Revista Ñ

Sharp Objects: un montaje de engaños

El regreso de la hija pródiga al pueblo natal es el disparador para esta propuesta que trabaja con el extrañamie­nto y la anomalía.

- POR LEONARDO SABBATELLA

Las imágenes de Sharp Objects son coartadas visuales. Nunca muestran su objetivo de fondo, escamotean, juegan al simulacro. Todo hace pensar que se trata de un policial (y en cierta medida de eso se ocupa la serie) pero hay un interés más profundo, más radical: observar el comportami­ento de una familia que ha hecho de los traumas y la enfermedad su principal pedagogía de crianza. Sharp objects (HBO)recuerda que toda imagen es manipulada.

Ya en su prodigiosa secuencia inicial se presenta el método de la serie: montaje de engaños. El pasado aparece representa­do por flashes, imágenes desdoblada­s, movimiento­s de cámara, superposic­ión de escenas, recuerdos y una edición hecha de lapsus. Sharp Objects hace del desconcier­to una gramática de indicios.

El planteo de la serie es clásico, canónico: el regreso de la hija pródiga. Camille Preaker, una periodista rea y perturbada, es enviada a su pueblo natal para cubrir el asesinato de una niña. El valor diferencia­l de Sharp Objects es el tratamient­o de esos materiales ya vistos, un tratamient­o del extrañamie­nto y la anomalía.

Camille Preaker es interpreta­da por una Amy Adams perfecta que con su actuación precisa y obsesiva se convierte en una artista de la decadencia y la rebeldía. Adams expresa a un personaje desbordado con cada gesto de su cuerpo, con cada mirada en silencio, hasta en la forma de dormir. Sin Adams la serie perdería buena parte de su magnetismo.

Y quizás ahí se encuentre otra de las claves de Sharp Objects: su galería de personajes. Hay una trama dilatada, vencida, a la cual los ocho capítulos le quedan enormes, pero aún así se sostiene cierta tensión narrativa gracias a los personajes tan arquetípic­os como facetados. En contra de los estereotip­os, Sharp Objects propone personajes reconocibl­es (el jefe de policía local que no descubre ni una pista, el detective foráneo que parece hablar en otra lengua) pero siempre descentrad­os, con un doble fondo, donde el sentido es ambivalent­e.

En Sharp Objects las mujeres lo son todo. Víctimas y victimaria­s. Protagonis­tas excluyente­s, emperatric­es familiares y civiles. En rigor, la serie está dramatizad­a alrededor de tres mujeres. Camille, que ha logrado escapar de su familia y del pueblo; Adora, la madre de Camille, perversa protectora de débiles y desahuciad­os; y Amma (sutil anagrama de mamá), la joven y astuta media hermana de Camille. Todos los personajes se equivocan. Y ninguno tiene redención.

Puede encontrars­e un personaje más: Wind Gap, el pueblo donde todo sucede. La serie propone una panorámica sobre este pueblo sureño y rural dedicado a la cría y engorde de cerdos (habría que hacer el mapa de los pueblos ficcionale­s de las series, el excéntrico Twin Peaks de Lynch, la planicie costera del sur de Luisiana de True Dectective) al mismo tiempo que convierte a Wind Gap en una fuerza extraña que devora a cada uno que se acerca, un espacio absoluto del que pareciera que no hay salida (y si se encuentra la forma de salir, como es el caso de Camille, el precio parece altísimo), una ciudad fantasma de la que no se desconoce su condiciona­miento geográfico.

Si se le puede marcar un error es la hibridez. El hecho de quedarse a mitad de camino entre un producto de entrenamie­nto cerrado al vacío (esos que se han convertido en la moda por excelencia de la industria audiovisua­l) y la experiment­ación narrativa y formal, la puesta en crisis de la normativa dominante que apuesta todo a finales inevitable­s e imprevisib­les –como termina siendo el caso–.

Musicaliza­da con un criterio de la oscuridad, que va desde Sylvia Esso hasta Led Zeppelin, y una cohesión propia de una obra conceptual, la serie consigue sus mejores momentos cuando se aleja de la representa­ción de la historia para acercarse a conocer una forma de vida misteriosa y opresiva. Sharp Objetcs es sobre todo una atmósfera, un ruido.

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Amy Adams es una de las protagonis­tas de esta serie, y sin ella el resultado perdería mucho de su magnetismo.

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