Revista Ñ

LA TENACIDAD Y EL TALENTO DE POLESELLO

Una muestra reúne pinturas, dibujos, piezas de acrílico y material de archivo de distintas etapas de producción del gran artista desde la década de 1960.

- POR VICTORIA VERLICHAK

Apoco más de cuatro años de la muerte del artista, Del Infinito Arte exhibe Rogelio Polesello. Vortex, un conjunto de pinturas, tintas, placas de acrílico, bocetos, escultura en madera y documentos. Son piezas de pequeño y gran formato y materiales que dan cuenta del proceso de creación de un artista que supo mantenerse vigente durante más de 56 años. ¿Cómo lo hizo? No es algo sencillo en el universo del arte, donde las modas vienen y van como las aguas del mar que se arriman a la playa. ¿Quizá su incansable frecuentac­ión a la escena artística porteña haya contribuid­o a levantar su perfil social y periodísti­co? Sí, pero eso no es suficiente para el desarrollo de una vasta y sostenida trayectori­a. La obra de Polesello va más allá de los brillantes juegos visuales: trabaja la abstracció­n, recurre al arte óptico-cinético a partir de la geometría, apela a lo lúdico y altera la percepción. Es preciso coincidir con la crítica de arte y catedrátic­a Elena Oliveras que, en su texto de presentaci­ón, escribe acerca de la “complejida­d” del pensa- miento del artista.

En la biografía de Marta Traba (Buenos Aires 1930-Madrid 1983), quien escribe estas líneas, cuenta que a mediados de la década del 60 la notable crítica de arte y escritora transitaba por Bogotá, donde vivía, en un auto (canjeado por una obra de Fernando Botero) que tenía sus puertas con diseños que Polesello había inventado especialme­nte para ella. El recuerdo vale la pena porque Traba, al pasear imágenes de Polesello no solo promovía el arte contemporá­neo sino daba cuenta de la difusión de la obra del artista más allá de las fronteras de la Argentina; su primera muestra fue con Luis Wells en 1958.

Esa generación, en cierto modo, se benefició de un gran cúmulo de becas, conferenci­as, muestras de artistas argentinos y latinoamer­icanos en un extenso circuito de museos de los Estados Unidos de América, promovida por el Departamen­to de Estado estadounid­ense a propósito de la triunfante Revolución Cubana y su disputa por la adhesión de artistas e intelectua­les. Además, en el marco del plan de gobierno del presidente Arturo Frondizi –y su apertura al mundo–, se realizaron numerosas exhibicion­es de artistas argentinos en el exterior,

mayormente en coincidenc­ia con el 150º aniversari­o de la Revolución de Mayo. Por caso, en 1965 Polesello recibió una beca del Servicio Cultural de la Embajada en Buenos Aires para visitar Estados Unidos. Ese mismo año obtuvo el Primer Premio en el Salón de Artistas Jóvenes de América Latina (Unión Panamerica­na, Washington D.C.).

En la sala principal de Del Infinito Arte, la muestra Vortex (masa de aire o líquido en turbulento movimiento como en espiral con corrientes cerradas) despliega cinco pinturas (acrílico sobre tela) de entre 1996 y 2001; tres placas de acrílico tallado de gran formato (dos de 1969 y una de 1975) y una placa de formato medio de 1971: óvalos cóncavos y convexos transparen­tes con efecto óptico, que filtran maravillos­amente lo que las circunda y lo reflejan distorsion­ado en un calidoscop­io donde brotan resplandor­es y los tonos del arco iris.

La sala pequeña reúne bocetos de obra, procesos y estudios para la realizació­n de las pinturas ubicadas en la sala grande, tres obras históricas (dos de 1959 y una de 1967), retazos de acrílicos en crudo con los que proyectaba sus obras, una escultura de madera, prototipo para una escultura de gran formato (se exponen también los bocetos para este proyecto), una vitrina con catálogos de exposicion­es en El Museo Nacional de Bellas Artes, en el Centro Cultural Recoleta, en los Premio Di Tella de 1963 y 1965, en los que participó. También se exhibe el volumen Polesello joven 1958-1974, de 400 páginas, que acompañó la muestra de igual nombre que se realizó en el Malba en 2015.

Las dos salas de Vortex se complement­an: procesos y resultados. El texto de Oliveras elige destacar la parte reflexiva del artista, actitud constante pero muchas veces opacada por sus otros trabajos vinculados al diseño gráfico y publicitar­io, a la arquitectu­ra, al diseño textil y el body painting.

“Polesello es un investigad­or tenaz. La prueba –dice Oliveras– está en la infinidad de bocetos sobre papel donde estudia perspectiv­as, estructura­s de formas y colores para combinarla­s una y otra vez. Son dibujos de pequeño formato que documentan, de modo fehaciente, el valor de la aventura más allá de la perfección. (…) Acepta el riesgo de la ‘imperfecci­ón’; de allí que algunas de sus pinturas muestren, junto a la estructura perfecta de líneas rectas y curvas (…) la impronta de una entonación subjetiva. Es lo que encontramo­s en el “barrido” de algunos fondos en los que ha quedado la marca del gesto irrepetibl­e. Doble juego del orden y la aleatoried­ad que revelan la complejida­d de un pensamient­o. Tanto es así que, al atractivo visual de las obras de Polesello, se agrega una fuerte base conceptual no siempre suficiente­mente reconocida. El concepto de deconstruc­ción, entre otros, es clave en su poética. Lo descubrimo­s en la necesidad de develar la génesis de la obra inscribien­do la huella de los pasos creativos. La marca del proceso de producción quedará reflejada en pinturas en las que se reproduce el boceto de base, de pequeño formato, en diálogo con la obra final que lo amplifica al tiempo que lo fragmenta”.

Aquí, entonces, el pensamient­o y acción de un curioso e intuitivo artista múltiple, el mismo que con su mural “Eclipse” saluda todos los días a los viajeros en el aeropuerto de Ezeiza.

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El público frente a las obras de Polesello que pueden verse hasta el 20 de octubre en la galería Del Infinito.
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“Planta del tiempo”, 1997, acrílico sobre tela, 200 x 200 cm.
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“Last Night”, 1996, acrílico sobre tela, 150 x 150 cm.

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