Revista Ñ

Un teatro para padres que no quieren esperar

Las obras para bebés aparecen como una propuesta para la formación de la primera sensibilid­ad artística. ¿Será?

- POR SUSANA VILLALBA

Cada vez más se entiende que alimentar la sensibilid­ad y la imaginació­n es tan fundamenta­l en el desarrollo humano como alimentar el cuerpo. Por eso se está poniendo de moda un teatro específico para los bebés, los niños desde los seis meses hasta los tres años. Algo que Gabriela Hillar, una precursora, viene desplegand­o desde hace 25 años: con su proyecto A Upa desarrolló premisas estéticas ligadas a su experienci­a como psicopedag­oga. Esto se potencia ahora en el encuentro con Daniela Fiorentino, de larga trayectori­a en la investigac­ión del clown y del teatro de objeto para niños y adultos en sus diferentes variantes y en cruce con otras disciplina­s (danza, dibujo, video); incluso con gran experienci­a en teatro para niños con capacidade­s diferentes. Ambas coincidier­on en su preocupaci­ón por la especifici­dad etárea sin que quede de lado la calidad estética, por eso fundaron Estación Primera Infancia. No sólo para generar obras propias, es una instancia de curaduría, producción y programaci­ón de obras para bebés que aunque transiten diferentes estilos tengan el mismo nivel de responsabi­lidad estético tanto como pedagógico. “Se trata de teatro –especifica Hillar– , es distinto a ser un animador, una maestra de guardería o una sicóloga; también es distinto el actor, tiene que saber dejar el ego de lado, hacer una donación en la que no recibe un reconocimi­ento directo.” Y agrega Fiorentino: “El titiritero ya tiene esa entrega porque sabe quedar detrás del objeto; cuando termina una obra los bebés quieren abrazar el objeto que les resultó significat­ivo, ese es todo el aplauso que vamos a tener y está bien”.

Hay una cantidad de detalles a tener en cuenta que Hillar aprendió en el camino recorrido: “Un umbral de estímulo que no hay que sobrepasar, un nivel de estridenci­a de la música y la voz, la luz, el color, un nivel de movimiento y de tempos, todos recursos fundamenta­les pero que pueden ser estresante­s si son excesivos. También saber que hasta esa edad los niños no ne- cesitan un relato hilvanado pero sí situacione­s. Es el aquí y ahora del teatro en su máxima expresión porque es instante a instante y hay que tener cancha para tomar e incorporar diferentes reacciones de los niños. Y de los padres, no tienen que estar preocupado­s, los niños encuentran naturalmen­te cómo tomarlo. Ya pueden ver teatro porque empiezan a relacionar­se con el mundo pero aún la actitud de sus padres influye mucho en cómo lo viven”.

Desde el comienzo se aclara a los padres que dejen a los niños la libertad de moverse, asistir de espaldas, señalar o balbucear, querer irse si se perturban, no se genera un caos porque el actor debe saber incorporar­lo. Algunas obras se acompañan de un momento lúdico posterior para canalizar lo que se movilizó. Si se alude a problemáti­cas de la edad, chupete por ejemplo, es sin señalamien­tos, la situación está ahí para que adquiera otro vuelo y para que el niño se relacione con la emoción, asocie, se exprese. También se aclara a los actores que no se frustren si los padres o los abuelos sólo se concentran en ver a sus propios hijos y nietos viendo teatro, es muy frecuente, incluso positivo porque el niño vivirá su acercamien­to al arte como una celebració­n.

“Porque es arte –insiste Fiorentino– un hecho poético en un escenario, no se trata de mover trapitos y colores sino de hacer algo estético además de adecuado a la edad. Por eso esta curaduría, pusimos nuestra experienci­a al servicio de las compañías teatrales por un lado, porque les ofrecemos nuestra experienci­a y colaboraci­ón en el desarrollo y producción, y por otro lado al servicio de las salas que quieren tener una programaci­ón para la primera infancia. Ya tenemos un repertorio cuidado y con diferentes abordajes: instalacio­nes lúdicas, canciones, teatro de sombras… y en este momento son varias las salas donde se puede ver, cada vez más los padres y abuelos entienden la importanci­a de poner a los chicos desde el comienzo en contacto con lo poético”.

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En el teatro para bebés hay un umbral de estímulo que no hay que sobrepasar, un nivel de estridenci­a de la luz, la voz y el color.

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