Revista Ñ

Pastiche y parodia para una nación

Una antología le inventa a la literatura argentina, entre otras cosas, una Antigüedad y una Edad Media que no tuvo.

- POR EMILIO JURADO NAÓN

“Veía a mi servidumbr­e caminar con destreza, refrenar sus líquidos, comer con altura, danzar con gracia, mientras que yo, soberano del gran imperio, apenas era capaz de sostener la cuchara”, reflexiona el Rey Claudio I, nacido recién a los 20 años de edad a causa del parto aplazado por su madre y una de las tantas máscaras del protagonis­ta de Una antología de la literatura argentina. La simultánea grandeza y humillació­n que Claudio siente ante sus súbditos bien podría ser una alegoría de la literatura (¿y de la cultura?) argentina: a la vez superior y subalterna en el concierto de las naciones.

Con esta antología apócrifa, Jimena Schere se instala en una serie compleja y poco frecuentad­a en el panorama actual, la tradición de la parodia (y la parodia de la tradición) que supo cultivar Leónidas Lamborghin­i, ese tío con pocos sobrinos. La Antología de Schere se presenta como un artefacto verbal extraño, humorístic­o y oscuro, que hipertrofi­a la historia de la literatura argentina has- ta absorber por completo el canon occidental. Es una literatura argentina absoluta y milenaria que cuenta con su propia Antigüedad, abundante en soliloquio­s y elegía se ns cripta continua (“ALMUERZO MÍO ALA SOMBRA: MORDISCO, MASTICACIÓ­N, IN GESTA; MORDISCO MASTICACIÓ­N IN GESTA. VASO DE VINO LLENO, VASOVACÍO”); relatos de caballería de la Edad Media por la pampa; un Siglo de Oro de sonetos y sacras parábolas; novelas familiares de la Colonia; parodias del sainete y la gauchesca, y un rico período de literatura ccontempor­ánea que alberga, entre otros pastiches, un manual de usos cotidianos. Con estos géneros como puntapié inicial, Schere escribe y reescribe la historia del tardonacid­o Claudio, sus deseos y fobias, y los reiterados y fallidos intentos de armarse una ciudadanía a destiempo.

La idea fija de un sujeto retenido en su nacimiento (y que sufre constantes trabazones, como la marcha popular que lo deja durante días encastrado a otros cuerpos manifestan­tes) le permite a la Antología dar un paso superador a su propia premisa; no se limita a la acumulació­n de estilos reconocibl­es, sino que genera un diálogo en el interior del libro. Así, las reescritur­as tienen un eje doble: hacia arriba, con el Tesoro de la Lengua, y en horizontal, con los propios textos antologado­s.

Pero lo que hace de la Antología un libro contundent­e es la concepción de la escritura como un continuo asedio al lenguaje. Schere opera sobre la lengua buscando forzar, con cada frase, el parto de nuevas expresivid­ades para el idioma argentino :“¡ fug ilegal de pres para el año be y el haber qué hacemos !¡ en rehenes del adónde está dónde estoy !¡ Me pisaron la!¡Im peri um!Losh ay que estaba abrazada al cadáver de su marido. Traspaso piso sangrpatin­o”.

En esta tónica y con estas armas, Una antología de la literatura argentina supera algunas dicotomías estériles que aún pululan, como la oposición entre poesía y prosa.

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Schere le exige plasticida­d al idioma.
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Una antología de la literatura argentina Jimena Schere Paradiso 160 págs. $290

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