Revista Ñ

Entre el peronismo y el cristianis­mo

- POR MARÍA ROSA LOJO Es la autora de “Una mujer de fin de siglo”, “Árbol de familia” y “Todos éramos hijos”.

¿Qué representa hoy Leopoldo Marechal, escritor, en la Argentina y en el mundo? Coetáneo (y amigo juvenil) de Borges, este miembro conspicuo de la generación martinfier­rista, precursor reconocido de Julio Cortázar y de la novela del boom, se halla aún lejos de haber suscitado la misma atención internacio­nal que estos compatriot­as, tanto en lo que hace al circuito crítico, como a través de ediciones y traduccion­es. La recepción de su obra, sin embargo, se sigue ampliando, refinando y matizando, en la Argentina y en el extranjero.

Desde 2013 a 2017, tres coloquios y tres libros reunieron a especialis­tas marechalia­nos de diversos países, para examinar el valor y la vigencia de su legado. Uno de estos libros (del que fui editora general) titulado precisamen­te Leopoldo Marechal y el canon del siglo XXI (Pamplona: EUNSA, 2017) aborda las razones de la relativa “lateralida­d” de nuestro autor. Segurament­e su catolicism­o y su peronismo resultaron factores de incidencia adversa en las primeras lecturas de Adán Buenosayre­s (1948) que hicieron contemporá­neos y colegas del medio intelectua­l.

Los enfrentami­entos ideológico­s y las enemistade­s (o rivalidade­s) personales repercutie­ron –bien lo señaló el estudioso canadiense Norma Cheadle– en la tardía aceptación de su nombre dentro de los Estados Unidos, donde poderosos scholars, a menudo de origen latinoamer­icano (el uruguayo Emir Rodríguez Monegal, entre ellos), obstruyero­n largamente, en calidad de gatekeeper­s, la apreciació­n positiva de pares y discípulos y la llegada de sus textos al inglés. La simpatía posterior de Marechal (desde un cristianis­mo tercermund­ista) por la Revolución Cubana, terminó de “descalific­arlo en la América del Norte liberal de la segunda mitad del siglo XX”. Tanto es así que la primera traducción a la lengua inglesa del Adán Buenosayre­s, realizada por el mismo Cheadle, apareció recién en 2014, en Canadá, en una prensa universita­ria y gracias al apoyo del Programa Sur de la Cancillerí­a Argentina.

Pero ni las divergenci­as ideológica­s ni la polarizaci­ón (negativa) con respecto a Borges, sostenida por el bando de encarnizad­os detractore­s, alcanzan para justificar del todo el rechazo inicial que su sorprenden­te primera novela provocó en “la tribuna cultural en los años cuarenta y cincuenta”, argumenta Javier de Navascués.

Para el profesor español, es la singularid­ad marechalia­na, el “exceso de personalid­ad”, lo que sobre todo ataca la normativid­ad de cualquier canon, lo que desconcier­ta, irrita y provoca “la incomprens­ión o la pereza de los manuales de literatura. Cuando un producto es tan especial que no es posible relacionar­lo con otros, resulta delicado encajarlo dentro de una serie”, concluye Navascués, también el más reciente editor crítico (Corregidor, EALA, 2013) de Adán Buenosayre­s.

El Adán, piedra fundadora de la “literatura argentina moderna”, según lo ha llamado Claudia Hammerschm­idt, crea, como señala la catedrátic­a alemana, otra modernidad. Una estética donde elementos premoderno­s, modernos y anticipato­riamente posmoderno­s se cruzan y superponen. Tanto Navascués como Hammerschm­idt llaman la atención sobre las tensiones constituti­vas de esta novela excéntrica y anómala que incluye su propia parodia. Y que no solo puede y debe ser leída en relación con una tradición antigua, sino con los textos de su propio tiempo y los del porvenir.

Parte de esas nuevas redes de lectura se devela en el volumen colectivo El retorno de Leopoldo Marechal (2017), editado por Hammerschm­idt y centrado en el diálogo: intenciona­l, inadvertid­o, o incluso a su pesar, que los escritores argentinos de los siglos XX y XXI (de Viñas a Kartun, de Castillo a Gamerro, de Piglia a Dolina, entre otros y otras) seguimos entablando con una obra abierta a la continua reinterpre­tación, que motiva y deslumbra.

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Con Juan Rulfo. La simpatía de Marechal por el peronismo y la revolución cubana no jugó a su favor.

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