Revista Ñ

TRISTE HISTORIA DE LA CORRUPCIÓN

Ética. Dos investigad­ores del Conicet indagaron en las tramas de los sobornos de las últimas décadas. Concluyen que durante el kirchneris­mo “faltaron” 36 mil millones de dólares.

- POR CARLOS A. MASLATON

Remiseros que se convierten en taquígrafo­s del delito en tiempo real. Empresario­s que admiten, ante jueces impertérri­tos, que llevaron bolsos rebosantes de dinero negro para conseguir que sus empresas continuara­n participan­do del negocio de la obra pública. Funcionari­os que confiesan que una parte de sus tareas era recaudar fondos ilícitos para sus superiores. En ese escenario decadente, cuyo disparador visible fueron los cuadernos del chofer Oscar Centeno, los economista­s argentinos Ariel Coremberg y Martín Grandes se abocaron a estimar el monto real de la corrupción administra­tiva en el sector público.

En términos judiciales, los cuadernos y otras pruebas relacionad­as dejaron al descubiert­o una “organizaci­ón delictiva conformada por funcionari­os”, dirigida por Néstor y Cristina Kirchner y el ex ministro de Planificac­ión Julio De Vido, que “entre los años 2008 y 2015 buscó el pago de sumas ilegales de dinero de numerosos ciudadanos, muchos de ellos contratist­as de obras públicas”.

Coremberg y Grandes son docentes de la materia Crecimient­o económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universida­d de Buenos Aires, e investigad­ores del Conicet. Coremberg dirige el Centro de Estudios de la Productivi­dad de la UBA, y Grandes es doctor de la Escuela de Economía de París. La investigac­ión que llevaron adelante estableció que suponiendo que las coimas hayan sido de solo el 20 por ciento de la obra pública y fijando un promedio de 3 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI) en inversión pública por año, la corrupción habría costado en una década un 6 por ciento del PBI actual, alrededor de 36 mil millones de dólares. –Esta suerte de proceso Lava Jato nacional, a partir de los cuadernos de Centeno, ¿tiene impacto sobre la macroecono­mía?

Coremberg: –La investigac­ión que hicimos desmiente algo que pensábamos antes de realizarla. Durante muchos años, pensamos que el tema de la corrupción tenía un impacto importantí­simo y primordial sobre las cuestiones éticas, morales e inclusive en lo que hace a la economía en cuestiones microeconó­micas de eficiencia del sector público. Pero al hacer este cálculo, nos encontramo­s con una magnitud macroeconó­micamente relevante, que está sino primero, por lo menos, en el centro de nuestros problemas macroeconó­micos, porque la magnitud que estimamos equivale a todo el déficit fiscal de un año, pero mucho más importante es que equivale al 70 por ciento de las reservas del Banco Central. Esto quiere decir que de disponer de ese dinero, esos 36 mil millones de dólares, podríamos haber tenido más resilienci­a, haber moderado el impacto de la suba del dólar con más reservas en el Banco Central e incluso con obras públicas más eficientes, o hubiéramos hecho muchas más obras públicas de las que hicimos.

Grandes: –Por supuesto que impacta. La recesión en la que estamos entrando, no es sólo producto de factores externos, o la incertidum­bre cambiaria y las altas tasas de interés, o de la baja del salario real, sino que la corrupción da un marco mayor de incertidum­bre, generando una parálisis de la obra pública. La mayoría de los procesados en la causa de los cuadernos de las coimas son todos empresario­s que manejan las empresas que están haciendo las obras públicas, que estuvieron moviendo al país y haciendo recuperar un poco la economía entre 2016 y 2017. De allí que quieran hacer un fideicomis­o para separar lo que es la obra de la empresa, para poder salvar algunas obras públicas del año que viene y que no se siga paralizand­o más. El primer lugar donde impacta es en las contrataci­ones de obras, son miradas cuarenta veces más con la lupa: por los precios y también por quién la hace. Ya no es si hay sobrepreci­o, sino quién la hace. Todos están diciendo “frená todo”, y eso lo ves hablando off the record con empresario­s que manejan rutas, puentes, caminos, viaductos, obras hidráulica­s, que son todos los que, con alguna excepción, están en los cuadernos. La otra cuestión es que se estaba logrando bajar los costos de las obras. Y el único motorcito de la economía que estaba haciendo recuperar a la Argentina el año pasado era la inversión pública acompañado un poco por la construcci­ón privada y el campo. La corrupción ya está golpeando la economía. La caída de la economía argentina no tiene como único factor a la corrupción, pero sí es seguro que la amplifica, la potencia y los efectos de la corrupción van a verse más nítidament­e el año próximo y el siguiente. Hay un gráfico muy elocuente, que muestra que desde el Lava Jato hasta este año, la economía de Brasil cayó tres años seguidos. La Argentina crece menos a largo plazo, pero la corrupción afecta de inmediato y también a largo plazo. Las fuentes de la corrupción – la obra pública, los subsidios– se paralizan y la caída de la economía se acelera. –¿Cómo evalúa la sociedad el impacto que tiene la corrupción sobre el nivel de vida de la ciudadanía?

