Revista Ñ

Capone en septiembre, de Liliana Heer

La escritora Liliana Heer encara al pope de la mafia de Chicago de principios del siglo XX y se lo apropia en versos despiadado­s.

- SARA COHEN

En Capone en septiembre, Liliana Heer construye –a través de las voces del narrador, de Capone y de Angie– una historia hecha de fragmentos, una apropiació­n intensa, despiadada, sentimenta­l y fundamenta­lmente poética de la leyenda de Al Capone: “Nuestra primera salida/ es a una iglesia/ estampas incienso aureolas candelas/ Capone en septiembre/ reza a la virgen de Loreto/ hincado ruega/ presiente el caudal de su capilla/ Tengo mi propia Angie/ un trébol de cuatro hojas/ También repite/ Mejor/ seguir/ matando”.

La propuesta viene precedida por palabras del cineasta JeanLuc Godard: “Cuando los hechos se vuelven leyenda hay que obedecer a la leyenda”. Y Heer decide habitar la leyenda, alterarla e intervenir­la, desnudar los anhelos de los personajes, ahondar en el poder, desde el esplendor a la decadencia. Espacios urbanos, hitos de la historia del personaje, el amor, la denigració­n, el origen, la enfermedad. Pero de las tres voces, predomina la voz femenina de Angie, creación urdida por las palabras de la poeta.

Podríamos decir que a través de Angie adquiere cuerpo el gángster: “Angie ¿todavía te atraen mis enemigos?/ No respondo/ tiro mi boca a la basura/ Soy lealmente infiel/ ¿qué pasaría si supiera?/ Antes de él hubo otros escorpione­s/ tramposos sutiles bizarros serviles/ mordaces bestiales procaces/ osados de alta presión”. Todo puede suceder: “Hubo otros y otras”. Incluso el cuidado en la prisión y frente a la enfermedad: “Cuido a mi gángster/ beso su boca/ le doy de comer/ curo las ronchas de sus testículos/ Huelen a fresas”.

El libro tiene apostillas de Ana Arzoumania­n y un texto en contratapa de Eduardo Stupía. Los dos escritos buscan cernir algo nodular del trabajo realizado por Heer. Arzoumania­n escribe: “No es Capone, ni Angie; es la cicatriz del Scarface la que habla. La herida habla y encierra al lector”. Stupía dice: “la autora ha destilado el líquido huesudo, irreductib­le, de una mordiente lengua poética perfectame­nte inmune aún a aquello que ha ido a buscar entre los factores más fascinante­s, y eficazment­e amorales, de su objeto”.

Tal como ellos lo expresan, la poeta hace que la herida hable, porque no retrocede frente a lo más abyecto y sumergido, pero a la vez hace surgir de los bordes de la herida algunos perfiles del amor: “En el mar hay un submarino/ en el submarino un visor/ en el visor una jaula/ en la jaula un pájaro/ en el pájaro un secreto/ en el secreto un mensaje/ en el mensaje está escrito/ Angie es mía”.

Liliana Heer conduce y desconcier­ta al lector en el recorrido de las distintas facetas que ofrece su indagación, un acontecer histórico y social impregnado de sensacione­s y corporalid­ad. Su poesía logra que la leyenda nos interrogue.

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Paradiso 112 págs. $280

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