Revista Ñ

Desembocad­ura del río Karišnica

- POR EDUARD LIMÓNOV

“Llegamos allí con un destacamen­to de la policía militar, tras descender de unas pedregosas mesetas en las que los serbios tenían sus posiciones. Era la primavera de 1993. Salimos al lugar del que acababan de marcharse los franceses. La culpa de que anduviese por aquellos parajes la tuvo la televisión. Al volver de Moscú a París, me pasaba el día entero metido en casa, bebiendo vino y lamentándo­me de mi fracaso. En enero se había derrumbado el Partido Liberal Democrátic­o de Rusia, fundado el 22 de noviembre del ´92, en el billar de la dacha de Liosha Mitrofánov. Los camaradas del partido habían cometido una tremenda gilipollez. Por la tele transmitía­n imágenes de Croacia: un puente que los señorones croatas habían tendido en Novigradsk­o ždrilo –así me parece que se llamaba aquel poco espacioso lugar– . En todo caso, se trataba del mar de Novigrad, un golfo estrecho del Adriático que se incrustaba en la tierra allí. Se pudo ver también a un teniente coronel de artillería serbio, apellidado Uzelaç. Explicaba con satisfacci­ón que habían aguardado a que los croatas terminasen su puente para bombardear­lo en ese preciso momento. Ordenó “¡Fuego!”, y vimos un proyectil impactando exactament­e en mitad del puente. Por la tarde, volvieron a emitir el mismo reportaje. Entonces ya podía verse con claridad que lo único que había quedado del puente eran unos pedazos en ambas orillas. “¡Allí sí que está todo perfectame­nte claro, sin tanta estupidez!” –me dije a mí mismo–. Metí las cosas en la bolsa, cogí dinero y fui al aeropuerto. En el aeropuerto, compré un billete París-Budapest de la compañía aérea Air France. Los serbios ya me estaban esperando en Budapest. Varios días después me hallaba en un punto de reconocimi­ento, bajo un grueso cobertizo de troncos, mirando el mar de Novigrad –el ždrilo (una especie de garganta, supongo)–, a través de un periscopio de artillería, mientras que el propio teniente coronel Uzelaç me explicaba que los croatas habían empezado a construir otro puente. “¡Que lo construyan! No tenemos prisa”. El oficial llevaba un casco”. Fragmento de Libro de las aguas, que editará en español el sello Fulgencio Pimentel.

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