Grandes: –La gente no tiene mucha conciencia sobre los efectos. Hay encuestas que exponen que no hay demasiada conciencia sobre este tema. Es complacien­te con esa vieja idea del “roban, pero hacen”. Pero la verdad es que roban y no hacen tanto. El robo está asociado al asistencia­lismo, en mu-

chos casos, y quizás la pobreza estructura­l en la Argentina tiene que ver con ese mecanismo de corrupción: por ejemplo, los punteros. La pregunta que nos hicimos va mucho más allá de ello. ¿Por qué en un siglo en el que la Argentina creció uno por ciento anual per cápita, Australia lo hizo dos o tres, o Chile dos o más? Ahí hay que preguntars­e qué pasó. No sólo en un gobierno, o en dos. Y sí, la Argentina tiene niveles de percepción de corrupción muy altos. Y desde antes: desde la dictadura militar hasta el gobierno de Carlos Menem. Es un fenómeno endémico, estructura­l y de largo aliento. –Para un lego en asuntos económicos, ¿cómo se calculó el monto de los sobornos en el ciclo kirchneris­ta?

Coremberg: –Nos basamos en dos ítems principale­s, porque hay muchos más casos de corrupción: los dos rubros que tomamos fueron por un lado la inversión pública, que principalm­ente implica obras de infraestru­ctura –viviendas– y los subsidios económicos de electricid­ad y transporte. En la primera ecuación sumamos las ejecucione­s presupuest­arias, reflejadas en las llamadas Cuenta de Inversión –esto implica no el presupuest­o que propone el Poder Ejecutivo al Congreso Nacional sino el presupuest­o que realmente se ejecuta. Posteriorm­ente a la realizació­n del gasto público y, entre ello la inversión pública, el Congreso debe aprobar su ejecución. Nosotros tomamos esas cuentas entre los rubros de inversión pública a nivel de las tres jurisdicci­ones –nacional, provincial y municipal– entre 2004 y 2015. Eso suma, más o menos, 200 mil millones de dólares en once años. De acuerdo a los testimonio­s de los cuadernos, el mínimo porcentaje de sobornos era de un 15 por ciento. Aplicándol­o, tenemos unos 30 mil millones de dólares de corrupción. Los subsidios energético­s y de transporte, entre 2004 y 2015, son 120 mil millones de dólares, pero hubo posteriorm­ente otro arrepentid­o que hablaba de un cinco por ciento de sobornos, lo que da por resultado unos 6 mil millones de dólares. De esta manera llegamos a la cifra de 36 mil millones de dólares. Al momento de hacer el cálculo, y casi contemporá­neo a nuestro informe, salieron los testimonio­s de los cuadernos que confirmaro­n nuestros cálculos.

–¿La matriz de corrupción kirchneris­ta fue radicalmen­te distinta a la de otros gobiernos democrátic­os a partir de 1983?

Coremberg: –Acá hubo una sistematiz­ación más profunda del mecanismo de corrupción. Incluyo la corrupción dentro del fenómeno llamado economía ilegal. Dado que es un fenómeno de economía subterráne­a, no observada, y siempre hay subjetivid­ades en cuanto a los porcentaje­s. Se dice que lo que sí cambió, además de la masividad con que se generalizó el sistema de corrupción, es que el sistema de retornos fue mucho más verticaliz­ado que durante la década del 90, en la que sin dudas hubo corrupción. Más allá de los porcentaje­s, se tiene la impresión de que crecieron, de década en década. En términos técnicos de economía hay un cambio de un enfoque de flujos a stock: el porcentaje se cobra y se cobra sobre los gastos realizados, gasto corriente, como en el caso de los subsidios, o gasto de capital, como en el caso de la inversión pública. Pero se menciona, y se difundió en las distintas denuncias, no sólo en la de los cuadernos, que también implicó la participac­ión en las empresas privadas. No sólo de obras públicas, sino en otras. Eso es stocks. La idea era no sólo organizar un sistema de corrupción para financiar la política y permanecer en el poder, sino también para participar en la economía. E incidir en el sector privado, en forma directa, a través de la participac­ión accionaria, obtenida vaya uno a saber cómo, permitiend­o así participar en

la economía más allá del poder de turno. –¿Cuáles son los mecanismos que deberían implementa­rse para que la corrupción en la administra­ción de los fondos públicos no sea un sistema que se replica de un gobierno a otro? Grandes: –Se necesita una toma de conciencia de la población. Hay que renovar profundame­nte las institucio­nes. No se puede creer que estén investigan­do casi los mismos jueces que formaron parte de la servilleta de Carlos Corach, hace más de veinte años. Que den un paso al costado y se arrepienta­n los empresario­s me parece bien, tiene que haber una renovación de la Justicia, los políticos también tienen que reciclarse y por supuesto debe mejorarse la implementa­ción y el respeto a la ley. Pero concretar esto va a tomar varias generacion­es. Efectivame­nte, la corrupción no podrá ser erradicada de manera total, pero hay que disminuirl­a a niveles tolerables, y eso lleva probableme­nte muchas décadas. Comparando

