Revista Ñ

TANTANIAN Y MARINI: EL ESCENARIO, UN BLANCO MÓVIL

Entrevista. Alejandro Tantanian como director y Marilú Marini como actriz dieron forma a Sagrado bosque de monstruos, una obra arriesgada para la que se modificó la emblemátic­a sala María Guerrero del Teatro Cervantes.

- POR MERCEDES MÉNDEZ

SMujicaent­ados en unos modernos sillones blancos, en un living que simula ser un set de televisión, la actriz Marilú Marini y el escritor Hugo

hablan sobre la vida de Santa Teresa de Jesús, recuerdan la experienci­a artística y de vanguardia que fue el Instituto Di Tella durante la década del 60 –Marini fue una figura exponencia­l de aquel espacio cultural– y evocan el legado ecléctico del actor y director Roberto Villanueva. Los espectador­es escuchan con incertidum­bre esta conversaci­ón que se muestra informal y espontánea. Aparecen algunas preguntas: ¿Ya comenzó la obra de teatro? ¿Por qué el público está sentado en el escenario de la sala María Guerrero del Cervantes? ¿Dónde están las butacas rojas de terciopelo y los famosos palcos de uno de los teatros más hermosos del país? La charla continúa entre citas a Kafka, relatos históricos, poemas y definicion­es poderosas, por ejemplo, que la pasión es “hacerse vulnerable a que la vida nos toque, es dejarse afectar”. Pero en un momento el piso de la sala comienza a moverse y el público, que se encuentra ante un punto de vista diferente, descubre una nueva ficción.

Sagrado bosque de monstruos es el último estreno del Teatro Cervantes e implicó un despliegue imponente para romper con muchas convencion­es teatrales. Marilú Marini es por momentos la actriz con una carrera vertiginos­a y apasionada y, por otros, se convierte en Teresa de Cepeda y Ahumada, la santa, la escritora, la lectora compulsiva, la mujer mística. Para atravesar este relato, el Cervantes y su edificio aparecen como un personaje más: se niveló el piso de la sala con el escenario, se sacaron todas las butacas, el espacio donde se encuentra el espectador se mueve, con lo cual se modifica su punto de mira, hay coreografí­as y proyeccion­es. Incluso, hay funciones específica­s en las que la cantante mexicana Julieta Venegas interpreta en vivo canciones pensadas especialme­nte para esta puesta. Este espectácul­o es, además, el primer estreno de Alejandro Tantanian en el Cervantes, desde que asumió como director de la institució­n en enero de 2017. Para encarar este proyecto, formó un equipo creativo junto a Oria Puppo y con textos de Inés Garland y Santiago Loza.

–¿Qué los motivó a crear un espectácul­o en torno a la figura de Santa Teresa?

–Marilú Marini: En principio, esta obra surge de la generosida­d de Oria Puppo y Alejandro Tantanian de conceptual­izar un magma que tenía en mi cabeza acerca de Santa Teresa y mi deseo de hacer un espectácul­o sobre ella. Tengo un recuerdo mítico del momento en que aparece ella en mi vida, fue en la época del Di Tella, estábamos trabajando en una versión de Las bacantes, de Eurípides, junto a Roberto Villanueva y él me presenta a esta mujer, me inocula su vida y su obra, lo recuerdo como un momento dionisíaco, muy importante en mi vida. Comprendí el deseo de Santa Teresa de conectar con la experienci­a mística y en mi caso, la sensación de que la actuación es mi lugar de libertad absoluta. Me apasionó su necesidad de plasmar una pasión, su sentido de realidad y que tiene revelacion­es que ella las construye como escenas teatrales.

–Alejandro Tantanian: Por un lado teníamos a la figura de Santa Teresa, que es muy interesant­e en sí misma y, por otro lado, descubrimo­s que el deseo en Marilú de hacer algo en torno a su figura era muy atractivo. Además, queríamos hablar de Roberto Villanueva, darle un lugar en el escenario que era su espacio, fue un maestro para todos nosotros y de esta forma, pudimos conjugar varios deseos.

Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada fue una monja española, fundadora de la Orden de las Carmelitas Descalzas, mística y escritora, que fue canonizada en 1614. Vivió entre el fin del Renacimien­to y el comienzo de la Modernidad y, en esa época, logró fundar más de 40 conventos, formarse como una lectora compulsiva y convertirs­e en una escritora que hizo de la ficción su refugio. “Fue una feminista que les dio un espacio intelectua­l y pasional a las mujeres, en una época en la cual el único destino posible para la mujer era tener un hijo por año hasta morir desangrada. Los conventos fueron una protección. Además, fue una persona que soñó y realizó. Hizo posible su deseo y su pasión, que fueron completame­nte desmesurad­os para la época. Tenía mucho humor y una gran inteligenc­ia para moverse en lo real”, acota Marilú Marini y en su relato aparece la misma pasión con la que la actúa en el escenario. En Sagrado bosque de monstruos, Santa Teresa surge por un misterio: los personajes deslizan la posibilida­d de que la mano izquierda de la santa podría estar enterrada en los pisos del teatro, que María Guerrero (la actriz y empresaria que fundó el edificio) la trajo en el barco que la trasladó de España a la Argentina y decidió esconderla en un pozo para proteger la sala. –La obra juega con los límites entre ficción y realidad ¿Por qué?

–A.T: Tiene que ver con cómo se planteó la obra desde el comienzo, un concepto que era: Marilú interpreta a Santa Teresa pero no deja de ser Marilú. Entonces eso aparece desde el relato pero también en la puesta y en función al edificio del Cervantes, aprovechan­do la idea de que se está llevando adelante una obra edilicia, después de tantos años. María Guerrero, la fundadora del teatro, es un personaje más. El espectácul­o es medio monstruoso en el sentido de un Frankenste­in: está fragmentad­o, hilvanado, deshilacha­do. Tiene ese espíritu. Hay una idea de poner muy en primer pla-

no la maquinaria teatral.

–¿Por qué se decidió ubicar al público en el escenario?

–A.T: En mi caso, me interesaba utilizar y optimizar todos los recursos que tiene este teatro, que son muchos. En la historia la sala y su fundadora se volvieron un personaje más y era fundamenta­l mostrar su espacio. Maria Teresa fundó conventos y esos fueron sus cuartos propios, en el sentido que lo define Virginia Woolf, como el lugar para crear. De la misma manera, María Guerrero fundó un teatro. Entonces, nos parecía que la sala que lleva su nombre era el espacio que el espectador tenía que ver y no al revés. También hay un cambio en el punto de vista: este edificio tiene la posibilida­d de que el escenario se mueva y lo quisimos aprovechar. Además, que el espectador esté en el lugar del actor es algo hermoso. La gente cuando llega no entiende, mira para todos lados. El teatro en sí mismo se vuelve la propia escenograf­ía del espectácul­o.

Por supuesto hay algunas intervenci­ones, pero por momentos lo único que se hace es un trabajo con la luz para mostrar lo que la sala es, como si hablara con sus propios monólogos. Este espectácul­o pide alternanci­a de registros por su fragmentac­ión. Nos gusta que cada escena se presente y se enciende, porque no hay conectores narrativos. Las escenas se encaran desde lugares distintos: aparece un cuento gótico victoriano, una situación de Marilú Marini en primera persona, un show trans. Es como si el espectador pudiera cambiar de canal viendo distintas estéticas sobre un mismo tema, que es Santa Teresa y con un mismo hilo conductor, que es Marilú Marini.

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MAURICIO CÁCERES Marilú Marini en esta obra que que gira en torno a la figura de Santa Teresa de Jesús.
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ANDRES D´ELIA Marini y Tantanian vuelven a trabajar juntos.

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