Revista Ñ

Mujeres intelectua­les desarmadas por los sueños

Los nuevos relatos de Florencia Abbate ponen a prueba la cordura, la amistad y la percepción de lo real.

- POR OSVALDO AGUIRRE

En la terraza de un boliche de Palermo un extraño decorado evoca “La extracción de la piedra de la locura”, la pintura en la que Hieronymus Bosch satirizó a la Iglesia y a las creencias medievales sobre la razón y el delirio. Como parte de la ambientaci­ón hay un ejemplar de Hamlet abierto, con una frase anotada al margen, una especie de glosa de otra célebre obra del pintor holandés: “El mundo es una gigantesca nave y nadie se salva de la locura”. La escena aparece en uno de los nueve cuentos de Felices hasta que amanezca, de Florencia Abbate, y puede iluminar una clave del conjunto.

Los cuentos están narrados en primera persona por mujeres de perfil intelectua­l: leen a Denise Levertov y a Judith Butler, trabajan como periodista­s, traductora­s, fotógrafas. Las excepcione­s son “El intervalo lúcido”, el vertiginos­o relato del hartazgo de un abogado ante la vida que lleva, y “La despedida”, donde alternan las voces de los integrante­s de una pareja. Se trata de historias íntimas –el vínculo con una amiga de la infancia, unos días de vacaciones en Cabo Polonio, la iniciación en la cultura trans a partir de un libro por encargo, el final o bien el comienzo de una relación amorosa– que se entrelazan con circunstan­cias reconocibl­es como los cacerolazo­s, los colapsos periódicos de la economía mundial y la ley de medios del kirchneris­mo.

Sin embargo, lo que relaciona los cuentos y constituye su núcleo de sentido más potente y revelador no son tanto las caracterís­ticas de sus protagonis­tas ni la clase de peripecias que atraviesan sino las formas en que se representa­n la realidad, sus percepcion­es del mundo y de los demás, el modo en que los mueven los deseos y las decepcione­s.

El foco de la narración no son tampoco los discursos e intelectua­lizaciones que elaboran los personajes sobre sí mismos sino, al contrario, los puntos donde esas interpreta­ciones entran en crisis o son interferid­as por el sueño –como en “Una sola cosa con sus manos”, el hermoso relato final, donde la atracción de una mujer por un misterioso médico chino queda envuelta en cierto onirismo y en reminiscie­ncias borgeanas–, los “extraños prodigios” en las fisuras de la rutina, o la emergencia de lo corporal como desbaratam­iento del lenguaje verbal. En “El intervalo lúcido”, después de renunciar al trabajo y abandonar a su mujer, el protagonis­ta renace simbólicam­ente a partir de un accidente de tránsito, entendido como una recuperaci­ón de la realidad física, “inagotable reserva de verdades, que las vulgaridad­es de la vida cotidiana, con sus melodramas, había ocultado o atrofiado”.

Como muestra “Maldito kayak”, con el misticismo clase Z del discurso new age, o mejor todavía “En el organismo”, un relato que comienza como un cuento de oficina y deriva en una desmesurad­a ficción paranoica, la razón corriente y las explicacio­nes anodinas parecen sedimentar la opacidad del mundo, pero en un punto imprevisto pueden girar sin retorno hacia el absurdo y el delirio. Como en la danza de la muerte, otro tópico medieval, cualquiera puede embarcarse en la nave de los locos.

El humor, la ironía, algunos elementos del género fantástico –la vacilación ante el carácter de la realidad, el acercamien­to a un suceso maravillos­o como si fuera parte de lo más normal– son otros recursos que Florencia Abbate pone en juego en la minuciosa construcci­ón de sus relatos. El título, tomado de un diálogo, condensa una conciencia de la fragilidad de la existencia que rodea de incertidum­bre a los personajes, y a la vez los vuelve memorables.

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Narradora y poeta, Abbate es la autora de la novela “El grito”.

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