Seis obras en carpeta con fines solidarios
Proyecto de AMIA. Se ofrecen serigrafías de Guillermo Kuitca, Liliana Porter, Jorge Macchi, Pablo Siquier, Nicola Costantino y Eduardo Stupía.
El filósofo Emmanuel Levinas (19061995), gran constructor de la tesis sobre el otro, afirmaba que la construcción de la subjetividad es desde la alteridad, como ser-para-el-otro, es decir que el yo adquiere su identidad desde la responsabilidad de otro ser. Este proyecto especial va en el mismo sentido ético. Liderado por un comité de la AMIA, con curaduría de Elio Kapszuk, la idea de llamarlo Testimonio Contemporáneo surge de la misma selección de artistas convocados ya que Liliana Porter, Guillermo Kuitca, Nicola Costantino, Jorge Macchi, Eduardo Stupía y Pablo Siquier forman un grupo cuya producción puede dar cuenta de su tiempo. Son artistas que han honrado en otras ocasiones su sentido de solidaridad para las buenas causas.
Con una obra de cada uno de los seis artistas, se hizo una tirada de sólo 98 carpetas serigrafiadas para ofrecer a coleccionistas, y destinar lo recaudado por la venta de las obras a los programas educativos, culturales y de protección social que lleva adelante AMIA. Todas las serigrafías, que los artistas donan íntegramente, se entregan numeradas, firmadas y certificadas.
Además del fin social, hay en el proyecto una tradición que se recupera que son las carpetas de autor, bastante habituales décadas atrás. Encuadernadas con gran calidad para preservar el contenido, se basaban en una selección de obra reproducida para una tirada firmada y numerada que podía alcanzar la centena. El artista participaba del proceso de producción garantizando la calidad de la imagen y se contrataba a un especialista en el oficio que ofrecía la confianza necesaria para que se le otorgara validación de obra con precio en el mercado del arte, menor a una obra original. Se requiere un grado de precisión concreta, un papel durable y una serie de convenciones legales. Para cuidar todos estos detalles se seleccionó a Guillermo Mac Loughlin, uno de los serigrafistas senior de Buenos Aires, y a David Lemcke para fotografiar las obras, ya que para utilizar este método se necesita separar cada color mediante una técnica fotográfica específica.
Se consolidó así un grupo de seis obras para este plan que resultan fácilmente reconocibles porque además de testimoniar su tiempo funcionan como identidad personal de cada artista. Unos barquitos de papel hechos con impresos en hebreo que navegan en el vacío, con una fragilidad doblemente expuesta en la obra de Liliana Porter. Otra metáfora del viaje encarnada en esas cintas de equipajes tan característica de Kuitca, pero vistas como en la lejanía de un escenario que mantiene sólo uno de los telones, con sutiles calidades de color que el propio artista supervisó. Un autorretrato que deja ver apenas el rostro de Nicola Costantino detrás de dos aves de coloridas plumas, sostenidas por sus manos en primerísimo plano. Un mapa con las coordenadas gráficas que definen una isla, pero cuyos límites físicos se trastocan y sustituyen por los nombres de las ciudades que la conforman, muy característico en Jorge Macchi. Los trazos manuales de Eduardo Stupía, el único que trabajó directamente la imagen sobre el dispositivo fotográfico, con sus reconocibles densidades monocromáticas. La fuerza del grafismo de una geometría abstracta que condensa por superposición, en riguroso blanco y negro de Pablo Siquier. Son piezas de una calidad visible que hacen posible adquirir obras con un precio que no alcanzaría para un solo artista, que el equipo de gestión de la mutual se enorgullece en ofrecer. Lo recaudado se destina a programas de asistencia a la población vulnerable, a una bolsa de trabajo, o a otras causas pendientes de justicia como el cruel ataque sufrido en los 90.