Guías para gente que languidece en el museo.
Análisis de la tendencia que propone visitas y actividades “divertidas”
Un lunes reciente por la tarde, Sarah Dunnavant, actriz de 27 años y guía de la empresa de tours Museum Hack, reunió a su grupo de ocho personas en la entrada del Instituto de Arte de Chicago y prometió revelarles las partes “lascivas, sexies y temibles” del museo en un animado tour de dos horas que incluiría puntos “no destacados” del lugar. Encaminó a sus seguidores hacia los molinetes de arte popular estadounidense, a un Caravaggio falso y a la pintura verde mezclada con arsénico que prefería Vincent van Gogh. Repartió golosinas para evitar que decayera el ánimo, comentó las referencias de Beyoncé en video y en fotos a la diosa yoruba Osun en la Galería Africana y fotografió al grupo posando como si fueran los personajes de Georges Seurat en “Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte” frente a esa obra de arte puntillista.
“Si ustedes esperaban acariciarse el mentón y evaluar las pinceladas de los grandes maestros”, dijo Sarah acariciándose el mentón y estallando en carcajadas, “ésta no es esa clase de visitas guiadas”.
Esta visita, al igual que un torrente de otras que están redefiniendo nuevamente las idas a estos espacios, procura revigorizar un rubro básico del turismo: el museo imposible de perder. El enfoque de Museum Hack consiste en utilizar el humor, las referencias a la cultura popular y juegos que hacen el recorrido más divertido y menos forzado.
“Estamos concentrados en atraer a todo un público nuevo”, dijo Nick Gray, que creó Museum Hack en 2013. “Los museos no compiten con otros museos”, agregó. “Compiten con Netflix, Facebook y los iPhones.” Pero no porque los museos no hayan sido innovadores en cuanto a sus intentos de acoplarse a la era de la distracción.
El Neon Museum de Las Vegas, dedicado a señalización desechada de la zona conocida como el Strip de Las Vegas, incorporó hace poco un espectáculo de luz y sonido llamado Brilliant, que anima los carteles que no funcionan. El Museo de Arte Toledo de Ohio ofrece durante todo el año tours periódicos por sus galerías. En Saint Petersburg, Florida, el Museo Dalí propone un recorrido con realidad virtual por el cuadro de Salvador Dalí “Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet” (1935), que coloca a los espectadores en su paisaje surrealista, incluso sobre sus torres de forma humana.
Otras instituciones filtran sus colecciones a través de lentes especiales. En Sarasota, Florida, el Museo de Arte Ringling presentó recientemente visitas guiadas por una drag queen. El Museo Canadiense de Derechos Humanos de Winnipeg organiza el Tour Mikinak-Keya Spirit, con guías indígenas que emplean tambores, cantos y ceremonias para dar a conocer las siete enseñanzas sagradas de los pobladores de las Primeras Naciones.
Pero las empresas tercerizadas que efectúan visitas guiadas, en especial las que actúan en museos de bellas artes, proveen más filtros externos, que van desde lo relacionado con comedias hasta lo académico. Sus tours abarcan tanto temas especiales, como feminismo o cultura gay,
hasta atractivos especiales de cada museo concebidos en función de visitantes escasos de tiempo o con déficit de atención.
“Alguien elige visitas como las nuestras para acabar con lo que de otro modo podría ser una colección de un millón de piezas como en el Louvre o el Met”, comentó Stephen Oddo, uno de los dos fundadores de Take Walks, empresa de tours a pie que opera en Nueva York, San Francisco y en ocho ciudades europeas, Londres y Roma entre ellas. “Se puede ir con un manual de viaje o un artículo periodístico, pero es algo muy pasivo así. Con los lugares históricos siempre es mejor ampliar el contexto y su riqueza a través de alguien especializado en hacerlo y que te atiende personalmente.”
Oddo y su socio co-fundador, Jason Spiehler, se conocieron cuando trabajaban en Roma, donde Spiehler guiaba tours al Vaticano. En 2010 crearon juntos Walks in Italy; en los demás países a la empresa se la denomina Take Walks. La compañía lleva a cabo visitas guiadas como la del Louvre en París cerca de la hora del cierre, cuando el tránsito en torno de la Mona Lisa se extingue, y un tour de todo el día a tres construcciones del arquitecto Antonio Gaudí, dos de ellas museos, en Barcelona, España.