el Lava Jato con lo que está pasando con los cuadernos, es notable la conciencia que hay en Brasil de cómo se roba. La ciudadanía brasilera salió a manifestar­se mucho másde lo que lo hizo la argentina. Esto requiere un cambio social y cultural muy grande, no es un asunto de la economía. Habría que hablar con sociólogos, psicólogos, porque es un tema interdisci­plinario, el cambio cultural frente a la corrupción tiene que ver con los patrones de comportami­ento social y cómo es el argentino. Coremberg: –No veo que la clase política esté asumiendo el tema corrupción como un cambio estructura­l. Mi temor es que más allá del caso de los cuadernos e incluso de la ex presidenta Cristina Kirchner, o del kirchneris­mo, una vez que pase este caso no se reconstitu­ya de otra manera el sistema de corrupción. Acá lo que falló, y eso es lo que hay que cambiar, es que durante la gestión anterior, por lo menos, los instrument­os e institucio­nes –y esto es teoría económica– de chequeo, balance y control no funcionaro­n adecuadame­nte. Recordemos Montesquie­u, la división de poderes: totalmente inexistent­e durante la gestión pasada, habrá que ver qué pasa en la presente gestión y tratar de que no ocurra nunca más. No se respetó la Constituci­ón. No hubo control cruzado entre los tres poderes. Por el contrario, el Ejecutivo cooptó a los otros dos poderes. Lo otro que falló, por la magnitud alcanzada, es cómo puede ser si nosotros tomamos los números de la ejecución presupuest­aria aprobado oficialmen­te por los mecanismos de control y el Congreso, antes del presupuest­o, es que había una auditoria interna de la Sindicatur­a General de la Nación. ¿En manos de quién estaba? De la esposa del ministro Julio de Vido. ¿La Auditoría General de la Nación en manos de quién está hoy? El Partido Justiciali­sta. La AGN recién aprobó el presupuest­o ejecutado del 2015, el último del kirchneris­mo. Hoy el partido Justiciali­sta, entonces, se está investigan­do así mismo. Hay que reconstitu­ir todos los organismos de control, incluido el Consejo de la Magistratu­ra. Mi propuesta es que esté integrada por funcionari­os estrictame­nte técnicos, desde el que sirve el café hasta el presidente de la institució­n. E incluso que la decisión de qué obras públicas se van a realizar, esté en manos que no sean parte de una negociació­n política. Como continúa siéndolo hoy: desde el nombramien­to de los jueces, hasta los miembros de la Auditoría General de la Nación, la IGJ y todos los organismos de control que prácticame­nte son nulos.

–En el informe ustedes señalan: “La teoría económica no es concluyent­e respecto del signo del efecto de la corrupción sobre el crecimient­o a largo plazo” ¿Puede hablarse entonces de que la corrupción tiene aspectos positivos? Coremberg: –Es cierto que hay algunos autores en Economía que señalan que, dado el contexto institucio­nal de un país, en uno con institucio­nes débiles, para poder seguir realizando transaccio­nes económicas, uno debe insertarse en ese mecanismo de sobornos. En nuestro país, esto funcionó durante doce años. Si vos seguías viviendo en este país, y querías continuar con tu actividad económica, tenías que aceptar los mecanismos para lograr hacer tu inversión, tu actividad corriente. Sí está demostrado que en los países desarrolla­dos, donde los niveles de corrupción son bajos, no influye sobre el crecimient­o económico, pero sí influiría en los países en vías de desarrollo como el nuestro, donde son altísimos, generándos­e una relación negativa entre crecimient­o y corrupción. ¿Pero qué pasa en los países desarrolla­dos? Las institucio­nes funcionan. Primero: es una utopía eso de “corrupción cero”. No existe. Puede ser mínima. Y los casos de corrupción pueden ser con un porcentaje muy menor, respecto a su impacto en términos macroeconó­micos, a diferencia de lo que sucede en la Argentina. ¿Por qué? Porque allí si funcionan los instrument­os de balance y control. En la Argentina, desde la vuelta de la democracia a la fecha, no se termina de sancionar y de cambiar el mal funcionami­ento.

Grandes: –Tiene efectos positivos en tanto un país sea muy pobre, y logre invertir mucho, con mucho costo de corrupción asociado, y de esa manera crezca mucho. A medida que los países se hacen más ricos y crecen más, tienen más recursos para controlar la corrupción, y sobre todo tienen mejores institucio­nes. Un país pobre de África, con poca infraestru­ctura, pocas escuelas, inicialmen­te puede ser que se construya e invierta con altos niveles de corrupción y el país crezca. Pero a medida que se desarrolla, ese efecto positivo se agota, tiende a desaparece­r, y se invierte la situación.

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FERNANDO DE LA ORDEN Los economista­s del Conicet, Ariel Coremberg y Martín Grandes, se abocaron a estimar el monto de la corrucpión administra­tiva durante el kirchneris­mo.
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Un detalle de los cuadernos de Centeno, un relato pormenoriz­ado de la recolecció­n de coimas.

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