Flora y fauna
Sábado a la noche. Llueve y en el Faena Art Center, en Puerto Madero, se celebra una reunión casi secreta. Porque se lleva a cabo la obra performático-culinaria Face to face. A celebration of twins (Cara a cara. Una celebración de gemelos), creada por los alternativos y carismáticos Antoni Miralda (Barcelona, 1942) y Montse Guillén (Málaga, 1946), él artista y ella restaurateur, una dupla que hizo furor de 1984 a 1986 en Nueva York con su exclusivo restaurante El Internacional.
El Internacional fue el primer espacio de tapas de la ciudad, declara la curadora de la obra, Zoe Lukov. Eran asiduos Andy Warhol, Jean-Michel Basquiat y Keith Haring; también Michael Douglas y Anthony Bourdain. En el Faena, Montse y Miralda realizaron una reversión de un capítulo de El Internacional, su Sándwich arqueológico. ¿Pero qué es esto? ¿Una baguette hecha de restos, de materiales antiguos, de fragmentos de momias? ¿Un sanguchito de miga con miles de capas de texturas y sabores extraños, añejados? ¿O simplemente una metáfora? En el mundo del arte lo que imaginan los artistas es posible. Montse y Miralda proponen a través de Face to face sumergir a los participantes en capas y más capas de tiempos y estilos distintos: los de los 80 neoyorquinos mixeados con los de un fuerte sello español underground y decontractée, más un no sé qué porteño. Ellos hablan de una food culture que une arte y cocina, desdibujando los límites tradicionales.
El ambiente era semioscuro, con los gemelos y otros invitados siempre con un “mellizo” lookeado de forma similar a un costado. A los artistas se los veía en su salsa: Montse, bajita y con rodete, de cabellos blancos teñidos de lila, vestida con una pequeñita capa blanca y una larga pollera oscura, bailando, sonriendo y conversando con cada gemelo, con cada persona, corría de un lado para otro. Y Miralda, también con un rodete y con una chaqueta azul llena de arabescos chinos e hilos de seda, no paraba de bailar flamenco, batir palmas y festejar. ¿Pero festejar qué? Festejar la obra. Festejar por el placer de pasar un buen momento; por vivir con alegría y más livianamente. Al fin y al cabo, el corazón de las obras de estos artistas es generar espacios y situaciones cuyo fin es la fiesta, el goce, la felicidad de juntarse, de conversar y de vivir: la creación de plataformas para la interacción social y las experiencias inéditas; la vida en conjunto como celebración.
Se sumaba un menú mágico diseñado para dos, en un entorno definido por objetos artísticos extravagantes: una gigantesca corona de la Estatua de la Libertad de plástico, con sus rayos convertidos ahora en pinches con ananás, ajíes, mandarinas y tomates lumínicos incrustados (en una versión contemporánea de la Liberty Crown Brochette, de los 80).
Pero el festejo tenía reglas. Para participar los gemelos debían asistir juntos y vestidos idénticamente. Quienes no éramos gemelos, debíamos concurrir vetidos de azul y portar una peluca (de color níveo, rosa o negro). El corte obligado era melenita con flequillo, aun para los hombres. Así que el propio chef Paul Qui –filipino de Manila aunque anclado en Texas, a cargo de uno de los restaurantes del Hotel Faena de Miami–, quien diseñó el menú de la performance, llevaba puesta, él también, una peluca lila. ¿El menú? Desdoblado. Si de un lado de la mesa los gemelos cenaban sopa de coliflor, tartare de cordero, beef de milanesa y “Ángel” de postre, del otro les correspondía sopa de guisantes, tartare de remolacha, veggie milanesa y de postre, “Demonio”.
El monumental espacio del Faena fue atravesado por una larga mesa con encajes fucsia y rodeada de personas idénticas, cenando y bebiendo “Blue margaritas”. Gemelos de todas las edades fueron invitados. “Mi hermana y yo somos súper unidas”, comentó Jimena sobre Chantal, ambas bailarinas. La noche sigue, los Margaritas azules fluyen, y Miralda no para de bailar flamenco. La obra define, cada vez más, su perfil de restaurante encantado.