“En los últimos diez años hemos visto un vuelco desde los itinerarios en ómnibus con grupos grandes de turistas hacia tours más reducidos con guías que tienen conocimiento específico sobre una temática y pueden hablar detalladamente sobre ella”, dijo Oddo de los tours de Take Walks, que están diseñados para 12 a 15 personas. (La mayoría de las visitas guiadas a museos duran de dos a cuatro horas y cuestan entre 42 y 107 dólares)
Para quienes buscan una excursión más específica con un experto, Context Travel dispone de arqueólogos, historiadores del arte y profesores como guías de sus visitas, limitadas a seis personas. En 2017 la inversora de capital privado Active Partners colocó más de cinco millones de dólares en esta empresa, fundada en 2003 por Lani Bevacqua y Paul Bennet, con el objetivo de expandir su alcance. Ahora la firma opera en casi 50 ciudades.
Los tours de la compañía no se basan exclusivamente en museos, pero en sus recorridos “los temas comprenden desde el gusto por obras de arte exquisitas, el mercado del arte, obras de arte robadas (presuntamente o no) y en general la riqueza ostentosa y el consumo que llama la atención”, escribió en un mail Nick Stropko, asociado de marketing de Context Travel.
En Londres, la visita guiada de Context al Museo Británico explora la ética relacionada con los Mármoles de Elgin, vasta serie de esculturas originalmente sacadas de Grecia, que ha solicitado su reintegro. En Madrid, el tour Guerra Civil Española visita sitios vinculados con la guerra y después continúa en el Museo Reina Sofía, donde explora la reacción de los artistas ante el conflicto, incluyendo el Guernica de Pablo Picasso. Los tours de Context cuestan de 60 a 130 dólares por persona.
Abarcando un terreno más lujurioso, Shady Ladies Tours, que tuvo su origen en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York en 2016, pone el foco en las cortesanas, las amantes y otras beldades habitualmente retratadas en obras de arte (59 dólares). A partir de sus comienzos, la organización ha extendido su cobertura a “mujeres impúdicas”, o mujeres de poder desde el antiguo Egipto hasta las sufragistas estadounidenses y la moda y la belleza a través de las culturas, sin dejar de lado las incisiones corporales y los anillos en la nariz, en el Met y otros museos de Boston y Filadelfia (28 a 54 dólares).
“Es una forma menos pesada de mirar el arte”, dijo Andrew Lear, fundador de Shady Ladies, historiador del arte y clasicista que enseñaba en la Universidad de Nueva York. También dirige la compañía de viajes gay Oscar Wilde Tours.
“Se nos enseña a mirar el arte de un modo que prácticamente te desorienta, te intimida, ya que el arte consiste en distintos estilos y preocupaciones teóricas”, dijo. “Creo que no es un buen punto de partida. A la gente le gusta conocer el contexto y, desde luego, éste es un lado divertido del contexto.”
Museum Hack, por oposición, fue creada por Gray, que no tenía antecedentes en arte ni en historia, pero dijo que se enamoró de las maravillas del Metropolitan Museum, donde las visitas temáticas oscilan ahora entre los puntos “no culminantes” y un “nada oficial ni autorizado tour mágico para varones”.
Hoy ya en cinco ciudades, Museum Hack procura contratar actores, cómicos y docentes como guías de sus visitas, que abarcan tours feministas del Museo de Young de San Francisco, el Getty Center de Los Ángeles y la Galería Nacional de Arte de Washington. A su vez, una drag queen guía los pasos de otro itinerario en el Instituto de Arte de Chicago. La mayor parte de los tours cuestan entre 49 y 69 dólares por persona; los participantes deben inscribirse con anterioridad en museumhack.com.
“Nos contratan en primer lugar por la habilidad narrativa que dedicamos a contar historias y por priorizar eso por sobre los conocimientos y el expertise en historia del arte”, dijo Gray, que considera al Met su “tercer lugar” y trata de que los visitantes no habituales a los museos se sientan cómodos en lugares que podrían parecerles intimidantes.
“Creemos que el público tiene que entretenerse antes que educarse”, agregó.