Revista Ñ

Lecturas: Un singular misterio sin resolver. Poemas de Edith Södergran

La pionera y peculiar escritora nórdica Edith Södergran corteja la ingenuidad y la eleva a otra dimensión de la mano de la naturaleza, del clima, de los colores y de los animales.

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El deseo de los colores

Por el bien de mi propia palidez adoro el rojo, el azul y el amarillo, la vasta blancura es melancólic­a como el amanecer del día de nieve en que desde la ventana la madre de Blancaniev­es ansiaba el rojo y el negro. El deseo de los colores es el de la sangre. Si tienes sed de belleza cierra los ojos y mira en tu propio corazón.

Pero la belleza teme el día y las miradas excesivas, no soporta el ruido ni los movimiento­s excesivos

–no te lleves el corazón a los labios, no debemos perturbar los insignes anillos del silencio y la soledad–

¿qué hay más grande que toparse con un singular misterio sin resolver? Estaré callada toda mi vida, una mujer charlatana es como la cotorra que parlotea y se delata a sí misma; seré un árbol solitario en la llanura,

los árboles del bosque se consumen ansiando la tormenta, estaré sana de la cabeza a los pies con hilos dorados en la sangre, seré pura e inocente como una llama que se lame los labios.

Nubes errantes

Nubes errantes se han agarrado a la cima de la montaña, durante horas interminab­les esperan en silencio: si un viento cazador quisiera esparcirla­s sobre la llanura, habrían de rebasar con el sol la nieve en las cumbres. Nubes errantes se han colocado en el camino del sol, los tristes banderines del día a día cuelan pesados, abajo en el valle la vida avanza a rastras, y desde ventanas abiertas resuena un piano de cola. Jirón a jirón está hecha la abigarrada alfombra del valle, y firme como el azúcar es la eterna nieve de las alturas... El invierno baja despacio por el valle.

Los gigantes sonríen.

Las estrellas

Cuando llega la noche me quedo en la escalera y escucho, en el jardín se forman enjambres de estrellas y yo estoy a oscuras.

Escucha, ¡cayó una estrella con un tintineo! No salgas descalzo a la hierba; tengo el jardín lleno de astillas.

El mar extraño

Peces raros se deslizan en las profundida­des, flores ignotas lucen en la playa; he visto rojo, amarillo y todos los demás colores– pero el mar resplandec­iente es la visión más peligrosa, es fuente de sed y desvelo por las aventuras que habrán de venir: ¡lo que ha pasado en el cuento, me pasará también a mí!

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ILUSTRACIÓ­N: DANIEL ROLDÁN
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