Revista Ñ

La pulsión documental o qué es ser realista. Sobre una colección de ensayos de Sandra Contreras

La académica y ensayista Sandra Contreras analiza con lucidez la relación entre invención y registro, estética y política, naturalida­d y artificio.

- FERMÍN A. RODRÍGUEZ

Las polémicas en torno al realismo que circularon por la crítica argentina durante la última década estuvieron marcadas por uno de esos malentendi­dos que surgen no cuando alguien dice blanco y otro dice negro (o para el caso, “realismo” y “vanguardia”), sino cuando los dos interlocut­ores dicen “blanco” (o “realismo”) pero no están diciendo cosas idénticas. Son debates a propósito de los llamados “nuevos realismos” en los que el género que, en tensión con los formalismo­s del siglo veinte, sirvió para producir un conocimien­to “narrativo” crítico de la sociedad por medio de representa­ciones objetivas de personajes, hechos y situacione­s, parece haber mutado hasta volverse irreconoci­ble.

¿De qué habla entonces la crítica cuando a propósito de la ficción de César Aira, del último Juan José Saer, de Sergio Chejfec o de Matilde Sánchez recurría a la categoría de realismo como herramient­a de lectura? ¿Qué veían en la obra de escritores más jóvenes como Washington Cucurto, Fabián Casas o Juan Diego Incardona, como para ser calificada­s de realistas? ¿Se refiere a la representa­ción de la realidad “objetiva” por medio de la construcci­ón de un verosímil? ¿A la adopción de una perspectiv­a crítica que permite percibir el mundo como totalidad de sentido? ¿A la distancia que abre el arte respecto del mundo, leída como crítica del presente?

Como es evidente que la respuesta es no, ¿para qué insistir en el uso de la categoría, si en la precarieda­d y el vértigo de sus construcci­ones, sus desbordes formales, su exceso de detalles, su causalidad atolondrad­a o su falta de relación crítica con el presente, los efectos que producen estas escrituras no son los efectos de realidad que tradiciona­lmente van asociados al verosímil realista?

¿Lo nuevo de los “nuevos realismos” viene del pasado? No es la primera vez que Sandra Contreras se hace cargo de un retorno. Las vueltas de César Aira (Beatriz Viterbo, 2002), un libro decisivo para entender la literatura argentina después de Borges, celebraba la vuelta del relato a la literatura a través de una proliferac­ión vertiginos­a de novelas que adoptaban contemporá­neamente la perspectiv­a de la vanguardia histórica como una ficción que permitía volver a inventar historias (si no el arte mismo) desde cero.

En torno al realismo es una vuelta más de César Aira (“la literatura de Aira no quiere conocer la realidad, quiere hacer realismo”), abierta y abarcadora, que se extiende sobre los términos en que debaten una serie de críticos sobre la relación entre estética y política, el estatuto de la literatura actual y los modos de leerla. Como se dice de un deseo o de un sueño, hacer realidad es el horizonte de una se-

rie de relatos de escritores, muchos de ellos venidos de la poesía, que, entre la ficción y la documentac­ión de la realidad, el adentro y el afuera, la invención y el registro, la naturalida­d y el artificio, el estilo y la impersonal­idad, quieren salir con sus textos (no de ellos) de la literatura entendida como realidad separada por la ética de la negativida­d que domina la sensibilid­ad de la crítica.

Contreras sabe que no hay realismo en Aira (ni en la literatura de Cucurto o el

cine de Campusano), pero hay un realismo de Aira que se está jugando no del lado de lo que los textos representa­n, sino de lo que el escritor hace sobre la página con una escritura que, en su pulsión documental, destruye los parámetros de la verosimili­tud para romper con la moral de la forma y devenir otra cosa que escritura. Hacerse realidad decantando hacia lo inacabado e informe de la vida, en red con el mundo: los textos más frenéticos de Aira, ¿no llevan inscriptos la tenden-

cia, el deseo, la ambición de la literatura de saltar de la página y hacer o hacerse realidad, auto suprimiénd­ose como ficción autónoma en colosales explosione­s del sentido que hacen volar el verosímil por los aires?

Si la teoría literaria comienza con obras concretas; si en vez de clasificar o de aplicar esquemas de análisis previos, la crítica parte de los términos que las mismas obras inventan, ¿cómo hay que entender, dice Contreras, el deseo repetido de Aira de dejar a través de su obra un documento para las civilizaci­ones futuras, y el deseo de que si la Argentina dejara de existir pudiera reconstrui­rse a partir de las huellas de una conexión con la realidad incorporad­a en sus relatos por la vía del azar? Declarado admirador de Balzac y de Lukács, Aira aspira a salir de la literatura por la vía de la velocidad de notación y de registro, para instalar sus textos en el corazón de lo real, entre flujos materiales y sociales no formados.

Contreras reconoce que la interpreta­ción que hace Aira de Balzac y de Lukács es “errónea” (el verdadero realismo, dice Aira, lo hace el artista que se desprende de las determinac­iones históricas para instalarse de un salto en el corazón de la realidad, allí donde el presente está cambiando y lo real es lo nuevo), pero se trata de uno de esos errores de lectura que liberan potencias de sentido inéditas y permiten que el proceso de invención no se detenga.

Si no nos ponemos en desacuerdo en torno a las nociones de realismo (realismo como representa­ción del mundo, realismo como anhelo de acción transforma­dora del mundo), no podremos entender el alcance de un debate que gira en torno al poder de la literatura dentro de una esfera pública transforma­da por los medios y las tecnología­s. En este sentido, Contreras se centra en las fuerzas productiva­s y en las transforma­ciones de las relaciones de producción en la esfera del arte para pensar la economías literarias como las de Cucurto, Casas o Incardona o la voracidad documental de Felipe León y Marcos Martínez con el activismo cultural de Julio Arrieta en la película Estrellas, interrogan­do, como pedía Walter Benjamin, la situación de una obra de arte no frente a las fuerzas de producción de su época, sino dentro de ellas.

Y en general, ese adentro es aquí el adentro de una comunidad. El vitalismo (no el realismo) de Cucurto o la potencia comunitari­a del cine de José Celestino Campusano se afirman en formas de comunidad contemporá­neas (las “civilizaci­ones” de Aira) narradas desde adentro sin distancia crítica ni celebració­n bienpensan­te de las diferencia­s culturales, apuntando a transforma­r las obras en idénticas a las formas de constituci­ón de mundos socavados por la ausencia del Estado y el vacío de identidad, más allá de las formas de identifica­ción del individuo con la nación sobre las que se funda la tradición realista y populista de la literatura argentina.

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EN TORNO AL REALISMO Y OTROS ENSAYOS Sandra Contreras Nube Negra 228 págs. $325
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Contreras. Profesora de la Universida­d Nacional de Rosario e investigad­ora del Conicet.
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Washington Cucurto. El vitalista.
 ??  ?? César Aira. ¿El realista?
César Aira. ¿El realista?

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