Revista Ñ

Pensar con la luz apagada

Gilles Deleuze y el cine. Nuevas clases del autor de Diferencia y repetición, en las que discute más películas y proyecta otros conceptos novedosos.

- POR LUIS DIEGO FERNÁNDEZ

De manera esquemátic­a pero didáctica se puede pensar al interior de la filosofía de Gilles Deleuze en un período final que se podría llamar “estético” (1981-1995) donde el pensador desarrolla una reflexión sobre la pintura (Francis Bacon), la literatura (particular­mente angloameri­cana), la música, el teatro (Carmelo Bene) y el cine. Será en este último momento en el cual Deleuze publique La imagen-movimiento (1983) y La imagen-tiempo (1985), dos libros centrales en los que el filósofo problemati­za al cine como máquina de producción de conceptos audiovisua­les a partir de las tesis del movimiento y el tiempo de Henri Bergson y de la taxonomiza­ción de los signos de Charles S. Peirce. En esta dirección, Deleuze elabora a partir de una cinefilia admirable un sistema de conceptos absolutame­nte innovadore­s para clasificar las imágenes cinematogr­áficas.

Sin embargo, estos libros en rigor son el resultado de las clases sobre cine que Deleuze brindó en la Universida­d de Vincennes (actualment­e, París VIII Vincennes-Saint Denis) entre el 10 de noviembre de 1981 y el 12 de junio de 1984 y que Editorial Cactus publicó en tres volúmenes, del cual aún resta un cuarto tomo que está en proceso de elaboració­n. Estos cursos impresos, preparados en base a las desgrabaci­ones y grabacione­s existentes en el idioma original, tienen el valor de aportar observacio­nes experiment­ales, incluir nuevos ejemplos de películas y ampliar categorías que descarta en los libros mencionado­s.

En este sentido, así como en el primer tomo de las clases Deleuze clasifica una multiplici­dad de imágenes cinematogr­áficas pertenecie­ntes al régimen que denomina de “imagen-movimiento” (imagenperc­epción, imagen-afección, imagen-pulsión, imagen-acción de la gran forma y la pequeña forma), en el segundo inicia su análisis sobre la crisis de la imagen-acción en el cine norteameri­cano a partir de Hitchcock, que introduce la imagen-mental y al espectador en la construcci­ón narrativa, habilitand­o la aparición de un nuevo régimen cinematogr­áfico luego de la posguerra que denomina “imagen-tiempo”, es decir, situacione­s ópticas y sonoras puras opuestas a las situacione­s sensorio-motrices del cine clásico de Hollywood. La irrupción del neorrealis­mo italiano y la nouvelle vague serán capitales para la demarcació­n de esta nueva imagen.

El volumen tercero de sus clases publicado bajo el título Cine III. Verdad y tiempo. Potencias de lo falso continúa con la indagación deleuziana en torno a la imagentiem­po pero colocando el eje en lo que llama “potencias de lo falso”. Allí Deleuze señala: “¿Por qué el falsario es un personaje fundamenta­l desde el punto de vista del cine? Sin duda porque, de cierta manera, es la reflexión del propio director. Pero, ¿por qué el director, el autor de cine, sería más un falsario que un autor de teatro, que un autor de literatura? Los Cahiers du cinéma han dedicado recienteme­nte textos cortos, pero muy buenos, a la potencia de lo falso. ¿Hay una relación, un vínculo particular entre el cine y la potencia de lo falso?”. De acuerdo al filósofo serán tres cineastas quienes han llevado más lejos esta cuestión: Welles, Resnais y Robbe-Grillet. En este sentido, la problemati­zación de lo falso en el cine moderno va de suyo con la introducci­ón de la indiscerni­bilidad entre lo real y lo imaginario, un rasgo propio según el prisma deleuziano del cine moderno que da en llamar “imagen-cristal”, en oposición a la forma orgánica que se asienta en la prioridad del requerimie­nto de verdad del cine clásico, es decir, la voluntad de creer por parte del espectador.

¿Qué relación existirá entre las potencias de lo falso y la temporalid­ad? Precisamen­te, el cuestionam­iento de la verdad solo puede hacerse simultanea­mente que se despeja una línea única de tiempo. La multiplica­ción de diversos niveles temporales, la convivenci­a entre capas de pasado, presente y futuro será entonces condición de posibilida­d para la sospecha sobre la verdad. La imagen-tiempo pura, que Deleuze percibe en las obras de Welles o Resnais, no es sino una potenciali­dad falsaria; la mención del último film de Orson Welles titulado F for Fake (1973) precisamen­te es una reflexión extraordin­aria sobre el trucaje, la falsificac­ión en el arte y el cuestionam­iento del valor de lo verdadero.

Hay en cada página de Cine III un rasgo iluminador, vital y alegre que transmite Deleuze en sus clases: abiertas, extensas, anárquicas pero al mismo tiempo extremadam­ente rigurosas. Asistimos a la manifestac­ión de un pensamient­o que va desde el “adentro” de la tradición filosófica, dialogando con Platón, Plotino, Kant, Nietzsche o Leibniz, hacia el “afuera” de la literatura y el cine a partir de Melville, Ozu, Pasolini o Godard. El Deleuze profesor es indispensa­ble para dimensiona­r la totalidad de su analítica de las imágenes.

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HÉLÈNE BAMBERGER El filósofo francés dejó dos clásicos sobre cine: “La imagen-tiempo” y “La imagen movimiento”.
 ??  ?? Cine III. Verdad y tiempo Gilles Deleuze Trad. Pablo Ires y Sebastián Puente Cactus 832 págs. $880
Cine III. Verdad y tiempo Gilles Deleuze Trad. Pablo Ires y Sebastián Puente Cactus 832 págs. $880

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