El deporte en el cine, de Matías Bauso
El autor del monumental “78. Historia oral del Mundial”, ahora pasa revista a cómo los deportes fueron llevados al séptimo arte.
Quien se dejó llevar por Matías Bauso sin experimentar alguna de estas sensaciones, es porque nunca disfrutó de una buena película ni de un gran espectáculo deportivo: estremecimiento al recordar la escena que el autor describe, necesidad de entrar en Netflix para buscar alguna obra que menciona y que hace falta ver ya, y esa inconfundible sensación de “cómo no se me ocurrió” cuando categoriza, jerarquiza, sugiere o concluye.
El ejercicio consiste en dejarse tomar de la mano por Bauso y recorrer con él la historia del cine a través de las películas que hablan del deporte. La estética, las tramas, la habilidad de actores y directores para practicar deporte o comprender el fenómeno, los personajes y los héroes que los inspiraron. Los valores del deporte, que son también los de la vida. Todo va desfilando por la lente de este hombre que es cinéfilo, claro, pero que por sobre todas las cosas o justamente por eso es un enorme observador de las grandes cosas y de los pequeños detalles.
Bauso es el autor del imprescindible 78. Historia oral del Mundial, acaso la más minuciosa investigación sobre el único campeonato mundial de fútbol jugado en el país y sobre la sociedad que lo enmarcó. En esta otra obra, con mucho de análisis de especialista pero mucho más de espectador incorregible, encuentra el camino más entretenido de aproximarse a personajes que de otro modo serían sólo bronce, tapas de revistas, estatuillas levantadas en Hollywood. Olvido.
Con la autoridad que le otorgan la lectura, el análisis y el atrevimiento, Bauso es capaz de arriesgar que “una película deportiva para ser buena tiene que ser protagonizada por Kevin Costner”. Nos explica por qué todo film que aborde la temática deportiva tiene que lidiar con dificultades acaso insuperables, como documentar acabadamenperspectiva te acciones y jugadas. Marca el riesgo de que un excelente actor denote su ignorancia sobre la técnica del deporte que le toque abordar. Y hasta postula un ranking de los deportes más atractivos para el cine (al menos para el cine comercial estadounidense), claramente liderado por el boxeo y el béisbol.
Hay a lo largo del recorrido espacio para intercalar cine argentino y otro para recordar experiencias personales. Un capítulo desgrana los “88 motivos por los que amamos a Rocky Balboa”. Otro enumera “cinco grandes películas de boxeo”, aborda “el fútbol y el cine” desde una histórica y lúdica y estética, arma un decálogo de los filmes vinculados con el béisbol. Todo en clave descriptiva, amigable, casi cómplice, en absoluto catedrática.
Tan fascinado por el ring de boxeo como escenario ideal, como por el deporte femenino llevado al cine (ejemplificado por La batalla de los sexos, la gesta de Billie Jean King desafiando a un tenis y a un mundo de hombres), Bauso se mete también con Olimpia (1938) y con Leni Riefenstahl, retratista de los Juegos Olímpicos de Berlín 36 y cineasta icónica del nazismo. Como si el mensaje fuera “vea, sienta, piense”, deja al lector-espectador la última palabra. Aunque entrega pistas: “La manera en que hoy vemos deporte le debe mucho a Riefenstahl”.
Cerrará el autor con un ranking de las 100 mejores películas deportivas, de la 100 a la 1, que propone como “un juego, una guía, una filmografía no taxativa”. Y si termina quedando clara su predilección por la tríada Scorsese-Boxeo-De Niro, perdura, sí, una duda: ¿Es Matías Bauso un loco por el deporte con el que entró de la mano al cine? ¿O un cinéfilo incorregible que hoy incursiona en el deporte y mañana lo hará en el amor, la guerra o el infortunio? “En la cancha todos hemos pasado momentos de película”, dice al pasar. Por ahí anda su respuesta.