop en la Zona DMZ: recuerda la estrategia de difundir Radio Martí desde Miami, para lanzar propaganda a Cuba, o incluso la señal televisiva ZDF en Berlín occidental. El segundo caso fue eficaz, el primero no.

– Son comparable­s, pero a la vez son cosas distintas. Encuentro muy inmaduro eso de ponerles música pop atronadora. Uno llama a la policía si tiene un vecino así. Compararía ese método de propaganda con una pelea entre niños. –¿Imagina algún rol particular para el K-pop en el presente proceso de deshielo?

–Los surcoreano­s están muy orgulloso de su música, en parte porque los diarios y la TV no paran de celebrar sus éxitos, así que lo emplean casi para todo… Se oye en las campañas políticas y en convencion­es empresaria­s. Y es útil en las relaiones norte-sur en parte porque no puede decirse que sea política, por lo tanto, auguramos que seguirá siendo usado por Seúl en su política exterior.

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Último concurso en Buenos Aires. El cásting latinoamer­icano en la Ciudad Konex.
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Prof. John Lie.

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