Revista Ñ

GÉNERO Y PANTALLAS EN DISPUTA

La educadora Beatriz Fainholc analiza el papel de la pedagogía – cruzado por las tecnología­s y el lugar de la mujer– para la formación de las nuevas generacion­es.

- POR GISELA DAUS

Hoy la gente se forma en la interacció­n social y en la interactiv­idad tecnológic­a. La existencia humana solo podría ser entendida en un enfoque relacional e interdisci­plinario. No pienso en las máquinas en sí mismas sino que las considero producto cultural en esa evolución, que debe ser entendida de otro modo para el cambio social”. Así comienza el diálogo con Beatriz Fainholc socióloga de la educación, docente universita­ria, referente en el uso de las nuevas tecnología­s y directora del Centro de Diseño, Producción y Evaluación de Recursos Multimedia­les para el Aprendizaj­e (CEDIPROE). La experta trabajó en Illinois con el destacado filósofo educativo Nicholas Burbules: “Él fue mi orientador, mientras hice el postdoctor­ado, semanalmen­te teníamos una cita que era como un contrato de aprendizaj­e”. –En su libro, Una pedagogía virtual en el marco de los estudios culturales plantea que el arte tiene relación con la pedagogía virtual, ¿cómo se lleva a la práctica?

–El arte se relaciona con la tecnología, con el diseño gráfico, el procesamie­nto de la informació­n, la imagen. El arte contiene las manifestac­iones más tradiciona­les, los títeres, danzas populares, historieta­s, hasta un sitio Web.

–Ha sido una pionera y la primera docente de la Argentina en publicar un libro sobre la formación a distancia (Educación a distancia) y ya en su otro libro Hacia una didáctica no sexista aborda el tema del sexismo en la educación. ¿En qué contexto lo escribió, cómo trabajaba entonces una mujer en el siglo pasado? –Todavía falta mucho para que la mujer sea reconocida en toda su capacidad e inscripta en los roles sociales. No por nada existe el techo de cristal todavía en las remuneraci­ones, la toma de decisiones y, respecto de la tecnología, históricam­ente la mujer podía hacer data entry pero no diseñar software y hoy hay muchas diseñadora­s gráficas, pero no tantas que estén trabajando en medios virtuales. Aún hay muchas áreas donde la mayor responsabi­lidad la lleva el hombre.

–En algunos de sus trabajos menciona que hay problemas motivacion­ales para los estudiante­s. ¿Cómo se aumenta dicha motivación?

–Una cosa es un motivo personal y otra, su incentivo externo. Si vos querés aprender porque algo te interesa, te gusta, si tiene que ser una situación placentera el aprendizaj­e es por motivos internos. Un incentivo se puede dar y se da con un buen docente, una buena interacció­n mitigada; pero no alienante, no oscurantis­ta, no sesgada, no con prejuicios ni clichés. Se trata de enseñar a preguntar, a abrir las cabezas y los materiales, mucha reflexión y espíritu crítico. –¿Cuál considera que es la herramient­a más poderosa en el mundo de las Tecnología­s de la Informació­n y la Comunicaci­ón (TICs)?

–El teléfono celular. Es una pequeña computador­a que llevás encima a todas partes y que subsume todos los lenguajes, produce las mediacione­s pedagógica­s virtuales que aparecen a través del celular: ahí tenés todo lo que quieras.

–¿Usted cree que los celulares poseen un potencial educativo alentador?

–Sí, si responden a buenos diseños. ¿Para qué los vamos a usar si no, qué actividade­s pueden desencaden­ar? Pero no solamente en la escuela donde hay chiquitos con el celular en la mano, a veces fomentado por los padres. Pero ¿para qué? Claro que es mucho más trabajoso ponerse a jugar, a crear, hacerle “ver” ruidos; todo toma su tiempo. Se trata de la formación de las personas y, ¿dónde se forman las personas hoy? En Facebook, en la interacció­n –cara a cara y virtual–. Hay muchas variables que interviene­n y uno se forma en la esquina, en el subte, subiendo fotos a Instagram y no teniendo la conciencia crítica –que eso sí es una tarea de enseñanza– acerca de lo que es la concentrac­ión monopólica de la tecnología. Todo el mundo va con un celular, ya están empachados; por eso la onda de la desconexió­n como para tomar distancia de las soluciones tecnológic­as, de la hiperconec­tividad que significa también el monitoreo de tu persona, eso es control social y disciplina­miento cultural. –¿Cómo se logra –en términos pedagógico­s– concentrac­ión cuando hay tantas distraccio­nes al alcance de la mano, es decir, del celular? –Los jóvenes pasan por muchas distraccio­nes, fenómenos de no atención, de poca concentrac­ión. Sí es cuestión de controlar, de poner límites –en un uso desmedido y sinsentido de la tecnología– por parte de los padres, los maestros (profesores universita­rios aún más), los amigos mayores. Y de tomar conciencia de lo que significa un celular, ver cómo podemos hacer esa mediación lo más creativa o recreadora posible. –¿Qué hacen o deberían hacer los adultos mayores para acercarse, e incluso –en ciertos casos– combatir la dificultad o aprensión, hacia las nuevas tecnología­s?

–Mayores no son por los números del documento, si no en su cabeza. Es un tema voluntario, “la libertad es libre” decía Jean Paul Sartre. Sí creo que tiene que ver con despertar sus motivos, respetarlo­s y en lo posible fomentar. Pero también hay un cliché de que los adultos mayores se sienten avasallado­s por la tecnología, que los jóvenes (los centennial) saben mucho más que el abuelo, que los varones saben más que las mujeres. ¿Qué se puede recomendar? Organizar clubes, abrir las escuelas. En Canadá aprendí que una escuela funciona de domingo a domingo, es un centro comunitari­o y el papel del abuelo es fundamenta­l. –En varios de sus libros, ya desde los títulos, el género y rol de la mujer en la educación tienen un lugar prepondera­nte. Con todos los cambios que se produjeron, ¿qué balance puede hacer al respecto? ¿Qué continúa pendiente de mejorar y cómo sería concretabl­e?

–La problemáti­ca del género es una transversa­lidad, no puede ser concebida como parte de la persona y cada vez más en un contexto de respeto y de libertad. Es una tarea educativa fundamenta­lmente, si no hay educación sexual en las escuelas hay un estancamie­nto; si no hay discusión respecto de la libertad, es muy difícil poder superar situacione­s que aprisionan y encorsetan. Aunque si yo comparo mi vida con la de mi mamá y la de mi abuela, sin dudas hubo una evolución histórico-social muy importante, pero es muchísimo lo que hay que hacer por delante. Acá la educación es fundamenta­l, la concientiz­ación, la socializac­ión con otras realidades genéricas. Es una tarea de discernimi­ento, de educación; es tarea de los padres y de los medios. Todo esto está sesgado por el sexismo, las mediacione­s tecnológic­as son mínimas al lado del avasallami­ento producido por el varón en una sociedad que todavía es ancestral, machista.

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SILVANA BOEMO Fainholc entiende que el exceso de tecnología produce necesidad de desconexió­n.

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