El debate sobre el derecho a un ingreso mínimo en los EE.UU.
A pesar de Trump. Persiste el reclamo de un salario por desempleo, que resolvería la penuria de muchos y revitalizaría los servicios y la infraestructura.
La idea un Salario Básico Universal (SBU) – aunque resultara regresiva y prohibitivamente onerosa– sigue atrayendo a un grupo variopinto de dirigentes tecnológicos y sindicales, libertarios y progresistas, que hoy temen la llegada de una era de desempleo tecnológico masivo. En los EE.UU., por ejemplo, las propuestas de una garantía federal de empleo vienen cobrando impulso en la izquierda tradicional. Si bien un programa así podría dar empleo a millones de trabajadores, para que brinden servicios públicos básicos y reconstruyan y modernicen la deteriorada infraestructura del país, esto no es más factible que un SBU, dadas las limitaciones actuales del presupuesto federal.
El desafío del futuro del empleo, en realidad, no pasa por la cantidad de puestos de trabajo sino por su calidad y por si pagan lo suficiente para proporcionar un nivel de vida aceptable. Incluso en los países desarrollados, donde los salarios relativamente más altos fomentan la adopción de tecnología que ahorra mano de obra, la pérdida de empleos probablemente se vea compensada por aumentos proyectados de la demanda de bienes y servicios, impulsada por incrementos en la productividad y los ingresos, las crecientes necesidades de atención sanitaria y la inversión en energía alternativa e infraestructura.
En rigor, las corrientes actuales y las proyecciones futuras sobre la calidad del empleo son alarmantes. Las Perspectivas de Empleo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) muestran un aumento de los empleos de bajo salario, un crecimiento débil del salario real (ajustado por inflación) y una caída de los beneficios laborales en todas las economías avanzadas entre 2007 y 2017. Por otra parte, en promedio, menos de una de cada tres personas que buscan empleo en países de la OCDE recibieron subsidio por desempleo durante ese período.
Desde la crisis financiera de 2008, el crecimiento del empleo en los EE.UU. se parece a una mancuerna. El número de empleos bien pagos y de alta calificación está aumentando, en particular en los campos llamados STEM (por la sigla en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática), donde 2,4 millones de puestos de trabajo siguen vacantes. En el otro extremo del espectro de las aptitudes, aunque el número de puestos de trabajo de la llamada gig economy (basada en los empleos temporarios y flexibles) crece tres veces más rápido que el PBI, muchos de los trabajadores que los ocupan apenas cubren sus necesidades.
Entretanto, la tasa de desempleo sigue obcecadamente alta entre los trabajadores sin título secundario y en las zonas rurales y urbanas con problemas económicos. Sin un cambio de política, la remuneración del trabajo será cada vez más despareja conforme la relación entre el crecimiento total de la productividad y los salarios se vea cada vez más atenuada.
Si bien se necesita capacitación profesional y formación permanente para equipar a los trabajadores para los empleos del futuro, esas medidas no bastarán para garantizar un sustento aceptable. Son fundamentales las políticas complementarias para proporcionar un salario vital básico. En los EE.UU., pueden tomarse tres medidas ahora para lograr este objetivo: un aumento considerable del salario mínimo y un fuerte crédito fiscal por ingresos percibidos (EITC por la sigla en inglés), ambos indexados según el costo de vida regional y ajustados automáticamente por inflación; e instrumentar una fácil inscripción de los tra- bajadores que reúnan los requisitos para recibir beneficios federales y estaduales. Estos beneficios también deberían ser prorrateados y transferibles para cubrir a los trabajadores a tiempo parcial y de la gig economy. Estas tres medidas en conjunto garantizarían que los trabajadores a tiempo completo (en uno o múltiples empleos) no vivan en la pobreza o la inseguridad económica constante.
Actualmente, el salario mínimo en Fresno, California, es de 11 dólares por hora; en San Francisco, de 15 dólares. Sin embargo, según la Calculadora de Salario Vital del MIT, el trabajador de un hogar con doble ingreso y un solo hijo en Fresno tiene que ganar por lo menos 14 dólares por hora para cubrir sus necesidades básicas; en San Francisco, ese mismo trabajador debe ganar al menos 21 dólares por hora. Y si ese trabajador es jefe de un hogar monoparental, el salario mínimo en las dos ciudades se eleva a 25 la hora y 39 respectivamente.
Tanto las empresas como los gobiernos pueden ayudar a cerrar la brecha entre los salarios vital y mínimo. En 2014, IKEA comenzó a pagar salario vital sobre la base de la calculadora del MIT, y desde entonces otras compañías han seguido sus pasos. Por su parte, los gobiernos municipales y estaduales pueden cerrar la brecha –actualmente 3 dólares por hora en Fresno y 6 dólares por hora en San Francisco– elevando el sa-
lario mínimo y ampliando la cobertura de EITC y otros beneficios.
En muchos lugares de los EE.UU. se aplican medidas para elevar el salario mínimo e indexarlo según el costo de vida. A través de iniciativas directas de los votantes, aproximadamente 8 millones de trabajadores obtuvieron aumentos del salario mínimo en los últimos años y otros 5.000 millones de dólares han llegado a los bolsillos de los trabajadores desde 2017. Si se aplicara en todo el país, un salario mínimo por hora de 15 dólares (aproximadamente igual al 50% del salario medio del total de la economía), ajustado según las diferencias regionales de costo de vida, significaría otros 144.000 millones para los trabajadores en 2024.
Después de aumentar el salario mínimo, el siguiente paso es expandir el EITC ampliando los criterios de ingreso y aptitud, incrementando su magnitud y poniéndolo a disposición en pagos periódicos en lugar de una suma anual única. El EITC tiene un historial probado de éxito en fomentar el trabajo, reducir la pobreza, estimular el rendimiento escolar, etc. Hasta Chris Hughes, cofundador de Facebook y destacado impulsor del SBU en Silicon Valley, reclama una ampliación del EITC.
Algunos estados de los EE.UU. están más adelantados que otros. Al ampliar su EITC para que incluya el trabajo de la gig economy y la banda de ingresos idóneos, California aumentó el número de adjudicaciones de unas 400.000 en 2016 a 1,3 millones en 2017. Más del 90% de los EITC de California son destinados a familias de bajos ingresos con hijos y el 80% de los hijos que se benefician con ellos son jóvenes afroamericanos. Pero hace falta más trabajo. Menos de uno de cada cinco californianos en condiciones de recibirlo conocen el EITC del Estado, lo que se traduce en 2.000 millones de créditos no solicitados por año. Del mismo modo, uno de cada cinco trabajadores idóneos de todo el país (más de seis millones de personas) no presenta la solicitud del EITC federal cada año, con lo que dejan de solicitarse unos 16.000 millones de dólares de créditos.
Siempre habrá trabajo por hacer. Por eso, en lugar de ir por un SBU fantasioso o garantías de empleo, ¿por qué no tomar medidas que brinden un salario vital universal? L.Tyson es profesora de la Escuela de Negocios de la Universidad de California, Berkeley, y asesora de The Rock Creek Group. Mendonca, presidente de New America, es socio Emérito de McKinsey & Company. ©Project Syndicate. Trad: Elisa Carnelli.