Revista Ñ

Lecturas: El sol bañaba todo. Anticipo de una antología de nueva poesía estadounid­ense

Del vasto mapa de la lírica estadounid­ense más reciente, Ezequiel Zaidenwerg seleccionó y tradujo a un buen puñado de escritores jóvenes. Aquí, un anticipo de esa nueva antología.

- ILUSTRACIÓ­N: DANIEL ROLDÁ

Mi padre acepta su derrota

años: el día en que mi padre renunció a su rutina de ejercicios (las sesiones de trote por el parque cada mañana, excepto en Navidad; sus arduas calistenia­s vespertina­s cuando llegaba a casa del trabajo; los partidos de tenis con amigos los martes y los jueves); ese día no fue a correr, no hizo abdominale­s y tiró el buzo viejo con capucha que no lavaba nunca y que había usado a sol y a sombra todos estos años sin pausa (en el invierno como abrigo, y en el verano para transpirar); habrá sido un alivio, pero fue más bien la aceptación de una derrota: como en esos programas de concursos en que la gente tiene que apoyar las manos sobre un auto y no sacarlas de ahí; los que se van cansando pierden, y el último que queda gana el auto. Joe Urbach

esta canción es sólo esta canción

esta canción es sólo esta canción / pensás mientras la ves de espaldas / irse por la calle arrastrand­o la valija /de sus papás que rueda y da saltitos / detrás de ella / esta canción es sólo esta canción pensás al ver sus rulos / el pañuelo floreado que compró con vos / y que era igual a otro perdido / a miles de kilómetros de ahí / el tapadito gris / que no la abriga lo suficiente los botines negros que sostienen /su cuerpo largo y flaco / esta canción es sólo / esta canción pensás al ver / cómo la mancha gris dobla la esquina / esta canción es sólo esta canción / y existe / en el invierno Jillian Kwon

Nuestros últimos días

Cuando supimos que llegaba el fin, con nuestras propias manos construimo­s una choza en la playa, usando ramas, plumas, paja, pedazos de botella y fierros retorcidos.

Como viga central, que apuntalara el edificio, colocamos un hueso de ballena: nuestro hogar era limpio y espacioso, y el sol bañaba todo desde arriba, por una claraboya.

Y aunque casi se nos fue todo el tiempo que quedaba en la tarea, no entramos en pánico.

Al terminar, pusimos unas sillas afuera y nos sentamos a esperar: nos abrazamos una vez o dos, tomamos té y jugamos a las cartas.

Y cuando finalmente llegó la hora, un elefante gigantesco y blanco salió del mar, y nos llevó en su lomo a un horizonte de salvaje espuma. Leroy S. Davis

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