Dupla fecunda y perdurable

Cuando era todavía una adolescente, Renata Schussheim vio en el Teatro Colón el dúo “Halo”, del muy joven coreógrafo Oscar Araiz. La obra, sobre el Adagio de Albinoni, la deslumbró: “Yo ya escuchaba esta música, incesantemente, mientras dibujaba –faltaban años para que fuera “cortina” de telenovelas– y cuando vi el dúo de Oscar pensé que era la forma que le habría dado si hubiese sido coreógrafa”. Y luego se dio una coincidencia astral: Araiz fue a ver una exposición de Renata en la galería El Laberinto, quiso conocerla, recibió a través de un conocido en común un mensaje de ella con el mismo deseo y comenzó una amistad que lleva más de cincuenta años. Un tiempo después nació también una relación profesional: en 1970 Araiz propuso a Renata crear el vestuario del Romeo y Julieta que montaría con el Ballet del San Martín. Era su primera experiencia como vestuarista, en la que se zambulló con una gran felicidad y un gran desconocimiento: “No tenía la menor idea de que para bailar es preciso que la ropa sea liviana. Romeo y Julieta fue mi conejillo de Indias y el bailarín Freddy Romero, que hacía el personaje de Romeo, mi víctima. No puedo creer la cantidad de cosas que le eché encima: una malla entera, botas, una especie de túnica, un sombrero y un tapado con bordes de piel. En una de las funciones salió del escenario y cayó desmayado porque no podía respirar”.

Oscar y Renata han hecho juntos más de medio centenar de obras: entre otras muchas compañías, para los ballets del Colón y del San Martín, el Joffrey Ballet de Nueva York o el Ballet del Gran Teatro de Ginebra que Araiz dirigió durante ocho años. Vestuarios suntuosos o despojados, con enormes presupuestos o para pequeños grupos independientes. Simples mamelucos para El carnaval de los animales, un delirio de derroche oriental para Scheherazade, una prodigalidad barroca sobre la moda de los 40 para Boquitas pintadas. ¿Qué trae ahora el vestuario de Dafnis y Cloe? Veremos. Lo cierto es que la historia, felizmente, continúa.